Fernando Sánchez Dragó
"Los indignados son prefascistas, aunque ellos no lo saben"
18 octubre, 2011 02:00Fernando Sánchez Dragó. Foto: Javier Barbancho
Presenta hoy 'Esos días azules. Memorias de un niño raro'.
Pregunta.- ¿Cuáles eran sus rarezas de niño?
Respuesta.- En la familia, en el colegio y entre los amigos he sido siempre como un verso suelto. Era un niño solitario, silencioso, intelectualillo, quizá algo pedante (adjetivo que me ha perseguido toda la vida). Me llamaban "la rata literata" y tenía la sensación de pensar siempre lo contrario que el resto de la gente acerca de casi todo. Pero era cordial, simpático, un buen chico. La gente me quería aunque me trataba como a un bicho raro. Lo era y sigo siéndolo.
P.- Dice que la literatura autobiográfica es como hacerse el harakiri.
R.- Como dice García Márquez, hay tres vidas: la pública, la privada y la secreta. Esta última es la que tiene interés literario. Yo no he ocultado nada y ha sido un magnífico ejercicio de psicoanálisis. En este volumen de mis memorias cuento mi vida secreta desde mi primer recuerdo -cuando dije que quería ser escritor, a los tres años- hasta el año 1963, cuando llego a la universidad. Hasta entonces había vivido encerrado en mí mismo. Pero en la universidad exploto, me abro completamente al mundo gracias a la lujuria. Es lo que me aparta de la religión católica y paso de ser un niño de comunión diaria a un libertino. Es mi palanca.
P.- Esa lujuria, dice, ha amainado. ¿Es un alivio?
R.- Sí. La lujuria ha sido en mi vida una palanca de libertad, pero también de esclavitud. Ahora tengo la serenidad suficiente como para dedicar toda mi energía a mi obra. Trabajo 10 horas al día, 365 días al año. Pero eso no significa que haya renunciado al sexo, ejerzo poco pero ejerzo. Tengo mi ritual: me como la galleta de marihuana que me prepara Naoko, me tomo 10 mg de Cialis, cojo mi petaca de whisky y salgo a la calle a ver qué me encuentro por ahí.
P.- ¿Cuenta entonces su ritual con el beneplácito de su esposa?
R.- Por supuesto. Me atusa el pelo y me pone colonia. Si me hubieran dejado corretear no me habría separado de ninguna mujer. El león siempre vuelve con la leona después de cazar para que le lama las heridas.
P.- ¿El imperio de la corrección política, que le tiene a usted siempre en el punto de mira, irá a más o a menos?
R.- Los progres creen que la humanidad es una flecha que avanza y avanza en el tiempo. En oriente la historia es cíclica, va y viene. A toda época de puritanismo le sucede otra de libertinaje. Ahora estamos en la cresta de la ola de ese puritanismo, pero empieza a decrecer porque atenta contra el sentido común, contra la libertad. Es la represión de los instintos, no se puede mantener porque acaba explotando. Pasará.
P.- Otra de sus confesadas rarezas es que nunca se ha identificado con ninguna "tribu" o enseña.
R.- Nunca entendí el mecanismo por el que alguien se identifica con un grupo. Tengo cinco animales totémicos: el gato, el escarabajo, el oso, el lagarto y el lobo. Los cinco son animales guerreros, nobles pero solitarios. Casi todo el mundo es de algo: de una ciudad, de un partido, de un equipo de fútbol, de un torero... Se empeñan en dividir la vida en casillas taxonómicas.
P.- ¿Por eso no ve con buenos ojos el movimiento 15-M?
R.- Los indignados y su asambleísmo son lo contrario a la democracia. Ya lo denunció Sócrates: "Si un barco estuviera a punto de naufragar, ¿daríais el timón a un capitán experto u os pondríais a deliberar?". Además, aunque ellos no lo saben, son prefascistas. Los enragés tomaron el panfleto ¿Qué es el estado llano?, como los de ahora han tomado el de Hessel. Cuatro meses después vino la guillotina.
P.- ¿Y quién es ese timonel experto?
R.- Ninguno de los líderes occidentales lo es. Hay que buscarlos en el sudeste asiático. Ha habido un milenio del Mediterráneo, otro del Atlántico, y este va a ser del Pacífico. Eso no hay quien lo pare. Los chinos han inventado un sistema que funciona: autoritarismo político con libertad económica. Están felices porque les gusta fundar empresas, ganar dinero y gastárselo, mientras papá Estado soluciona los trámites burocráticos.