El Cultural

El Cultural

El Cultural

Jakub Józef Orlinski: “El barroco es un bálsamo para el alma”

Salta del breakdance a Händel sin despeinarse. En 'Facce d’amore' borda a Farinelli. Podremos comprobarlo en diciembre en el Palau de la Música de Barcelona.

25 noviembre, 2019 07:26

En el verano de 2017, Jakub Józef Orlinski (Varsovia, 1990) estrenó Erismena de Cavalli en el Festival de Aix en Provence. Encarnó concretamente a Orismeno y sus cualidades vocales y su carisma sobre las tablas no pasaron inadvertidas. En la fiesta posterior a la premiere, ya muy avanzada la noche, le propusieron cantar a la mañana siguiente Vedro con mio diletto de Vivaldi para France Musique, el canal de clásica galo. Orlinski era la solución improvisada ante la ausencia a última hora de otro cantante que falló. Algo afectado por los excesos nocturnos y reprochándose no haber esquivado la propuesta, se puso unos pantalones cortos y unas zapatillas (pensó que al ser radio no importaría) para salir a la carrera y despachar con la mayor dignidad posible el compromiso.

Lejos de hacer el ridículo temido, interpretó el aria de la ópera Il Giustino con angelical exquisitez. La actuación fue grabada y, para su espanto, se colgó en Youtube. Hoy el vídeo va camino de los cinco millones de visitas, que aumentan a la misma velocidad con la que marcha su carrera. Digamos que lo tiene todo para triunfar: simpatía desbordante, sólida formación (en parte recibida en la Juilliard School), imagen moderna y atractiva, y una voz que a veces parece proceder de otro mundo. Además, los dos discos en solitario que ha lanzado, Anima Sacra y el recentísimo Facce d’amore, ambos editados por Erato/Warner, demuestran una inquietud musicológica que va más allá de las rutas consabidas. Es quizá demasiado pronto para hacer profecías pero puede aventurarse que el cetro de Jaroussky, cada vez más deseoso de empuñar la batuta, tiene nuevo dueño. En la sede de la Orcam, el contratenor polaco explica a El Cultural las claves de este último álbum, de su acelerado crecimiento artístico y de sus planes futuros.

Pregunta. Empezó en un coro llamado Gregorianum, interpretando a Palestrina, Tomás Luis de Victoria, Thomas Tallis… ¿Hasta qué punto aquella experiencia determinó su manera de cantar hoy?

Respuesta. Fue crucial. No sólo en términos musicales. Fue muy importante compartir con otras personas una misma pasión. Formábamos casi una familia. Era interesante porque yo apenas tenía ocho o nueve años y había miembros de 18, 19, 20… Aquello me ayudó mucho a desarrollar mis habilidades sociales, porque en el colegio, hasta entonces, yo era un niño pequeñín, de pelo muy rubio y rizado, bastante tímido. Ahora, en cambio, no tengo ningún problema para hacer amigos en cualquier parte del mundo. En un coro, además, tienes que funcionar como un organismo único. Te obliga a empastarte con otras voces. Es una capacidad que adquieres y te permite, cuando estás ya tú solo en escenario, adaptarte a los instrumentos manejando muchos matices en el color, el timbre, el ritmo…

"Mi voz sonaba antes como el chirrido de una puerta, muy forzada y desafinada. Viví encerrado cinco años para mejorar"

P. Es curioso que paralelamente a su carrera como cantante, desarrolló otra como breakdancer. ¿Todavía participa en competiciones?

R. [Orlinski titubea antes de responder, como si le hubieran pillado en falta… Emite un prolongado ‘ehhhhh’ y se arranca] Soy una persona hiperreceptiva a la música. Se me remueven las sensaciones en cuanto escucho unas notas, no sólo de clásica, sino también de pop, jazz… Me hacen viajar emocionalmente. Bailar es un impulso irracional, una manera de expresar visualmente lo que siento al escuchar la música. En el breakdance esa experiencia es muy intensa porque es un estilo muy libre, que te permite improvisar. No está sujeto a reglas rígidas. Vas probando cosas y te dejas llevar. Me encanta. Y aunque ya no compito confieso que voy a hacer una excepción. En cuanto termine mis actuaciones en la producción de Belshazzar de la Ópera de Zúrich, volaré a Varsovia para participar en una. No quería dejar colgado a mi crew en un aniversario muy especial. Es que me divierte mucho, es una manera de vivir.

Control de cada músculo

P. ¿No tiene ninguna contraindicación para la disciplina física que exige ser un contratenor en la élite mundial?

R. No. Hoy, de hecho, tengo claro que el breakdance que salvó en los comienzos de mi carrera como contratenor. Mucha gente me lo desaconsejaba. Me decían que no era bueno para mi voz porque me tensaría demasiado los músculos. Ciertamente, es muy exigente para tu cuerpo. Y hay movimientos concretos que pueden afectar tu desarrollo vocal. Pero no quería cortar con algo que me apasionaba. Así que, ayudado por un fisioterapeuta, analicé minuciosamente lo que podía hacer y lo que no. Aquel estudio fue clave para mi carrera. Hoy sé cómo manejar mi musculatura para el canto mucho mejor. Y sé cómo afrontar los nervios antes de un estreno importante para que no me afecte al flujo de la respiración. El breakdance me ha dado un control total de mi anatomía y la oportunidad de disfrutar a fondo los personajes que interpreto en escena.

Foto: Michael Sharkey

A Orlinski le ha costado mucho cantar como lo hace hoy. El suyo no es un caso de niño superdotado. Tuvo que atravesar un largo periodo de dudas y tribulaciones. Su registro natural era el de bajo-barítono. Una tesitura que le valía para sus escarceos jazzísticos y poperos. Pero no para cantar ópera. “No sentía que resonara mi alma”, recuerda. Así que decidió probarse como contratenor. Los comienzos fueron desesperantes. “Sonaba como el chirrido de los goznes de una puerta, todo muy forzado y desafinado. Tuve que invertir mucho dinero y mucho tiempo en mi formación. Viví cinco años encerrado en la universidad preparándome. He tenido grandes profesores que me han ayudado enormemente pero al final te das cuenta de que no hay nadie que pueda hacer más por ti que tú mismo. Escucharte y analizarte es la clave para mejorar”. Entonces se ponía compulsivamente discos de Andreas Scholl, David Daniels, Jaroussky, Bejun Mehta, Franco Fagioli… “También –añade– me fijaba mucho en sopranos clásicas como Monserrat Caballé o contraltos como Ewa Podles, porque aunque fuera contratenor y cantase en un registro agudo quería alcanzar un sonido poderoso, orgánico, pleno”.

Voz a prueba de agudos

En Facce d’amore Orlinski despliega sus encantos canoros: una voz de soprano muy clara y homogénea. También muy estable en el plano tímbrico: no se descompone en los ‘viajes’ desde los registros más graves a lo más agudos, o viceversa. Y mana con gran naturalidad. El álbum, que presentará en los próximos meses por toda Europa, en una gira que hará escala en el Palau de la Música de Barcelona el próximo 16 de diciembre, está vertebrado por un único tema: el amor. “Quería mostrar todas las caras con las que aparece en la música barroca. Caras expresadas a través de los tempi, modos, estilos, actitudes… Recoge un rico espectro de la vida amatoria y sus circunstancias. Viajamos por todo el Barroco. Empezamos con Cavalli, Boretti y Bononcini. Luego vamos a Händel, Orlandini, Mattheson, Matteis… Y acabamos con Predieri y Hasse, que ya van sonando más clásicos”.

P. Es desde luego un itinerario muy sugerente, sobre todo por el rescate de autores bastante orillados.

R. Fue un trabajo muy duro para el que conté de nuevo con Yves François, una magnífico rastreador de archivos. Ya en Anima Sacra manejamos decenas de partituras manuscritas para quedarnos luego con ocho. Estuvimos un año y medio estudiando posibles opciones. De aquel proyecto podrían haber salido varios discos. Esta vez queríamos combinar a Händel con figuras menos conocidas pero muy valiosas también. Es alucinante cuando te metes en el estudio y devuelves a la luz páginas que no han sido interpretadas desde hace 250 años. Una emoción indescriptible.

P. De todas formas, Händel es el núcleo del disco: muestran autores que le influyeron y autores a los que influyó. ¿Lo ve así?

R. De alguna manera, sí. Hay cuatro arias suyas, tres conocidas y otra que no lo es en absoluto, Spera, ché tra le care gioie, de su ópera Muzio Scevola. Está en el centro pero la idea no era hacer círculos en torno a él. En Anima Sacra nos arriesgamos mucho con un repertorio muy olvidado y aquí sí queríamos ofrecer algún destello más popular en medio de una nueva apuesta por descubrimientos para los no especialistas.

P. Cierra con un aria compuesta por Hasse específicamente para Farinelli, Sempre a si vaghi rai. ¿Este hecho supone una especial responsabilidad?

R. No me lo planteé así. Pero por supuesto intento interpretarla lo mejor posible. Cuando Yves encontró este aria y me lo comentó, me entusiasmó la idea de cantarla. Le dije inmediatamente: “¡Sí, tenemos que incluirla!”. No es la típica aria loca, pirotécnica y virtuosística. Es más delicada pero maravillosa.

P. Para este disco se ha vuelto a rodear del Pomo d’Oro, como en Anima sacra. ¿Qué destacaría de este ensemble?

R. Su energía juvenil y su flexibilidad. Además, su director, Maxim Emelyaychev, es un músico al que le rebosan las ideas frescas y que está muy abierto al debate. En mis trabajos en solitario tengo claro lo que quiero, me implico en todos los aspectos, incluido el diseño visual, pero, por supuesto, estoy atento a las sugerencias de mis cómplices. La gente del Pomo d’Oro, es muy concienzuda y busca lo máximo. Eso es muy saludable cuando grabas. Muchas veces empezamos interpretando un aria de una manera y al final acaba sonando de manera muy diferente tras los intensos debates.

P. El Barroco arrasa de unos años a esta parte. ¿Cuál es la clave a su juicio para conectar tan bien con nuestra apresurada sociedad?

R. Es difícil de saber. Supongo que su carga emocional e íntima es un factor importante. Pero además es muy expresivo y recuerda en muchos momentos al jazz o al soul. Otras veces es muy sencillo, va directo a tu cerebro y tu corazón. Y también puede ser un bálsamo para el alma.

@albertoojeda77