El Cultural

Arthur Russell (1): Corriente Subterránea

26 agosto, 2013 13:04

  [caption id="attachment_172" width="150"] Arthur Russell[/caption] Desde hace unos años se han ido sucediendo los pasos, una pequeña hilera de ellos, en pos de la recuperación de la obra del músico estadounidense Arthur Russell. El sello Audika Records fue creado en 2004 exclusivamente para la edición de su legado y así ha ido publicando trabajos más o menos cerrados aunque en muchos casos no llegaron a ser dados por terminados por Russell. Audika ha contribuido decisivamente a la exposición y actualización de su figura mediante ediciones como Love is Overtaking Me, disco recopilatorio de inéditos publicado en 2008 que contó con la ayuda en la restauración sonora de Chris Taylor, productor y bajista y cantante de Grizzly Bear. También en 2004, el sello de soul jazz así llamado, Soul Jazz, publicóThe World of Arthur Russell, magnífico recopilatorio para introducirse en tales aguas subterráneas. Más recientemente ha aparecido varias reediciones (Get On Down lo ha hecho en formato de lujo con una caja con cuatro 12'') de 24-24 Music: o lo que es lo mismo, las producciones que hizo Russell para Sleeping Bag Records, el sello que montara junto con el empresario Will Socolov y Juggy Gales. El año pasado la histórica organización filantrópica Red Hot dentro de su cruzada contra el SIDA mediante campañas de difusión, y la web musical Pitchfork, lanzaron una campaña de financiación colectiva a través de Kickstarter para sacar adelante un disco de versiones a cargo de parte de la flor y nata de la escena indie guiri. Posiblemente resultó económicamente algo disparatada (se fijó el presupuesto en 55.000 dólares), por mucho que entre los participantes figuraran fans como Twin Shadow, Washed Out, José González, Hot Chip, Nico Muhly + Owen Pallett, Cut Copy, Devendra Banhart, Chad VanGaalen, Scissor Sisters o Laurel Halo. En cualquier caso, una auténtica lástima que no haya salido adelante. De todas formas los homenajes y citas dentro del indie exquisito van siendo cada vez más habituales. En 2007, Rough Trade, que en algún momento llegó a publicar el único álbum que vio la luz en vida de nuestro protagonista (y que alguna relación guarda con el mencionado sello Audika), publicó el EP Four Songs by Arthur Russell con notables versiones a cargo de Jens Lekman, Vera November, Taken By Trees y Joel Gibb. Más recientemente hemos podido saber de versiones o remezclas de otros ilustres imaginistas de la música actual como Julia Holter o Atlas Sound. Y resulta del todo imposible no pensar en la música de Russell al escuchar (algo que no hay que dejar de hacer con asiduidad) esa cima del pop reciente que es Swim de Caribou.

Por su parte, el sello Electric Minds también trató de hacer su particular homenaje desde el ángulo nu-disco y house. Aunque el recopilatorio de versiones por parte de My Tiger My Timing, Steven Hall & Joyce Kirby, Yam Who?, Max Essa, Faze Action, Ilija Rudman o Pocketknife, entre otros, le salió rana, todo hay que decirlo.

Negro sobre blanco, desde 2009 existe una biografía, Hold On To Your Dreams: Arthur Russell and the Downtown Music Scene, 1973-92, escrita por el británico Tim Lawrence, autor que ya antes se había preocupado por las relaciones de la obra de Russell con el concepto de Rizoma de Deleuze. Aún está inédita en castellano. Veremos quiénes son los más listos. Los pasos se han dado también en la gran pantalla. Tras el documental Wild Combination: A Portrait of Arthur Russell que en 2008 recorriera festivales de medio mundo (ganó el primer premio en el In Edit de Barcelona), el último acontecimiento ha sido el estreno en los últimos meses de Keep The Lights On, drama con guión y dirección de Ira Sachs que ha pasado por los festivales de Sundance, Berlín y Tribeca y cosechado laureles en el Outfest 2012 de Los Ángeles y en el LesGaiCineMad 2012 de Madrid. Todavía no hemos podido ver la película. Por lo que cuentan posiblemente sea estimable, lo que no quita para que nos resulte irónico (por previsible en estos tiempos) que Russell acabe popularizándose por hacer póstumamente la banda sonora de un filme de éxito sobre relaciones amorosas entre varones en el abismo. Desde el mundo de las artes visuales aún se reivindica su figura. En 2007 la artista Johanna Billing exhibió en la Documenta 12 en Kassel un video que incluía su música. Cuántos nombres y referencias, ya, un lío, sí. No teníamos idea de empezar abundando en todos estos ecos de la vida y obra de Arthur Russell. Ninguno de estos motivos nos llevan a escribir sobre él. Ninguna reedición o edición de sus canciones, ni nuevo disco de tributo, ningún nuevo documental sobre su obra, ni noticia. Pero ¿acaso no sirven todos estos datos para trazar un buen retrato robot de nuestro artista? Sirvan entonces como pistas para encontrarse con un raro especimen de músico estadounidense que murió hace ya un tiempo, en 1992 y a causa de complicaciones derivadas del SIDA, para ser más exactos. No, no fue demasiado popular, al menos con su nombre o no más allá de cierta escena dance sobre todo de Nueva York, y dejó un legado creativo impreciso, del cual poco vio a luz mientras él vivió. Por eso, por la rareza pero sobre todo por la enormidad de su trabajo, entusiastas de lo que conocemos de su obra sentimos de tiempo en tiempo la tiránica necesidad de arrojar, como hace Indiana Jones en las películas, una cerilla encendida en medio de la oscura habitación de dimensiones y contenidos que quizá nadie conoce aún. Y a base de cerillas vamos atisbando. Arthur nació en 1951 en Oskaloosa, cierta pequeña ciudad de Iowa rodeada de maizales y tractores. Su madre tocaba el chelo así que el chico aprendió a tocar el instrumento de cuerda así como el piano. Leía poesía, ensayo y comenzó a componer. Con unos dieciocho años decidió emigrar a San Francisco, para vivir en una comuna budista y estudiar la música del norte de India en la escuela de Ali Akbar, a la vez que composición según la regla occidental en el conservatorio. Fue entonces cuando conoció al poeta beat Allen Ginsberg. Con él comenzará una relación de amistad que le acompañará a lo largo de su vida y empezará su andadura pública acompañando las lecturas y mantras del barbudo bardo.  
En 1973, se muda a Nueva York para realizar un programa de estudios combinados en música electrónica y lingüística. De alguna manera, al tímido de Arthur lo nombrarán director musical de The Kitchen, un espacio de vanguardia marginal para la experimentación con la performance y el vídeo. Eso lo atará más aún a la ciudad de los rascacielos y propiciará que abandone sus estudios. Allí estará cerca de un año entre 1974 y 1975, intentando amplificar el radio de acción de tal espacio. Parece ser que su labor acabará con controversia cuando Russell comience a programar rock. Invitará a los Modern Lovers de Jonathan Richman, a los Talking Heads de David Byrne y al artista fluxus Henry Flynt con su banda Nova'billy, que tocaba una especie de rockabilly minimal y repetitivo. Él veía tales eventos como ejemplos dentro del espíritu del arte de vanguardia, de la performance e incluso del minimal que allí se promovía. Una ampliación de miras de los conceptos de John Cage, tan admirados por aquella comunidad. Los otros minimalistas que lo rodeaban en The Kitchen no lo entendieron así.  
 

Entre 1975 y 1979, Russell formará parte del grupo de rock The Flying Hearts, y al parecer llegarán a grabar un disco con el mítico John Hammond para Columbia, pero jamás se terminó o se llegó a publicar. Será en esta época en la que colabore al chelo en una de las canciones emblemáticas de Talking Heads.

Sea como sea hacia 1976, sucede algo que terminará de cuajar la personalidad musical única de Arthur Russell: comienza a dejarse caer por las pistas de baile de los clubes multiétnicos y de ambiente gay de la zona del SoHo neoyorquino, y a su sonido funky y dance, que él entiende también como cercano a los valores minimal. Más allá de la desmentida leyenda de una noche epifánica, al parecer el flechazo fue rápido. No tardará en abordar a uno de los DJ’s eminentes de tal escena para hacer un disco juntos. Nicky Siano del club The Gallery, pese a que apenas sabía nada de Russell, acepta y juntos (rodeados de un conjunto variopinto de músicos escogidos por Russell que incluían a David Byrne a la guitarra, veteranos del funky y músicos de los márgenes como Peter Zummo o Henry Flynt) en 1978 producirán Kiss Me Again, el primero de los bombazos para las pistas de baile en que nuestro hombre estará involucrado. Durante un lustro largo, bajo las máscaras cambiantes de Dinosaur, Dinosaur L, Loose Joints, Felix, Killer Whale o Indian Ocean (entre otros), en colaboración en ocasiones con otros productores, músicos, cantantes y DJs, Russell suministrará dosis de funk mutante y extraño pero altamente contagioso durante la apoteosis del baile de los primeros años 80. Si hacemos caso a su colaborador, el multinstrumentista Steven Hall, Arthur aterriza en la música negra por la vía del gospel viejo y el R&B de autores como Curtis Mayfield o Lenny Williams pero su concepto rítmico estaba muy influido por la música oriental de India y de gamelán. Para acercarse a piezas de dance que le alucinaban como In the Bush de Musique tuvo que aprender el concepto de síncopa funky. Nunca acabó sucumbiendo a sus nuevos apetitos del todo y esa es la clave. El disco-no disco de Russell no funciona tanto como un artefacto pensado con matemáticas para la pista sino como un fluido orgánico hecho de filamentos microscópicos y de una riqueza musical completamente aparte del resto. Los ritmos no terminan de ser rotundos, todo parece esbozado pero sin fin, hay clusters y recomienzos, desvaríos que parecen free jazz suave. Es la música disco pasada por una mente y una imaginación donde la música, flotante y en sus múltiples formas, como una deidad india, no dejaba un minuto de fluir de un parte a otra.