Ángel Zapata
"Creo que hay cosas de las que es peligroso reírse"
El escritor publica, nueve años después de su último libro, Materia oscura (Páginas de Espuma)
Acostumbra a tomarse su tiempo entre libro y libro, entre relatos que va decantando hasta lo esencial en busca de la "pulsión inconsciente" que habita el lenguaje, aquello que le da cohesión y aúna el sentido con el sinsentido. En la portada de Materia oscura (Páginas de Espuma), lo último de Ángel Zapata (Madrid, 1961), un hombre con una bombilla por cabeza sostiene un lápiz que parece acariciar la luna, mientras la multitud, de espaldas, observa una monstruosa muela que está al fondo de la calle. Es solo un anuncio de lo que el lector encontrará al abrir el libro, el imaginario insólito e inesperado de uno de nuestros últimos y más genuinos surrealistas.
Pregunta.- Además de escribir cuentos, ha estudiado y escrito ensayo sobre el género. ¿En qué punto cree que se encuentra el cuento?
Respuesta.- En España coinciden ahora mismo varias generaciones de cuentistas que escriben desde la conciencia de estar construyendo y explorando las posibilidades de un género. Y hay, además, un plantel de críticos y estudiosos de altura europea pendientes del fenómeno. Digo esto no para que la emprendamos a besos unos con otros. Sino porque igual que soy una persona bastante disconforme, cuando algo va bien, me alegra mucho decir que va bien.
P.- Eloy Tizón le llama postcuento al fin de los encorsetamientos del género. ¿Está de acuerdo con esa denominación?
R.- No demasiado, la encuentro más bien superflua. Creo que en la sociedad están pasando cosas gravísimas, y no veo para qué distraer la atención hacia un debate estético que el entorno del cuento español ya zanjó hace años. No creo que el cuento esté soltando amarras ahora. Desde el principio conviven en el género una corriente clásica y una corriente indagatoria, y Villiers ya tiene un cuento que consiste en explicar cómo se fabrica una bomba casera. Desde su origen, ya digo, el cuento ha sido un género inestable, y muy propenso a estallar.
P.- Ha sido crítico con lo que llama "pseudovanguardias" españolas. ¿Sigue pensando que ciertas innovaciones aparentes no son más que variaciones más o menos elaboradas de la literatura de consumo?
R.- Sí, desde luego. Sigo siendo muy crítico con la falsificación que supone utilizar formas transgresoras de escritura para al final vehicular un mensaje viscoso y conformista.
P.- ¿Cree que hay asuntos que no pueden o no deben ser tratados con humor? ¿Tiene límite el humor en la creación artística?
R.- Creo que hay cosas de las que es peligroso reírse, sí. Por ejemplo, a mí me irrita el humor ternurista y ñoño con el que una película como La vida es bella nos da una imagen tolerable de los campos de exterminio, porque el horror no es tolerable. Ahora bien: la libertad siempre implica peligro, y suprimir la libertad en aras de la seguridad (¿de quiénes?) no es un peligro menor: es la tiranía en acto.
P.- El humor es capital para los surrealistas, y el humor negro, concretamente. ¿Usted con qué objetivo tira de humor en sus relatos?
R.- He dicho algunas veces que el humor es para mí un escudo. En esto soy poco original, y utilizo el humor como una defensa ante lo insoportable.
P.- En el libro tiene su importancia lo pulsional, pero ¿cómo conjugar este impulso con el cuidado y la demora que exige toda creación literaria en su escritura?
R.- A través del deseo. El deseo es la pulsión diferida, elaborada, "civilizada" en el buen sentido de la palabra. En mi escritura intento construir un equilibrio en el que no perdamos lo indómito y lo salvaje de la pulsión, sin por eso dejar de reconocer al otro (y al lenguaje con él) como causa de mi deseo.
P.- Su último libro se publicó hace nueve años. Se lo preguntarán a menudo: ¿es usted un escritor tan lento como parece?
R.- Breton dijo: "quiero el silencio cuando deje de sentir". Como lector, yo busco en un libro una impresión de necesidad. Busco cerrar el libro con gratitud por que alguien haya escrito eso; y conste que no es elitismo: esto puedo encontrarlo en libros tan distintos como La muerte de Virgilio y Tarzán de los monos. Como escritor intento algo parecido y, en mi caso, solo intentarlo ya requiere tiempo, sí.
P.- Se nota que el proceso largo, duro de escritura ha estado más en los descartes que en los añadidos. Que ha querido dejar el libro en lo esencial que quería decir, ¿es así?
R.- Sí, Materia oscura es un libro un tanto ascético en ese sentido. Los escritores tendemos a escribir de más, y yo buscaba esta vez un libro muy desnudo, muy despojado, que atestiguara esta época de indigencia y desposesión.
P.- He leído que no buscaba una impresión unitaria en este libro; y sin embargo la tiene. ¿Cree que esa unidad de los libros surge a menudo espontáneamente, quizás fruto de los intereses del autor en cada momento, que no pueden ser ilimitados? ¿No cree que plantearse un libro de cuentos como un proyecto unitario a veces puede causar cierto encorsetamiento?
R.- Lo creo. Aristóteles enseña que hay varios tipos de unidad: la de un árbol, por ejemplo, y la de una bandada de golondrinas; pero en este país, por razones históricas que todos conocemos, nos cuesta mucho concebirlo.
P.- En España es una rareza escribir con cierta filiación surrealista u onírica, ¿por qué?
R.- Dejando aparte a los autores adscritos al movimiento, la literatura influenciada por el surrealismo ha sido muy relevante en España: Larrea, Lorca, Cernuda, Aleixandre, Alberti, Prados, el espléndido grupo canario, Espinosa con su excelente Crimen, Hinojosa, el gran Cirlot, los poetas del postismo, por no hablar de Fernando Arrabal, autor de un bellísimo libro, La piedra de la locura, que mereció ser calificado por Breton de "obra maestra del surrealismo". Lo que pasa es que toda esta corriente tiene ahora mismo poca visibilidad, y es verdad que las obras mismas (en un panorama cultural que se ha estrechado abrumadoramente) tienden a ser percibidas como rarezas.
P.- Sus cuentos a veces se acercan más a la poesía que a la narración. ¿Dónde coloca usted la línea divisoria entre uno y otro? ¿Tiene sentido en este caso distinguir entre ambos géneros?
R.- Para mí tiene poco sentido, porque siempre he preferido la literatura cuya última dimensión es poética, y tiendo a ser injustamente indiferente hacia toda esa otra literatura que se propone atestiguar/documentar la realidad.
P.- ¿Diría que Materia oscura es su libro menos narrativo?
R.- Pues curiosamente no. Diría que es un libro narrativo en ruptura con la narratividad. Es un libro en el que todos los textos plasman un estado de sensibilidad cerrado sobre sí mismo, pero que en su sucesión cuentan algo, narran algo, por más que eso que cuentan no tenga la forma de una historia.
P.- ¿Qué lugar cree que ocupa este libro con respecto a los anteriores?
R.- Es difícil decirlo: un autor tiene siempre una perspectiva muy limitada sobre su trayectoria, y esa pregunta sería mucho mejor trasladársela a la crítica.