Un Craig Thompson galáctico y familiar
Craig Thompson posee un poder singular: sus cómics resplandecen y permanecen en la memoria. A través de relatos cotidianos que nacen de la amistad y de la vida en familia construye historias cercanas y emotivas que fluyen con velocidad gracias a un dibujo ágil y eficaz. Da igual el contexto del relato, todas su creaciones funcionan. Almóndigas del espacio no iba a ser una excepción.
La trama se sitúa en un futuro distópico de naves de desguace y planetillas en régimen de monoproducción. Con los conflictos que proporcionan una hija única de un matrimonio de autónomos (él, leñador; ella, diseñadora de moda) nos lanzamos por el trepidante precipicio de una aventura de acción plagada de mutantes y chatarra galáctica. Acompañamos entonces a la joven Violet en su peculiar tránsito galáctico buscando a su padre y escapando de energúmenos infames. Tiene cierto regusto a roadmovie que, para darle alguna enjundia, el guionista sazona con alusiones medioambientales, tan en boga.
Una propuesta entrañable, macarra y locuaz, un cómic apto para cualquiera con la capacidad de leer y que tenga interés por el dibujo vibrante y detallista. La propuesta visual, de inspiración cartoon, sintoniza con el relato y se adecúa al veloz ritmo narrativo, con colores poderosos, viñetas a una página cargadas de matices, trayectorias imposibles y alienígenas singulares. Almóndigas del espacio despliega soluciones gráficas que demuestran el dominio del autor del arte de hacer interesante pasar una página y continuar con las peripecias de protagonistas y secundarios en su desmadrada huida hacia delante en busca de un universo más justo. Así que aquí tienen una novela gráfica entretenida y memorable, en el mejor espíritu de Craig Thompson, y que en esta ocasión podrán disfrutar solos o en familia.