Sergi Pámies: "El llanto no es garantía de dolor ni pena, su contención lo es"
En 'Canciones de amor y de lluvia' (Anagrama) recopila cuentos de variada índole
12 febrero, 2014 01:00Hay algo de mítico y especial en las películas cuando dos personas se enamoran. Y es que llueve. Pero, ¿es acaso la lluvia presagio de que ese amor va a ser más duradero y real? No hay datos científicos que lo corroboren pero en el cine queda bonito. Un tópico más. De modo que jugando con ese cliché, Sergi Pàmies (París, 1960) publica Canciones de amor y de lluvia (Anagrama), en el que recopila diversos cuentos de variada índole. Desde cuentos de amor a historias del final del enamoramiento, historias familiares reales de la Guerra Civil, pasando por cómo su madre desesperaba en los últimos meses de su vida ante la imposibilidad de tejer una bufanda o su encuentro con Paul Auster. Todo ello hilvanado a través de relatos cortos que intercalan la experiencia vivida y la invención y creación del escritor. Pregunta.- ¿Cómo se teje este libro de cuentos? ¿Qué relación hay entre el amor y la lluvia? Respuesta.- Es difícil encontrar un hilo conductor en un libro de cuentos y al tener 5 o 6 cuentos breves sobre el amor lo utilicé como melodía interna. Hay una opereta catalana que se llama Canción de amor y guerra y era un poco ese juego. El tópico de amor de la publicidad y el cine que siempre se pone a llover cuando dos se enamoran. P.- En el primer cuento, en el que aparece la figura de Joan Manuel Serrat, habla de que el amor termina de manera progresiva. Es cierto, pero también es cierto que recordamos el momento exacto en el que nos damos cuenta. Es como un mecanismo que hace clic. R.- Siempre se habla del flechazo, todos recuerdan cuándo se enamoran, el momento, el minuto, el día. El cuento en cuestión, Dos coches mal aparcados, sostiene que el fin del amor es lo mismo. En un segundo se acaba. A veces estás en un restaurante, te fijas en una pareja y en el primer plato están enamorados. Cuando vuelves a mirarles a la hora del postre ya no lo están. Son las arbitrariedades y el absurdo del enamoramiento. P.- Imagino que hay mucho de autobiografía. R.- Hay historias familiares y autobiográficas o autofamiliares. En general siempre que escribes hay mucho de ti, incluso en los relatos que te inventas. Si que hay algunos explícitamente con un importante elemento biográfico, otros son inventados. El titulado Nicho es un drama familiar, por ejemplo. P.- Nicho, es un episodio que ocurrió en su familia durante la guerra civil. Se narra el asesinato de su tío Antonio. ¿De qué manera marcó esto la historia de su familia? R.-Es un drama fundacional porque a mi tío la matan el tercer día de la guerra. Mi tío era el mayor de 4 hermanos, de los cuales dos son más jóvenes pero tienen una cierta intuición política. A partir de su muerte, se dedican a la política de manera más seria. Reflexiona sobre cómo una tragedia acaba derivando en que yo mismo exista porque mis padres se conocieron en la guerra. Y reflexiona, también, sobre como mis hijos no hubieran tampoco nacido si esa desgracia de la guerra nunca hubiera pasado. P.- ¿Sus hijos conocen este pasado familiar? R.- Como ellos han nacido en tiempos de paz han vivido en otro contexto, sin política ni dramas del exilio. De modo que son la primera generación aventurera, digamos, que llevan el apellido que tienen que llevar. Mis hermano y yo, en cambio, somos hijos de tiempos convulsos. P.- ¿Podría decirse que es un homenaje a todas esas familias que vivieron esa situación? R.- No, no tiene la intención de ser un homenaje colectivo. Además, en mi caso, soy hijo de una escritora y un político. Esta historia la cuenta mi padre en sus memorias y este cuento es mi versión sobre el drama de algo ya conocido. Era una tentación. Somos pocos los escritores que tenemos la oportunidad de escribir un remake, sobre algo que ha pasado ya. Hay otro cuento, el de Fu Manchú, que salía en uno de los libros de mi madre y cuenta cómo unas republicanas entran en el cine a interrumpir la función. Supone un privilegio escribir a tu manera. P.- Su familia está presente en los cuentos. ¿Ha sido una manera de poder liberarse de ese pasado difícil? ¿La escritura como modo de escape? R.- En los últimos libros el nexo de unión son cosas que me han pasado. El anterior, La bicicleta estática coincide con la muerte de mi padre y este con la muerte de mi madre. Pero no es un intento de librarme del pasado sino que son las circunstancias que se convierten en obsesión. Cuando alguien muere entra el juego el componente de la pérdida. Pero mi madre fue una mujer muy luchadora y que vivió una buena vida, es más duro perder a alguien de manera improvista o que no se lo merece. P.- De hecho, el relato Bufanda habla de su madre y de los estragos de la edad. La impotencia de no poder hacer lo que antes se hacía de manera sencilla. Pero sobre todo, lo que sobrecoge es que la persona es consciente de ello. R.- Es una descripción que casi es una crónica de los últimos meses de vida de mi madre. Ella intentaba hacer su bufanda pero no podía. Esa impotencia consciente era, por un lado, muy conmovedora y, por otro, el reflejo de lo absurdo que es obstinarse. Pero al mismo tiempo, si no te obstinas significa que te das por vencido. Es una observación. P.- Ha comentado que hemos banalizado el acto de llorar. R.- Sí, basta mirar la televisión. La gente llora por cosas cada vez más frívolas y por lo tanto es casi que el llanto no es garantía de pena ni dolor. Sino que la contención del mismo es la forma de sentir más verdaderamente. No tiene sentido que alguien llore porque su hijo ha cantado bien en La Voz. La gente llora a mares de modo que, intuyo, llorar ya no es lo que era. Ni la tristeza. O a lo mejor la tristeza sigue siendo la misma pero sus rituales son los que han cambiado.