El Cultural

David Simon y el ejército imperial

5 agosto, 2013 11:05

[caption id="attachment_145" width="150"] David Simon[/caption]  No sabemos si interpretarlo con ironía o condescendencia: la primera vez que David Simon viaja a España lo hace para participar en una cita de literatura fantástica, terror y ciencia-ficción. El festival asturiano Celsius 232 ha celebrado este fin de semana su segunda edición, y allí ha dado a parar el creador de The Wire, tal y como el año pasado el invitado estrella fuera George R.R. Martin. El propio Simon lo reconoce, a diferencia del celebradísimo autor de Juego de tronos, él no ha nacido para "inventar mundos", más bien para desmenuzarlos y exponer sus demoliciones. Ha volcado su extraordinario talento cultivado en la escuela periodística en, como él lo expresa, "tejer un pensamiento crítico a partir de una realidad preestablecida". O lo que es lo mismo: edificar ladrillo a ladrillo y latido a latido series tan densas y novelísticas como The Wire o Treme. Series, como bien saben sus admiradores, que han transformado para siempre los parámetros de la ficción televisiva, que nos han hecho creer en la posibilidad de que la gran novela americana también pueda "leerse" en la pequeña pantalla. Series que se han sublevado contra un imperio del entretenimiento en el que solo parece haber espacio para buenos y malos, justicias o injusticias, mensajes claros y explicativos. Simon se mueve en los matices en gris, en el fango de la jungla urbana, allí donde la vida palpita y la televisión se conjuga en clave realista.

El aclamado creador de la HBO, ex-periodista del "Baltimore Sun", aterrizó el jueves en Avilés para ofrecer a lo largo del fin de semana dos charlas a un público numeroso y entusiasta, algunos disfrazados de criaturas fantásticas. La figura alta, robusta y calva de Simon parecía relajada, sin embargo, rodeado de soldados del ejército imperial de George Lucas. Una imagen para el recuerdo. Concentró la primera de sus intervenciones en su obra literaria –los crónicas periodísticas Homicidio y La esquina, surgidas de sus años de trabajo como reportero de sucesos criminales en Baltimore, y que dieron lugar a sendas miniseries de la HBO–, y la segunda a su trabajo para la ficción televisiva, donde desentrañó algunas claves y métodos de su trabajo. Esta semana continúa su visita española por Barcelona. Y ese será todo su peregrinaje por España. Apenas una semana. "Me gustaría quedarme más tiempo, quizá viajar a Madrid, pero es imposible... Tengo mucho trabajo acumulado", me explica la mañana del sábado en su hotel, tras presentarse a la cita con media hora de retraso. "Siento haberme quedado dormido, pero tenía que cumplir un plazo y anoche me quedé escribiendo hasta muy tarde... y además todavía estoy con el jet-lag". Da sorbos apresurados a un café mientras busca las palabras para articular discursos a la altura de su inteligencia casi agresiva.

¿Y qué es lo que el responsable de Treme, aún en emisión (la cuarta temporada será la última), se trae entre manos? ¿Qué le mantiene hasta altas horas de la noche tratando de cumplir plazos? "Todavía no tengo ninguna luz verde, pero estoy trabajando en dos proyectos para HBO, que aún me tiene en nómina, confiando en que alguno convenza a los ejecutivos". Ambos proyectos abandonan su acostumbrada y punzante mirada hacia lo contemporáneo para viajar por primera vez al pasado. El guion de Legacy of Ages, basado en un libro de Tim Weiner, lo escribe con Ed Burns, co-creador de The Wire, y se propone escrutar con detalle la historia de la CIA desde el fin de la II Guerra Mundial a través de los años cincuenta. "Para nuestra investigación, estamos solicitando personas que estuvieron envueltas en asuntos de política exterior durante esos años que nos cuenten sus historias por mail", añade. La misma clase de investigación periodística, y de llamamiento a la colaboración ciudadana a través de su blog The Audacity of Despair, sustenta Times Square, serie en la que cuenta con la colaboración del escritor George Pelecanos (uno de los más aclamados guionistas de The Wire), y que propone sumergir al espectador en el Manhattan de los años setenta tal y como nos ha hecho habitar Baltimore y la Nueva Orleans post-Katrina. Todo parece indicar que la representación de la ciudad moderna seguirá ocupando el verdadero protagonismo de sus series originales (Generation Kill se basaba en el libro de otro periodista). [caption id="attachment_146" width="450"] Fotograma de la serie de televisión ' The Wire '. Foto: Archivo[/caption] "En los setenta –continúa Simon–, Manhattan se convirtió en una especie de frontera, donde había constantes tensiones entre la mafia, la industria del sexo y las drogas. Se vivió una situación caótica, con la ciudad al borde del abismo, entre el 72 y el 86, hasta que el sida golpeó con toda su crudeza. Fue un periodo muy extraño en la vida de Nueva York. Hoy todos esos barrios chungos se han convertido en Disney, en un parque temático, como la calle 42... lo que no deja de ser una demostración más de que las grandes corporaciones siempre se acaban saliendo con la suya". El ojo critico, inicisivo de Simon para revelar las enfermedades sociales de América sigue encontrando en la urbe moderna ese espacio donde hurgar en las fracturas del sistema capitalista. Nueva York era en verdad durante los salvajes años setenta una ciudad bien distinta a la que retratan hoy series fashion como How to Make it in America o Girls, una ciudad tan sucia como lisérgica, tal y como la retraron míticos filmes como Taxi Driver, Cowboy de medianoche o Tarde de perros. El principal desafío (y dificultad) al que Simon confiesa que se enfrentará con cualquiera de ambas series "es que en términos presupuestarios son demasiado caras para mis estándares". En su caso, el dinero es una preocupación de primer orden porque el éxito nunca le ha llegado de forma inminente y automática. "Mis series son de largo recorrido, exigen casi la misma atención y paciencia que una novela de Balzac o de Melville, y por eso han necesitado del compromiso de una cadena de pago que no tenga que dar cuenta a los anunciantes, y que por tanto pueda en cierto modo sortear las dictaduras de audiencia". De hecho, el éxito de The Wire –"que ya han podido ver unas 20 millones de personas en el mundo", calcula Simon– solo se produjo varios años después de su emisión televisiva, con la edición en DVD de sus cinco temporadas y su propagación global mediante descargas on-line. La compleja, estratificada The Wire no solo hizo historia en el campo narrativo de las series, también en los modelos de negocio televisivo. "Hicimos algo muy inteligente –se reafirma Simon–, y es que era un show barato en el que todo el dinero podía verse en la pantalla. Era una serie mucho más barata que Boardwalk Empire o Deadwood, porque no había nada de ambientación histórica ni efectos digitales que encarecieran la producción. Filmamos todo en los escenarios naturales del Baltimore contemporáneo. Nuestro presupuesto por capítulo era una tercera o cuarta parte de un capítulo de Los Soprano, y si haces algo barato, te dejan libre. Además, nuestros actores estaban contentos solo con tener un trabajo. Como no era una serie de éxito, ningún actor pedía mas dinero al renovar de una temporada a otra. Esa libertad conquistada es la que nos permitió revelar la naturaleza más oscura de los engranajes sociales y políticos de América sin que nos patearan el culo cada semana". Las grandes audiencias tampoco han amparado a Treme durante su emisión, que en otoño llegará a su final con una cuarta temporada de apenas cinco capítulos. "Creo que ocurrirá con Treme lo mismo que con The Wire, que se comprenderá mejor y adquirirá mayor relevancia cuando esté completa y pueda valorarse en su conjunto. Si se piensa bien, creo que es una serie aún más disidente que The Wire, porque no cumple prácticamente ninguno de los mandamientos televisivos. Su ritmo es aún más lento y con tendencia a la divagación. No hay tramas con traficantes y policías, no hay elementos de género, solo músicos y chefs de cocina, gente ordinaria tratando de sobrevivir en una ciudad devastada, abandonada por las administraciones públicas". Co-escrita con Eric Overmyer, Treme se ha revelado como una sentida y melancólica celebración de la cultura como elemento integrador y de resistencia de la comunidad Americana. Y además es el bien más preciado de Simon. "Es mi mejor trabajo como escritor y estoy plenamente satisfecho con el resultado. Pero no es una serie diseñada para recoger premios y convocar el entusiasmo de las masas. No me interesan nada los premios. Si te metes a escribir para ganarlos, ya has perdido antes de empezar". [caption id="attachment_144" width="450"] Un fotograma de 'Treme'. Foto: HBO[/caption] Como el alcalde Tommy Carcetti de The Wire, David Simon, residente en Baltimore y alérgico a Los Angeles, es "un hombre que se despierta blanco en una ciudad que no lo es". Otra de las razones principales de que sus series no sean pasto de multitudes, como señala el propio Simon, es que "el protagonismo es mayoritariamente negro, y la gente cambia de canal cuando ve actores negros en televisión". En su ambiciosa labor de raíces periodísticas por desenmascarar los varios rostros de América –"porque mi país es un país esquizofrénico", asegura–, el escritor se muestra determinado a seguir retratando las tensiones raciales que habitan en la sociedad norteamericana. "La posibilidad de ser víctima de homicidio si eres un varón blanco en Baltimore es igual que en Omaha, pero esa posibilidad aumenta exponencialmente si eres afroamericano y joven. Estas dos Américas viven juntas, pero su coexistencia no es política ni económica". ¿Y el papel de Obama en la presidencia? ¿No ha mitigado las tensiones raciales? "Es posible que sí, pero desde la recesión está ocurriendo algo muy curioso. Ahora es la clase trabajadora la que está siendo segregada. Un síntoma muy claro es que la metaanfetamina, cuya economía sumergida pertenecía a la comunidad negra, ahora está pasando a manos de la clase proletaria y desempleada. América es menos racista que antes, pero en contrapartida es más clasista. La esquizofrenia es la misma". Tiene una opinión muy clara sobre el caso de George Zimmerman, el vigilante voluntario de Sanford recientemente absuelto que disparó y acabó con la vida del joven de raza negra Trayvon Martin: "Mi país esta muy jodido en lo que respecta a la cultura de armas. El sistema anglosajón entiende la defensa propia como el uso razonable de la fuerza para acabar con una amenaza a tu propia vida, pero la Asociación Nacional del Rifle (NRA) ha conseguido que 22 de 50 estados modifiquen esa noción. Ya no se trata sólo de legitimar la defensa de tu vida, sino también la defensa de la propiedad privada y hasta el orgullo de los ciudadanos. Con estas leyes estamos quitando valor a la vida humana”. Las existencias lumpen, desclasadas y oprimidas, diablos en el hoyo de la metrópolis americana que sobreviven como sobrantes de la sociedad posindustrial bajo un sistema que las considera población prescindible por improductiva... Camellos, yonquis, indigentes de Baltimore, delincuentes por necesidad, desempleados o la diáspora de afroamericanos que han sido arrancados de sus hogares tras el desastre del Katrina. A ese amplio sector de la sociedad norteamericana es al que David Simon da voz con su trabajo, radiografiando las pandemias y deformidades del sistema, sus efectos más monstruosos. "No soy marxista, pero sí me considero socialista. Esto lo puedo decir en Europa sin problemas, pero en Estados Unidos aún levanta reacciones de ira y de incomprensión. Pero para qué negarlo. Políticamente me coloco más a la izquierda que el partido demócrata". Pero lo suyo, dice, no es un acto de intervención política con capacidad para modificar el status quo: "Como mucho, podemos calentar al debate".