Elsa Punset
"Los adultos somos lo que somos en función del niño que fuimos"
2 noviembre, 2015 01:00Elsa Punset. Foto: Carlota Lobo
La escritora y divulgadora aborda de nuevo las emociones, pero esta vez para los más pequeños, publicando una serie de libros infantiles, ilustrados por Rocio Bonilla, para educar a los niños en la inteligencia emocional.
Pregunta.- ¿Cómo surge el paso de la literatura para adultos a la infantil? ¿En esta transición, influye el hecho de ser madre?
Respuesta.- ¿Por qué distinguir entre adultos y niños? La vida es un continuo. Los adultos somos lo que somos en función del niño que fuimos. Y si, desde luego, ser madre o padre te recuerda tu propia infancia y lo importante que fue lo que aprendiste allí. Y te da una oportunidad única, si lo vives de forma consciente y activa, para revisar esa infancia y elegir cómo quieres educar a tus hijos.
P.- ¿Por qué, de entre todo lo que se les transmite, nadie enseña a gestionar las emociones a los niños, teóricamente los individuos más vulnerables en este tipo de cuestiones?
R.- Porque hace muy poco que hemos aprendido a medir las emociones, a calibrar su importancia, a hablar de ellas... y a comprender que todos, desde niños hasta el última día de nuestra vida, podemos aprender a comprenderlas y gestionarlas. Y este esfuerzo nos toca a todos. Yo contribuyo hoy con estos libros.
P.- Se dice que la capacidad de aprendizaje disminuye con los años, ¿existe una edad límite para aprender a gestionar las emociones de forma efectiva?
R.- No. La edad no es una excusa para no cambiar. Es cierto que cuesta más aprender y desaprender con el paso de los años: igual que nuestro cuerpo se vuelve más rígido, el cerebro pierde un poco de su "plasticidad", es decir, de su capacidad para adaptarse al entorno y cambiar. Pero solo un poco. Y no disminuyen todas nuestras capacidades, sino solo algunas. Otras mejoran. Por ejemplo, el cerebro de las personas mayores tiende a mejorar su capacidad de gestión emocional, de centrarse en el presente, de ser más compasivos, tiende a una mejor visión de conjunto (a "ver el bosque y no solo el árbol"), a aceptarse mejor a sí mismo... Y además, los humanos nunca somos un proyecto acabado, sino que estamos siempre en continuo proceso de transformación, hasta el último día de nuestra vida. Es cuestión de no parar, de no perder las ganas ni la curiosidad.
Ilustración del libro Los Atrevidos dan el gran salto. © Rocio Bonilla
P.- ¿Qué beneficios aporta la correcta gestión de las emociones desde la infancia?R.- Puedes aprender a gestionar tus emociones a cualquier edad, pero si aprendes de pequeño a entrenar tus emociones, a ponerles nombre, a tener a mano recursos para clamarlas o excitarlas... ganas tanto tiempo. Ser emocionalmente competente no te garantiza una vida sin problemas, pero te ayuda a saber lidiar con ellos y a superarlos mejor.
P.- ¿En qué se diferencia el dirigirse a adultos frente el dirigirse a niños? ¿Es más fácil trabajar con mentes "sin prejuicios"?
R.- Hay una diferencia clara: cuando los adultos trabajamos nuestras emociones, primero tenemos que desaprender los hábitos emocionales que nos dañan, que nos hacen tropezar una y otra vez en la misma piedra... Y solo entonces, cuando hemos desaprendido, podemos aprender otros hábitos que nos sirven mejor. En cambio los niños se divierten aprendiendo a gestionar sus emociones, a activarlas o a calmarlas, a comprender que no son buenas ni malas, sino útiles o perjudiciales. Descubren así el poder que tienen para hacer, conocer, relacionarse, disfrutar... Es un juego, un descubrimiento más, una aventura con un premio muy especial: ser dueños de sus emociones.
P.- Cada uno de los libros de esta biblioteca estará dedicado a una emoción, ¿es más fácil su gestión de forma independiente? ¿No se entremezclan entre sí las emociones?
R.- ¡Pues claro que se mezclan! Los humanos tenemos un cerebro complejo, y eso nos da la capacidad, tal vez más que ninguna otra especie, de tener emociones mezcladas. Es bueno que los niños conozcan ese término y se acostumbren al "mareo" que supone sentir cosas contradictorias, como querer ir a dormir a casa de tu amiguito, pero temer irte de casa. O querer subirte al tobogán, pero tener miedo de la altura. En la colección de los Atrevidos destacamos en cada libro una emoción o habilidad en particular, (en miedo en la primera aventura, y la autoestima en la segunda), pero recreamos una aventura llena de emociones mezcladas, como la vida misma, en torno a esa emoción dominante.
P.- Esta idea de la división por emociones recuerda un poco a la película Inside Out, en la que usted ha participado en el doblaje, ¿qué le parece este proyecto?
R.- Es un gran ejemplo de cómo, en relativamente poco tiempo, el concepto de inteligencia emocional se está extendiendo a todos los niveles. Y me parece magnífico que el cine para el gran público se atreva con algo tan importante como la inteligencia emocional, que niños y adultos podamos disfrutar y aprender a la vez. Ojalá hablásemos de las emociones con esta naturalidad en todas partes. Podríamos así gestionarlas y transformarlas antes de que nos hagan daño, no nos sentiríamos obligados a justificarlas sin comprenderlas, sin ver el patrón emocional que nos está moviendo (y dominando).
Ilustración del libro Los Atrevidos en busca del tesoro. © Rocio Bonilla
R.- A vivir grandes momentos en familia. Y a tener excusas para pasar buenos ratos juntos, aprendiendo, y divirtiéndose. Espero que todos, niños y adultos, puedan encontrar pistas y estrategias prácticas para gestionar sus emociones en Los Atrevidos. Por una parte, está el cuento en sí, y los niños pueden disfrutar y aprender viendo como Alex, Tasi, su perro Rocky y su guía de las emociones, la gaviota Florestán, aprenden a gestionar sus emociones. Y al final del cuento, hay un taller de emociones, unas páginas especiales para los padres o maestros que dan las claves de esa emoción, y más recursos sencillos y prácticos para aplicar en casa o en el aula.
P.- Usted utiliza todas las plataformas posibles de divulgación, ¿qué papel ocupa la literatura frente a otros canales más masivos como, por ejemplo, la televisión?
R.- Cada día somos más conscientes de que lo importante son los mensajes, las ideas, lo que compartimos. El cómo y el soporte son accesorios. Me gustan todos, porque cada uno tiene algo especial: la radio, por ejemplo, es generosa y cálida, te da más tiempo para expresarte, para dudar, para hablar con los oyentes en directo... Con la televisión en cambio me gusta mucho el reto de sintetizar el mensaje sin que pierda calidad o verdad. Y la palabra escrita... bueno, aquí es donde eres más personal, tiendes un puente al lector, es casi como sentirlo al otro lado. Ya no hay voz ni imagen que pueda distorsionar, o apremios de tiempo... Solo estás tú y el lector, es algo muy especial. A lo último que quisiera renunciar es a la palabra escrita.