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El Cultural

Petros Márkaris: "He escrito desde el enfado y la rabia por lo que han hecho los políticos griegos"

11 febrero, 2012 01:00

Está como un niño con zapatos nuevos. Petros Márkaris (Estambul, 1937) ha conseguido por fin, al tercer intento, el Premio Carvalho de BCNegra con su novela Con el agua al cuello (Tusquets), la primera entrega de la trilogía, en la que el escritor disecciona con la precisión de un experto cirujano la tremenda crisis por la que está pasando Grecia. Locuaz y exultante, pasea por Barcelona, una ciudad que descubrió gracias a las novelas de su admirado Vázquez Montalbán, al que reconoce como su maestro literario. Pero el dolor y la rabia afloran en la expresiva cara de este autor, tan políglota como polifacético, cuando habla de su ciudad, Atenas, y narra las penurias por las que están pasando los ciudadanos griegos.

- Nace en Turquía, de familia cristiana, padre armenio y madre griega. Un cóctel de lo más sugerente...
- Cuando yo nací los matrimonios mixtos no eran tan habituales, incluso en familias cristianas. Era poco frecuente que un armenio y una cristiana, o a la inversa, se unieran en matrimonio. Y, por descontado, judíos y turcos jamás se mezclaban. Pero mi familia era griega, y en casa hablábamos griego, incluso con mi padre. Me siento griego, me crié en Estambul pero estudié en una escuela griega, aunque la enseñanza secundaria la cursé en un instituto austriaco. En 1960 dejé Turquía siendo trilingüe, y aún hoy conservo esos tres idiomas (griego, turco y alemán) que leo y escribo corrientemente.

- ¿Es fácil para un griego sentirse a gusto en España?
- Absolutamente. Me siento cercano a los españoles, y en el sur de Europa estoy muy cómodo. Mi cultura es germánica pero mis raíces están en el sur de Europa. Me gusta esa mezcla.

- Traductor, novelista, guionista, dramaturgo... ¿con qué se identifica más?
Mi trayectoria es paradójica porque lo que me ha salido bien en la vida es justamente lo que nunca he querido hacer. Mi padre me envió a Viena a estudiar Económicas. No me gustaba nada esa carrera y la dejé. Luego me fui a Atenas y allí empecé a trabajar en una empresa, en la que estuve once años. Es decir, que no me interesaba el mundo de las finanzas pero estuve inmerso en él esos once años y me fue bien. En cuanto a la novela, nunca quise dedicarme a ella. Por eso me dediqué a escribir guiones, en cambio el éxito lo he cosechado con las novelas. Por eso digo que las cosas que me han funcionado son aquéllas por las que nunca he manifestado excesivo entusiasmo.

- Se interesó por la novela policíaca después de haber escrito los guiones televisivos de Anatomía de un crimen....
- Más o menos, ya que como lector me interesaba la novela negra desde muy jovencito. Pero nunca creí que yo podría dedicarme a eso. Fue una coincidencia, ya que cuando me propusieron escribir esos guiones pensé que todas mis lecturas sobre el género negro y policíaco me servirían de gran ayuda. Pero luego, cuando me decidí a ser novelista, fue la experiencia como guionista televisivo la que me dio el empujón definitivo. Lo que he descubierto a lo largo de mi vida profesional es que, hagas lo que hagas, las sucesivas experiencias provocan una reacción en cadena. Me parece muy interesante el ver como ocurren las cosas en la vida, el modo en que se suceden unas a otras.

- ¿Kostas Jaritos, el comisario de sus novelas, es su reencarnación en la letra impresa?
- En parte sí. Tenemos muchas cosas en común, observamos y analizamos la vida y la sociedad ateniense desde el mismo lugar y bajo los mismos parámetros. Sus chistes son los míos. Mi hija siempre me dice que está harta de oír mis bromas y leerlas luego en mis novelas. Ahora bien, la vida familiar de Jaritos no tiene nada qué ver con la mía, sino que en realidad está directamente inspirada en la de mis padres. Y su casa es exactamente igual a la de mi infancia. Pero tenemos muchas semejanzas. Por ejemplo, Adriani está inspirada en mi madre, son idénticas en el aspecto físico y de personalidad. Y Katerina, la hija de Jaritos, es como mi propia hija. De modo que mi comisario es casi un personaje autobiográfico.

Su protagonista, un comisario gruñón, intransigente, exagerado y gritón, recorre las calles atenienses en su Mirafiori buscando pistas y atando cabos que le permitan armar sus investigaciones. Está casado con Adriani, experta cocinera, y ambos son padres de Katerina, una aplicada estudiante de Derecho. Y, entre asesinatos y atracos, el lector es testigo de un festival gastronómico que va desde la Moussaka hasta la ensalada con dulcísimos tomates salpicados con queso feta y aceitunas koroneiki. Un canto a la sensualidad mediterránea.

- ¿Esa fue su intención al crearlo o Jaritos se independizó y cobró vida propia?
- Hay dos maneras de configurar un personaje. Una es sentarse delante del ordenador y empezar a pensar en un ser imaginario. Y otra, crearlo a partir de personas a las que ya conoces, esta última ha sido mi técnica.

- ¿Atenas es tan protagonista como el propio Jaritos?
- Totalmente. Del mismo modo que Barcelona es protagonista de los libros de Vázquez Montalbán, mi maestro.

- ¿La novela negra es una buena herramienta para hacer una crítica sociopolítica de la realidad?
- Sí, hay que tener en cuenta los principales cambios que ha sufrido este género. Hoy en día, casi no hay ningún escritor que se quede con el esquema clásico que siguieron Agatha Christie o Sir Arthur Conan Doyle. Ese guión ya no es válido, sino que se ha llegado a la unificación de la trama policíaca y criminal con el trasfondo político, social y crítico de la novela negra. Ese ha sido un paso muy interesante que se ha dado en los últimos años. Y el primero en hacerlo fue Vázquez Montalbán en su obra Los mares del Sur. Su lectura fue una revelación para mí. Fue muy vanguardista en su momento y a mí me inspiró muchísimo.

- Por fin se ha hecho con el Premio Carvalho en la tercera intentona.
- Sí, y estoy encantado. Me gusta este premio porque lleva el nombre del detective de Montalbán, y eso me ha acercado todavía más a él y a su ciudad. La pena es que no llegué a conocerlo personalmente.

- La crisis griega ha sido inspiradora para usted...
- Atenas está viviendo un momento muy difícil. Llevo 46 años viviendo en esa ciudad y he vivido en primera persona su evolución. Los políticos griegos se inventaron un país ficticio, y hemos vivido por encima de nuestras posibilidades durante treinta años. Ahora lo estamos pagando. Lo que está ocurriendo ahora es un desastre y, lamentablemente, va a ir a peor. Hay muchísima gente sin recursos, completamente arruinada. Escribir sobre esto ha sido muy duro para mí, lo he hecho desde el enfado y la rabia y eso se ve muy claro en la segunda novela de mi trilogía, que ya se ha publicado en Grecia y ahora se está traduciendo a distintos idiomas.

- ¿Callejón sin salida?
- Creo que Grecia debería seguir los consejos del FMI y de los países de la Eurozona, y cuanto antes lo haga mejor. Para saber si la medicación que recomienda el doctor es la correcta, uno debe tragarse la pastilla. Si el tratamiento es válido Grecia se curará y pasará su posterior convalecencia. Ahora bien, si el protocolo no es efectivo entonces el paciente deberá acusar al médico por no recomendarle una buena terapia, y éste tendrá que darle explicaciones.

- ¿La ironía es un buen recurso para hablar de cosas trágicas?
- Eso ya lo dijo Bertolt Brecht en su día, cuándo escribió que “Incluso en los momentos más trágicos uno puede reírse”.

- ¿Cómo escribe Márkaris?
- Para empezar una novela parto siempre de una imagen visual. Luego ya descubro la trama, mientras la estoy escribiendo. A priori nunca sé lo qué va a suceder. Yo cada mañana desayuno con Jaritos y le interrogo acerca de lo que va a hacer, cómo va a seguir la investigación, a quién va a interrogar hoy, etc. Jaritos está lleno de vida, y yo sólo narro lo que hace.

- ¿En qué está metido ahora?
- Deseando empezar la tercera novela de mi trilogía. Ya tengo la imagen en la cabeza, y ahora he de organizarme para escribir, pero esto no ocurrirá hasta principios de abril. Soy muy germánico en cuanto a disciplina, sigo un horario estricto que cumplo en dos sesiones diarias, de cuatro horas cada una.

- ¿Alguna manía?
- Sí, con el desayuno leo periódicos internacionales entre las 8 y las 10, hora en que empiezo a escribir. Como en casa, muy frugalmente, y luego leo periódicos griegos, antes de la segunda sesión de escritura. Y a las 8 de la tarde acabo y entonces suelo salir a cenar fuera.