Robert Juan-Cantavella
El escritor reúne en La realidad (Malpaso), su primer libro de no ficción, crónicas sobre literatura y política.
El primer libro de no ficción de
Robert Juan-Cantavella (Almassora, 1976) se lleva escribiendo unos cuantos años: en revistas, en publicaciones digitales e incluso en unos cuadernos que el autor de
Asesino cósmico se llevó a Chiapas en 1996, poco después del alzamiento zapatista, y que han permanecido inéditos hasta hoy.
La realidad es también la última entrega de la colección Lo real, que dirige Jorge Carrión en Malpaso, y en la que hasta ahora han aparecido, entre otros, libros como
El interior, de
Caparrós, o
Borrados, de Omer Bártov. Forma el libro de Cantavella un conjunto de textos muy distintos, hay ensayos, crónicas e híbridos de las dos cosas, la mayoría sobre política o cultura. También hay entrevistas falsas que podrían ser verdad.
La realidad, por último, es una muestra a escala de los intereses del autor, solo que aquí, dice, aunque utilice recursos propios de la ficción,
"todo está puesto al servicio de unos hechos". Al servicio de la realidad, aunque no siempre lo parezca.
Pregunta.- La realidad es un título irónico, pero ¿qué papel juega la realidad en este libro que no juegue en sus novelas?
Respuesta.- El título es irónico, sí. Hace referencia al último texto, donde descubrimos que la realidad es un lugar y no algo metafísico. En realidad no siento que sea un libro que se aleje mucho de mis novelas. Siempre he intentado que cada novela mía sea distinta,
no soy un escritor con un estilo definido, quizás porque no lo he conseguido ser. Muchos de estos textos los escribí mientras escribía las novelas. Hay uno de hace veinte años, pero el resto son de la última década. Y la verdad es que utilizo muchos recursos y mecanismos que tomo de la ficción. Lo que sí hago siempre, y además no me importa hacerlo, es dar mi punto de vista. Al ser textos muy subjetivos me siento más autorizado a tomar las licencias que me parece.
P.- Hay textos de hace tiempo que se vio obligado a contextualizar, como el de Chiapas.
R.- Sí, ese texto lo escribí a los veinte años. Entonces no pensaba en escribir libros ni tenía la formación suficiente para hacerlo. Tomé la decisión de publicar este texto respetando su ingenuidad, porque es uno de los elementos que me interesaba, pero me di cuenta de que necesitaba contextualizarlo para que un lector actual lo entendiera.
P.- ¿Suele llevar diarios?
R.- La verdad es que no. Voy tomando notas pero solo en momentos puntuales, cuando hago algo fuera de lo cotidiano o cuando tengo que escribir.
P.- Por varios textos sobrevuela una crítica sutil al periodismo: por superficial, por apresurado. ¿No es inevitable (y hasta recomendable) que exista un periodismo así?
R.- Sí, sí. Yo no creo que el periodismo que yo hago en este libro sea mejor que el periodismo diario. Yo no tengo fecha de entrega y tengo más tiempo y más espacio. Lo que pasa es que me interesa el periodismo y creo que tiene una responsabilidad muy fuerte. Quizás soy un viejo en esto pero todavía creo en la idea del cuarto poder. Y creo que es necesaria esa herramienta que traslade lo que hacen los políticos (porque es de lo que estamos hablando aquí) a los ciudadanos. Yo ni siquiera estoy en esa batalla, y por eso no quiero dar lecciones. Pero sí creo que
está bien señalar los puntos débiles del periodismo. Porque son puntos débiles en nuestra coraza de ciudadanos.
P.- Algunos de los textos que junta ahora se publicaron en Internet, lo que parece desmentir eso de que en Internet no caben, o no se leen, los textos largos.
R.- No me gustaría simplificar ni caer en estas frases demasiado grandes del tipo: "En Internet la gente hace esto o lo otro". Imagino que la tendencia sí que será ir al fogonazo, al video, la imagen, el texto corto, pero creo que también hay espacio para textos largos. Y sí que se leen.
P.- Leyendo su libro recordé una frase de Martín Caparrós. Decía que le habían pedido muchas más veces 10.000 palabras sobre la crónica que crónicas de 10.000 palabras. ¿Es un boom falso este de la crónica?
R.- Martín lo describe muy bien. Se habla mucho más ahora de la crónica pero por lo general no es fácil que ofrezcan el espacio necesario a los escritores para que publiquen los textos sobre los que tanto teorizan. Sin desmerecer los medios en los que he publicado, muchos de ellos en internet, y en los que me he sentido muy cómodo, creo que el hecho de publicarlos ahí dice mucho de la situación.
Hay muy pocas opciones de publicar este tipo de textos en revistas en papel.
P.- Más que a Mailer o a Capote aquí reivindica a Hunter S. Thompson o al Foster Wallace cronista. ¿Fue la suya una renovación mayor que la del Nuevo Periodismo?
R.- No, no lo creo. Pero cada uno tiene sus gustos y a mí Thompson me interesa mucho, y me ha interesado a lo largo de muchos años. Escribí
El Dorado siguiendo los pasos de
Miedo y asco en las Vegas. No digo yo que sea mejor que Mailer o Capote, sino distinto; Mailer sí que está más cerca de él, creo. La comparación que yo hago en el libro entre Hunter S. Thompson y Foster Wallace en realidad me la saco del gorro simplemente porque los dos me interesan mucho.
P.- Sí que tienen en común que ambos se insertan en esa tradición americana de cronista de campaña, que es una cosa divertidísima que aquí no se hace.
R.- Sí, y Norman Mailer también, que tiene textos deliciosos de alguna campaña. Efectivamente, existe esa tradición en EE.UU. En el libro hay un ejemplo que hago yo, pero salvando todas las distancias, claro. Hice durante un tiempo crónica de ambiente electoral para algunos periódicos, lo que pasa es que eran billetitos de los que salen como colofón de la crónica seria. Pero nunca he tenido la oportunidad de meterme en una de estas caravanas. Entre otras cosas porque España es un país pequeño y no existen estas caravanas, ni estamos tan locos como para estar un año entero de campaña electoral.