Juan Casamayor. Foto: Antonio Heredia
El buen hacer de Juan Casamayor ha hecho que lo que comenzó como un proyecto ilusionante sea ahora, quince años después, un realidad consolidada. Páginas de Espuma, la reina de la narrativa breve en lengua española, está de cumpleaños y su director advierte: "No tenemos fecha de caducidad". Esto, dice, se debe a una razón muy simple: "A la ilusión del comienzo, que en su día fue algo maravilloso, hay que añadirle ahora la gran responsabilidad de mantener lo que ya hemos hecho". Esto es, un catálogo en el que figuran algunos de los principales nombres del género en nuestro país; "escritores y amigos", dice Casamayor, que aquí no puede evitar la diplomacia: "Los quiero a todos por igual".
Pregunta.- ¿Sabe Juan Casamayor, después de quince años, lo que quiere leer la gente?
Respuesta.- Si tuviera claro qué es lo quiere el público, me traicionaría a mí mismo. Publico lo que me gusta y, por tanto, lo que me gustaría leer.
Un editor, antes de nada, es un lector.
P.- ¿Había hace quince años una necesidad literaria de montar una editorial dedicada al cuento?
R.- No lo creo. La calidad del cuento en España no mejora, evidentemente, porque exista Páginas de Espuma. El cuento en español siempre ha disfrutado de una buena salud; pero sí creo que
hacía falta cierta rebeldía, cierta militancia editorial en torno al género.
P.- Da la impresión de que los cuentos los leen los escritores, o gente con cierto paladar literario. De que es un género para literatos. ¿Está de acuerdo?
R.- Tendríamos que preguntarnos si es necesario que algunos autores estén en boca de todo el mundo. Eso sería lo deseable para un contable, pero no sé si es lo mejor. Yo no me engaño,
sé que la novela es el género rey. Pero esto es porque la industria editorial lo ha querido así. En el periodo de entreguerras, en España
El Cuento Semanal llegaba a los 100.000 ejemplares por semana, pero de esto ya no se acuerda nadie.
P.- ¿Y en las últimas décadas? ¿Ha sumado lectores?
R.- Sin duda. Hay innumerables editoriales independientes que regularmente publican cuentos y algunos editores de grandes grupos que también los publican y prestan más y más atención al género. Esto es porque hay demanda. Lumen, la colección de
Cuentos Completos de Alfaguara que creó Juan Cruz, etcétera. Y cada vez más.
P.- En los Goya presentaron a los cortometrajistas como el futuro del cine español, y uno de ellos se molestó y dijo que eran el presente. ¿Qué son los escritores de relatos? ¿Presente o futuro de la narrativa española?
R.- Es que eso es una barbaridad. Imagínese que usted no estuviera entrevistándome a mí, sino a Borges, hace cuarenta años.
P.- ¡Le preguntaría que para cuándo la novela!
R.- A eso me refiero. Por cierto, la mejor respuesta a esa pregunta la dio Carlos Castán en el año 2000, en la presentación de
Pequeñas resistencias, la antología de Andrés Neuman. Le preguntaron eso mismo y contestó diciendo que su próximo libro de cuentos se iba a titular, precisamente,
Para cuándo la novela.
P.- Ha citado a Borges, que prefería el relato porque le parecía que la novela tendía al relleno. ¿Usted también piensa eso?
R.- En absoluto. Yo he leído libros de cuentos rellenados con piezas muy malas. Y hay novelas en las costaría quitar páginas. En el fondo es tan sencillo como hablar de buena o mala literatura.
Eso de que la novela se puede permitir tener páginas fallidas es cierto solo si el lector no es exigente. Ocurre con los libros de cuentos, que muchas veces comienzan bien y se te caen al tercer o cuarto cuento. Es una cuestión de intensidad literaria, que es la exigencia para todo género.
P.- Hay veces que uno, al leer un cuento, tiene la sensación de que el autor ha escrito una novela jibarizada. Y son cuentos que no funcionan. ¿Qué ingredientes tiene que tener un buen relato?
R.- Hay muchos ejemplos de lo que dice, es verdad. Lo importante es no confundir lo corto con lo breve. Corto es algo corto de extensión y puede estar hecho de piezas que no encajan o ser, efectivamente, una novela narrada en pocas páginas. Lo breve, en cambio, incluye las herramientas del género. Neuman lo dice muy bien: se trata de guardar un secreto.
Hay dos llamadas de atención que ha de tener el cuento: una que va directa al lector, un mensaje a partir del cual el lector va a tener que crear otro. La elipsis del narrador, la sugerencia, el principio in media res. Y luego hay que apuntar al propio centro de la historia, y suele haber, sobre el mismo hecho, una estructura narrativa en espiral. Eso genera una concentración maravillosa. Todo esto, sin embargo, se viene rompiendo últimamente con la búsqueda de nuevos espacios que, cada vez más, emprenden los escritores.
Hoy los escritores de cuentos se arriesgan más que los novelistas.
P.- Ustedes dieron el salto a Latinoamérica. ¿Lo hicieron porque allí, tradicionalmente, el cuento ha estado más vivo?
R.- Diría que no. Hoy no creo que el cuento en España tenga que envidiar nada al latinoamericano. En España coinciden hoy tres generaciones; está esa generación de Tizón, Zapata, Bonilla o incluso Andrés Neuman, aunque sea más joven. Esa generación ha sabido mirar al futuro, ha trabajado bien con los jóvenes, con la nueva generación sobre todo de escritoras, y luego ha sido generosa con sus padres y abuelos. Y ahí está el caso de la recuperación de Medardo Fraile, gracias a Ángel Zapata. O esa relación de José María Merino con esta generación.
En cuanto a Latinoamérica, existe quizá una diferencia fundamental: ellos sí tienen muy claro el prestigio del género.
P.- Es que son de allí los grandes nombres.
R.- Monterroso, Cortázar, Borges, claro. Nadie duda que las grandes figuras del siglo XX latinoamericano son cuentistas. Y ahí están los ejemplos de Vargas Llosa o García Márquez, cuyos primeros grandes libros fueron de relatos.
P.- Si le pidiera que se quedara con un solo relato de la historia de la literatura, ¿cuál sería?
R.- Hay muchísimos, pero yo siempre digo que "La señorita Cora", de Cortázar. Por un motivo muy personal. Más allá de que Cortázar nos enseñara en ese cuento que en apenas ocho páginas se puede contar una historia en varias voces, es decir, más allá de sus evidentes virtudes técnicas, yo ese cuento lo he vivido: lo leí, como toda la narrativa breve de Cortázar, ingresado en un hospital. Y fue leer el cuento y quedarme prendado de una enfermera como la del relato. Por eso lo tengo muy presente, como algo intensísimo.
P.- Y, por último, otro dato: ¿cuántos originales reciben y qué porcentaje leen?
R.- Nosotros no aceptamos manuscritos, como pone en la página web. Es imposible para nosotros atender a los cientos de manuscritos que nos llegaban cuando sí los aceptábamos. Para crear una estructura capaz de leer hace falta mucho dinero. Para que se haga una idea: para el Premio Ribera de Duero, en el que estamos ahora enfrascados, hemos recibido 850 manuscritos. Esto lo hacemos porque es algo puntual y, evidentemente, gracias al dinero de Ribera de Duero. H
oy en día seguimos leyendo manuscritos, unos cien al año, y contestamos y hacemos el informe y en verano nos quedan como treinta manuscritos de los cuales publicamos dos o tres. Nuestra política de autor, además, hace que sigamos publicando a los escritores que ya tenemos, y eso va ocupando los huecos libres. Pero por lo menos una vez al año tenemos como norma publicar un libro de alguien que no ha publicado antes absolutamente nada.