Image: Javier Codesal

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El Cultural

Javier Codesal

"Ha llegado un momento en que el término videoarte resulta insostenible"

18 abril, 2015 02:00

Javier Codesal

El artista inaugura la exposición retrospectiva 'Ponte el cuerpo' en el MUSAC de León.

Es uno de los artistas españoles con una de las trayectorias más coherentes, un artista silencioso desde que a principios de los 80 empezara a trabajar con sonido en la radio, aún siendo estudiante. Aunque lo que siempre ha fascinado a Javier Codesal (Sabiñánigo, Huesca, 1958) es el lenguaje audiovisual y la poesía, para él dos caras de la misma moneda. No en vano, es uno de los pioneros de la introducción del videoarte en nuestro país, un formato entonces "valiente", dice, y hoy "insostenible", que él prefiere llamar cine. O casi cine. El último de sus vídeos lo veremos en julio en la galería Casa sin fin, bajo el título de Retrato de Francisco del Río, aunque antes hace repaso de toda su carrera con la exposición retrospectiva que ahora le dedica el MUSAC de León. Son 25 obras fechadas entre 1988 y 2015 que tienen el cuerpo como metáfora de análisis de la existencia humana. El título, Ponte el cuerpo, responde a uno de los versos de César Vallejo. Ya va a venir el día, replicaría seguro el escritor peruano.

Pregunta.- ¿Por qué centrarlo todo en la idea de cuerpo?
Respuesta.- Nuestro cuerpo, que parece tan obvio, es un enigma y un trabajo; difícilmente podemos hablar con propiedad de nuestro cuerpo, pues dicha propiedad se gana costosamente y se pierde con mucha facilidad. Pensemos en la cantidad de trabajo que han dedicado los artistas de todas las épocas a representar el cuerpo humano, y nunca tendremos la impresión de que la tarea esté finalizada. Y es que eso que llamamos cuerpo no se deja capturar de una vez; es precario y queda superado a cada paso. Manuel Olveira, comisario de la muestra, me envió una nota en la que ponía distintos cuerpos que descubría en mis trabajos: el cuerpo-máquina, el cuerpo del placer, el cuerpo del dolor, el de la necesidad, el del deseo, el de la ensoñación, el de la pérdida, el de la comunicación y la incomunicación, el de la muerte y la ausencia... Podría hablarse de cuerpos sociales y de otros asociales o radicalmente distintos. Sin olvidar que el lenguaje también es un cuerpo. Tengo la impresión de que el cuerpo, todo cuerpo, es mudo; y ese rigor nos resulta intratable y nos obliga a desplegar una locuacidad sin límite.

P.- Además del título de la exposición, Ponte el cuerpo es, también, su producción más reciente. Háblanos de ella.
R.- Ponte el cuerpo, en la voz de Vallejo, es casi un mandamiento, pero de una clase rara, que tiembla, como todo lo suyo; un mandamiento quebrado. He envidiado a menudo la rutina de los pintores que se enfrentan a sus modelos desnudos durante largas sesiones, al contrario de lo que solía ocurrir en mi caso, al encontrarme siempre en una dinámica de producción audiovisual, donde la prisa se impone. En este caso, la nueva producción realizada para esta muestra en MUSAC, quise trabajar despacio, disfrutando de una intimidad mantenida y tensa. Trabajé con mi modelo en un hotel de León durante algunos días, dedicando mucho tiempo a una tarea bastante sencilla, de pura contemplación. El resultado es una serie de 25 fotografías. A esto se añade una instalación titulada La ropa por el suelo, compuesta por dos elementos: la ropa que usó el modelo durante las sesiones de fotos y un texto leído a dos voces, la suya y la mía. He comprendido, escuchando después ese diálogo, que el tema de Ponte el cuerpo es este: un ojo viendo, en el más simple de los anhelos, como le corresponde a la mirada; y un oído atónito, completamente cuarteado por las repercusiones que la exposición a un cuerpo desnudo provoca.

P.- Esta exposición le permite hacer balance de todo su trabajo. ¿Ha cambiado mucho con el paso de los años?
R.- Creo que hay asuntos que se mantienen, pero las formulaciones evolucionan, y también aparecen temas nuevos. Ponte el cuerpo aborda el desnudo masculino desde un punto de vista distinto a Inmóviles, obra de hace quince años. Muchas cosas cambian, pero también he descubierto que en lo reciente resuenan elementos que estaban presentes en trabajos de hace quince, veinte o más años. Por ejemplo: el pelo abundantísimo de Centauro, de 1988, vuelve el alguno de los dibujos realizados una década más tarde y reaparece en Ponte el cuerpo.

P.- Habla, reiteradamente, de la fragilidad, de la pérdida y la muerte. ¿Es su trabajo un ejercicio de memoria?
R.- He leído recientemente un libro de Néstor Braunstein de título hermoso: La memoria, la inventora. Allí no sólo se dice que la memoria es una invención, se señala que dicha invención es inconsciente. Podríamos sospechar que toda obra de arte, en tanto que invención, le pertenece a esa memoria organizada por el inconsciente. Y creo que ocurre algo así. Es en la densidad, por no decir oscuridad, que nos procuran el lenguaje y la experiencia, donde van formándose las imágenes, esas a las que terminamos otorgándoles valor.

P.- Lo familiar aparece, a menudo, latente. ¿Son sus obras autorretratos?
R.- No hay modo de evitar la sombra. O sí, pero perdiendo realidad. El autorretrato es una huella inevitable y una elaboración necesaria. Hacerse un cuerpo es la tarea de vivir; pero como el cuerpo parece tan escurridizo, lo que vamos interponiendo son imágenes. La imagen puede representar un paisaje, una persona, una acción, o una letra, da lo mismo porque todo son maneras de aprehender lo que hay de mundo en el lenguaje y qué me construye a mí en todo eso.

O milagre da carne, 1994

P.- Por encima de la imagen, siempre está el lenguaje...
R.- Lo primero es la voz. En esto no hay metáfora: la voz procede del interior, es un producto corporal, permite un acceso a la intimidad real del hablante. El lenguaje es el gran hacedor, es el que oculta tanto como descubre, eres tú, y también soy yo venido de otra parte. El lenguaje es impostor pero, al mismo tiempo, autor de la verdad. Si hay un todo, eso es el lenguaje. Aunque se trata de una totalidad siempre manca, agujereada, infecciosa, de manera que allí no hay descanso. Y todo nuestro trabajo se ciñe a las posibilidades que nos ofrece; o, debería decir, las posibilidades que seamos capaces de extraer de él.

P.- Hábleme de su trabajo en términos emocionales.
R.- No sé manipular emociones. No puedo seleccionar una y construir algo a partir de ahí, como presumía Pessoa. Las emociones no viven solas, sino empapadas en otras cosas. Trabajo en una dirección por cualquier motivo y determinadas emociones surgen, fuera de control. Entonces me toca bregar con ellas, lo que no es tan fácil. Peleo hasta donde puedo, me entrego si no hay más remedio; pero las emociones van por detrás, así que no hay manera de ponerles la zancadilla. Una imagen atrae, repele o deja completamente indiferente, según la pasta o la disposición de quien se pone enfrente.

P.- Y el videoarte, ¿tenemos claro lo que es?
R.- Ha llegado un momento en que el término resulta insostenible. Yo prefiero hablar de cine, por ser lo más antiguo, para vincular todas las tradiciones audiovisuales. El fenómeno actual más interesante que ha ocurrido en el campo del arte, en relación a la imagen en movimiento, es la disolución de fronteras entre lo que llamamos cine y lo que llamamos vídeo. Contamos con una tradición muy rica donde cabe el trabajo de los realizadores clásicos de cine, el de los artistas de vanguardia, el del cine underground, el de los videoartistas y otras cosas, y todo ello ahora se junta gracias a la tecnología, que lo reúne en un mismo dispositivo de reproducción y producción de imágenes. También quiero decir que mantengo vivo el interés por las primeras etapas del videoarte, sus autores y obras. Me parece importante volver sobre aquello, por gusto y para recuperar muchas de sus valiosas aportaciones; ya que he nombrado el valor, aquel era un arte más valiente que el actual.

P.- ¿Y si hablamos de poesía? Pero de la suya... ¿Prepara nuevo poemario?
R.- La poesía ha sido siempre para mí un objeto central y un proceso necesario, hace las veces de laboratorio. La encuentro muy próxima al dibujo. Es económica, precisa y aérea; el hecho de que pida ser dicha en voz alta, produce efectos sensibles, como cantar. Además, antes que para el entendimiento, es un objeto para el oído y para el lenguaje; razón por la que toca mucho más de lo que pensamos. En esta muestra del MUSAC hay espacio para la poesía, literalmente, al exponer uno de mis libros, "Feliz humo", y también se incluyen algunos dibujos.

P.- ¿Es el artista de media carrera el gran olvidado en el sistema del arte español?
R.- Podría ser que aquí todos estemos en el olvido. Parece un tango.

P.- ¿Qué opina del sistema del arte español? ¿Qué bueno y qué malo tiene?
R.- No lo conozco como sistema, eso es lo peor. Lo bueno es la cantidad de gente que participa del arte haciendo un esfuerzo considerable y con gran generosidad. Si podemos hablar de arte español, es porque muchos de nosotros actuamos de manera generosa, en un medio que se resiste a dejarnos trabajar. Es verdad que la dificultad no corre igual por todos los barrios. Es cierto también que algunas instituciones se mantienen dignamente y todavía, aunque parece que de milagro, sobreviven algunos programas en la disgregación de lo que podríamos llamar sistema del arte español. Yo soy afortunado pudiendo insertar mi trabajo en la actual etapa del MUSAC.