Juegos Olímpicos: la cultura también gana
Londres 2012 | Letras
27 julio, 2012 02:00Cartel de Martin Creed para los Juegos 2012
Hace unas semanas, Londres fue 'bombardeada' desde el aire con 100.000 poemas de autores procedentes de los 204 países que participan en los Juegos Olímpicos que comienzan el 27 de julio. Fue sólo el aviso de lo que nos espera, ya que estas Olimpiadas apuestan desesperadamente por la cultura.
"Luchar, buscar, encontrar y no rendirse"
Los aficionados al deporte no son precisamente famosos por sus gustos literarios -entre sus pasiones se cuentan más a menudo los cánticos de los estadios animados por la cerveza que las meditaciones profundas- por lo que los observadores de los Juegos Olímpicos pueden quedar desconcertados ante la súbita proliferación de poesía relacionada con los Juegos de 2012. Hace unas semanas, los poetas internacionales se encontraron en Londres para declamar en 50 idiomas en un festival llamado "El Parnaso de la Poesía" ("Poetry Parnasus"), en el que se lanzaron 100.000 ejemplares de su obra completa desde un helicóptero sobre el lugar donde se celebra, junto al Támesis. Otro proyecto poético, "El mundo escrito", presentará un poema de cada uno de los 204 países que compiten en los Juegos Olímpicos que se leerá en directo y que la BBC emitirá diariamente desde hoy. Y se ha grabado un verso de Tennyson en placas de piedra, de metal y de madera expuestas en puntos estratégicos de todo el Parque Olímpico, para edificar el espíritu tanto de los atletas como de los espectadores.Sin embargo, la relación entre la poesía y los Juegos Olímpicos se remonta a los mismísimos orígenes de los Juegos. En la antigua Grecia, los actos literarios eran una parte indispensable de los festivales de atletismo, en los que los escritores completamente vestidos podían ser tan populares para el público como los musculosos atletas que se pavoneaban desnudos y relucientes por el aceite de oliva. Los espectadores que abarrotaban el santuario de Zeus buscaban la perfección tanto en el cuerpo como en la mente. Los atletas victoriosos encargaban a los grandes poetas como Píndaro que compusieran odas a su triunfo, que unos coros de chicos cantaban en fastuosos banquetes. (El refinado ambiente cultural podría hacer palidecer a las ceremonias inaugurales contemporáneas con su desfile de estrellas del pop). Los filósofos y los historiadores presentaban obras innovadoras, mientras que los poetas menos conocidos montaban puestos o declamaban desde tribunas improvisadas.
La crítica podía imponerse con brutalidad: cuando el dictador siciliano Dionisio presentó unos poemas insatisfactorios en el 384 a.C., unos aficionados a los deportes indignados le dieron una paliza y destrozaron su tienda. En otros festivales de atletismo griegos, como los de Delfos, dedicados a Apolo, el dios de la poesía y de la música, los poemas musicales se ofrecían como una prueba de competición, junto con los concursos de lira y de danza coral.
Durante gran parte del siglo XX, la poesía en los Juegos era una competición oficial donde se ganaban medallas. El visionario francés que resucitó los Juegos Olímpicos, el barón Pierre de Coubertin, siempre insistió en que los concursos artísticos de estilo griego deberían permitirse junto con el atletismo. Su sueño se hizo realidad en 1912 en Estocolmo, donde la literatura, junto con la música, la pintura, la escultura e incluso la arquitectura, se convirtieron en pruebas olímpicas en el llamado Pentatlón de las Musas, en el que todas las propuestas tenían que estar "directamente inspiradas por la idea del deporte". En siete Olimpiadas, a los escritores -casi siempre poetas- se les concedieron medallas de oro, plata y bronce junto a los velocistas, a los halterófilos y a los luchadores. Luego, la categoría general de literatura se amplió en 1928, en 1936 y en 1948 para incluir competiciones específicas de poesía épica y lírica.
El propio De Coubertin no se quedaba atrás: obtuvo la primera medalla de oro en 1912 por su "Oda al deporte", que presentó bajo dos seudónimos, uno francés y otro alemán. Como era de esperar, se trata de una evocación florida del ideal clásico: "¡O Deporte, tú eres la Belleza!... ¡O Deporte, tú eres la Justicia!... ¡O Deporte, tú eres la Felicidad! El cuerpo tiembla de júbilo al oír tu llamada". ...
Pero pronto, la inclusión de la poesía en los Juegos Olímpicos resultó conflictiva, y provocó un clamor entre los intelectuales altamente competitivos. En 1912, las academias de las artes suecas se opusieron a que las pruebas fueran solo deportivas y declararon que las competiciones "carecían totalmente de un propósito coherente", según el historiador Richard Stanton en The Forgotten Olympic Art Competitions [Las competiciones artísticas olímpicas olvidadas]. Y los críticos mantenían que la norma de que los competidores tenían que ser aficionados era absurda cuando se aplicaba a las artes, ya que solo merecía la pena incluir a los profesionales serios.
De hecho, la exclusión del Pentatlón de las Musas de los autores más famosos de la época hizo que las competiciones tuvieran una calidad limitada e inferior. ¿Cómo podría ser de otro modo cuando el oro en literatura en los Juegos Olímpicos de París de 1924, por ejemplo, no lo consiguieron ni T.S. Eliot ni Jean Cocteau sino un tal Geo-Charles, el seudónimo de Charles Louis Prosper Guyot, por Jeux Olympiques, una evocación del lanzamiento de martillo y de las carreras a pie? ("Los corredores se inclinan, flores tensas, ... / Un lanzamiento: ¡una palabra violenta! / Y de repente / Los cuellos se extienden, hacia delante / como tallos / caras como manzanas / pálidas y robadas / dientes y mandíbulas lanzándose al / espacio".) Hoy en día, el autor es poco conocido fuera de su localidad natal, Grenoble, donde un pequeño museo le aclama como "un pionero del arte en el atletismo". El único poeta excepcional en probar suerte fue el protofascista italiano Gabriele d'Annunzio, que participó en 1912, solo para que se rechazara su obra. Sin embargo, el dramaturgo Thornton Wilder fue juez en los Juegos de Los Ángeles de 1932 y seleccionó una oda alemana al montañismo.
Muchos de los poemas de estos siete Juegos Olímpicos han desaparecido y actualmente solo son conocidos por sus títulos. Los historiadores del deporte siguen buscando en vano, por ejemplo, el misterioso y profundo poema, "Las instrucciones de un jinete a su amante", del poeta alemán Rudolf Binding (medalla de plata en Ámsterdam 1928). En algunos casos, el olvido puede estar justificado: las competiciones artísticas en los Juegos de Berlín de 1936 se celebraron ante la atenta mirada de Joseph Goebbels, y los fascistas ganaron sin dificultades ya que los alemanes y los italianos se llevaron todas las medallas de poesía lírica.
Hoy en día, los amantes de la poesía y los deportes deben contentarse con poder reflexionar sobre los escasos supervivientes, como la composición "El laurel de Grecia", del poeta finlandés Aale Maria Tynni, que consiguió el oro en los Juegos de Londres de 1948:
"Laurel de Grecia de noble origen el más celebrado de los árboles, mirando a tu noble corona, deslumbrada debe estar la mente".
Este fue el último suspiro de la poesía olímpica. Los organizadores empezaron a dudar de la calidad de las propuestas, a medida que el abismo entre los participantes relacionados con los deportes y la poesía contemporánea se iba haciendo cada vez mayor. Aparte del persistente tema del amateurismo, uno de los responsables insinuó que "no había suficientes artistas que tuvieran ocasión de estudiar la belleza del cuerpo humano en movimiento o que tuvieran relación con el mundo del deporte". En Helsinki, en 1952, la literatura se suprimió discretamente, junto con las demás competiciones artísticas.
Actualmente, el Comité Olímpico Internacional no recoge ninguno de los resultados de poesía en sus registros, lo que parece indicar una cierta vergüenza por todo el intervalo. Pero ¿llevará la omnipresencia de la poesía en Londres este verano a reclamar otro Pentatlón de las Musas? Después de todo, el requisito de que los participantes no fueran profesionales se eliminó en la década de 1980.
Una cuestión más difícil es saber si los poemas que se reciten en Londres resistirán el paso del tiempo. Como demuestra el Pentatlón de las Musas, una asociación del poeta con los deportes -incluso un gigante como los Juegos Olímpicos- no garantiza una fama duradera. Los antiguos griegos seguramente lo entenderían: muchos de sus poetas olímpicos más famosos apenas son conocidos hoy en día, ni siquiera por los clasicistas más obsesivos. Puede que a los literatos les sirva de algún consuelo el que los atletas griegos victoriosos, que eran más famosos que nuestras estrellas del fútbol mientras estaban vivos, y a los que a veces se idolatraba como dioses después de su muerte, sean ahora igual de desconocidos.
Naturalmente, el carácter efímero de la gloria terrenal ha sido durante mucho tiempo un tema manido para los poetas. Para los Juegos de este año, una comisión de expertos en literatura decidió adornar la Villa Olímpica de Londres con un verso del Ulises de Tennyson para resumir la obstinada determinación del antiguo viajero: "Luchar, buscar, encontrar y no rendirse". Las palabras de Aquiles reflexionando sobre los caprichos de la fama en la Iliada de Homero quizá sean más matizadas: "Así yo yaceré en la tumba cuando muera, mas ahora ganaré gloria". O, como decía Emily Dickinson más alegremente: "La fama es una abeja. / Tiene una canción - / Tiene un aguijón - / Ah, y también tiene alas".
New York Times Book Review
De Wole Soyinka a la española Eli Tolaretxipi
El alcalde de Londres lo dejó claro hace tres años en el Daily Telegraph: "Cuando aprendes un buen poema ganas un amigo para siempre, una voz que resonará en tu cabeza cuando lo desees, llena de hermosura, consuelo y verdad". Si a eso le unimos la voluntad declarada de la responsable de las Olimpiadas Culturales de Londres 2012, Ruth Mackenzie, de recuperar la idea de Pierre de Coubertin de basar las Olimpiadas en tres ejes, deporte, cultura y educación, y de apostar por la poesía, no es de extrañar que la primera actividad cultural asociada a los juegos fuese "El Parnaso de la Poesía", en el que participaron más de doscientos poetas, como los premios Nobel Wole Soyinka y Seamus Heaney, el norcoreano Jang Jin Seong (avergonzado por haber sido autor de cámara de un dictador) o el neozelandés Bill Manhare.Nuestra representante fue Eli Tolaretxipi (San Sebastián, 1962), poeta y traductora de Sylvia Plath, Elisabeth Bishop, Patti Smith o Emily Dickinson, casi desconocida en España fuera de los ámbitos de la traduccción, y que en pleno festival confesaba que como autora intenta no ser demasiado indulgente, sentimental ni didáctica en sus versos, pero que su obra está teñida de la lucha en el tiempo y contra él, y sobre todo, recordando a Gamoneda, "contra la muerte". Profesora de la Escuela Oficial de Idiomas de San Sebastián, Tolaretxipi huye de la política y apuesta por "una cierta esperanza" mientras recrea mundos "desaparecidos o emergentes" sabiendo que "Desde fuera/ nadie puede leer el desánimo."
Mientras los poetas recitaban en el Festival, la capital británica era "bombardeada" con versos: cien mil poemas llovieron sobre Londres a comienzos de julio, en una iniciativa ideada por un colectivo artístico chileno, "Casagrande", que ya lo ha realizado sobre ciudades como Santiago de Chile, Dubrovnik, Guernica o Berlín, víctimas de ataques aéreos más sangrientos. Los paseantes que recogieron ese día los poemas celebraban ser parte de algo muy especial. Todas las actividades culturales son gratuitas para los londinenses. Sin embargo, los responsables quieren que los ojos del mundo no se detengan en Londres y han apostado porque este año la Conferencia Mundial de Escritores que se celebra del 17 al 21 de agosto en Edimburgo sea inolvidable y se vincule a los Juegos. Inaugurada en 1962 por Norman Mailer y William S. Burroughs, van a participar cincuenta autores que recuperarán los temas que centraron el debate hace medio siglo, como la existencia de una literatura "nacional" (Irvine Welsh) , la censura hoy (Patrick Ness) o si los escritores deben comprometerse con la política (Ahdaf Soueif, egipcio). Con Ali Smith (1962), Ben Okri (Nigeria, 1959) o Hiri Kunzru (1969) entre los invitados, la idea es que los doce meses siguientes la Conferencia Mundial visite otras quince ciudades del mundo, y de voz a todos los que puedan enriquecer el debate sobre la literatura, las nuevas tecnologías, la censura y la libertad.
Mientras los británicos repiten como un mantra los versos de Tennyson grabados en los estadios y la villa olímpica, Londres 2012 se caracteriza por el protagonismo de los niños. Si ya es tradicional en Reino Unido que cada verano miles de lectores infantiles compitan en el Summer Reading Challeng, y que lean en el menor tiempo posible seis libros, ahora se ha puesto el acento en vincularlo a los Juegos y se ha organizado un concurso de poesía sobre las Olimpiadas para jóvenes londinenses. Participaron más de 2000, en tres tramos de edades, de los 10 a los 15 años, y el poema ganador absoluto fue "Historia de un campeón", de la quinceañera Fope Jegede, que, ay, también se ha olvidado de los perdedores.