Ted-Chiang

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El Cultural

Ted Chiang: "El mayor enemigo del humanismo es valorar a las personas por su productividad"

El escritor estadounidense charla en el festival 'Capítulo uno' de Matadero sobre las capacidades predictivas de la ciencia ficción, su humanista universo creativo y su visión de la literatura

11 marzo, 2021 10:21

“Siempre creí que mi obra sería para un público reducido, que nunca congregaría nada más que una diminuta sección de lectores de ciencia ficción. No digo que me entristeciera, pero pensaba eso”, explica un comedido y sonriente Ted Chiang (Nueva York, 1967) a través de la pantalla en una charla virtual organizada por el festival 'Capítulo uno' de Matadero Madrid. Autor de culto por su legendaria lentitud (en tres décadas ha publicado apenas una veintena de relatos y sólo dos libros), su último volumen, Exhalación (Sexto Piso, 2020) ha logrado romper las fronteras de su nicho habitual llegando a un público masivo vertido desde todas partes del espectro lector hacia unas historias que trascienden los límites del género para entrar en debates sobre la condición humana y los límites éticos y físicos de la tecnología que mezclan cuestiones científicas, filosóficas y religiosas.

Cara a cara con el crítico cultural José Luis de Vicente, comisario de Sónar +D, Chiang pronto entra en materia y asegura rotundo que huye de etiquetas. “Mi obra no es distópica ni utópica”, afirma antes de valorar el mundo actual, que cree que quizá juzgamos con demasiada dureza. “Durante gran parte de la historia la gente ha pensado que todo iba fatal. Recordemos el famoso inicio de Historia de dos ciudades, donde Dickens dice eso de ‘Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos’”, apunta el autor. “Casi cualquier momento de la historia podrías decir que es la peor época de la humanidad, pero ¿cómo se decide cuál lo es realmente? Estamos simplemente en otro momento donde algunas cosas son terribles y otras no tanto”.

En este sentido, Chiang tampoco da un valor absoluto al legado cultural de la ciencia ficción apocalíptica a la hora de configurar nuestra visión catastrofista del futuro. “Es cierto que sin la ciencia ficción moderna no existiría la misma visión en torno a la tecnología, sí, pero también pienso que las ideas apocalípticas sobre el fin del mundo llevan mucho más tiempo entre nosotros”, reflexiona. “Cuando se acercaba el año 1000 ya mucha gente estaba convencida de que el mundo se iba a acabar, algo que ocurrió en muchos momentos entre entonces y ahora, porque el fin del mundo es un tema clave en la literatura cristiana, una narrativa muy anterior a la ciencia ficción, que es una innegable parte de nuestro imaginario colectivo”, señala.

"Siempre que sucede algo importante, como la crisis de 2008 o la pandemia, creemos que aprendemos la lección, pero nunca ocurre"

Tras esta sutil entrada en materia, la charla se ha deslizado por varios de los temas que plantean los relatos recogidos por Chiang en Exhalación, volumen exquisito y ecléctico que toca todos los palos posibles de la ficción especulativa. En “El comerciante y la puerta del alquimista”, donde narra, al estilo de una fábula árabe, la historia de una extraña máquina del tiempo que permite viajar 20 años al pasado o al futuro, escrito por el autor en 2007. “Lo más sorprendente si hubiera podido venir a esta época habría sido constatar que no aprendimos nada de algo tan brutal como fue la crisis financiera. Aquello parecía que iba a ser un punto de inflexión en nuestra forma de pensar la economía, pero no lo ha sido, todo ha seguido igual”, valora. “Siempre que sucede algo importante, como la pandemia, nos imaginamos que el mundo aprende la lección, pero por lo visto nunca acabamos de aprenderla”, ha lamentado.

Rompiendo corsés de género

Entrando ya en materia de pura ciencia ficción, De Vicente ha recalcado la diferencia de tratamiento que recibe el género en la actualidad frente a hace unas décadas, cuando era menospreciado como de serie B. A este respecto, Chiang matiza que “la brecha actual entre ciencia ficción y la llamada ficción literaria es, en efecto, menos importante que hace años, pero no ha desaparecido”, afirma. “Por ejemplo, algunas críticas literarias a mi trabajo dicen cosas como ‘te sorprenderás si has oído que es ciencia ficción’, lo que demuestra que hay una cierta percepción peyorativa, ideas preconcebidas sobre la ciencia ficción”, sostiene Chiang, cuya obra pretende romper ese tipo de moldes encorsetados, como el hecho de que toda obra del género debe ser distópica.

“Pero a día de hoy, la mayoría del público y de la crítica sigue viendo mi obra a través de esa distinción e intentan situar mi trabajo ahí. Aún no he logrado llegar al punto en que mi obra es reseñada exactamente igual a la de otros escritores que no están determinados por los géneros”, reclama Chiang. “No obstante, aunque estas barreras sigan ahí, son mucho menos sólidas y más porosas que hace 20 o 30 años, como demuestra el hecho de que Exhalación haya sido reseñado en muchos países por ciertos medios literarios de calidad que no le hubieran prestado atención entonces”, celebra el escritor.

"La barrera entre ciencia ficción y ficción literaria no ha desaparecido del todo, sigue habiendo prejuicios, pero es más prosa que hace 20 o 30 años"

Sus relatos, en efecto, especulan sobre todos los temas posibles de una paleta que no se circunscribe a las habituales tramas. Por ejemplo, en “La verdad del hecho, la verdad del sentimiento”, fusiona dos narraciones a priori anacrónicas, una sobre el aprendizaje de una lengua ancestral y otra sobre la implantación de un software de memoria, que reflexiona sobre cómo nos afectaría un nuevo aprendizaje de una escala similar al que supuso la escritura. “Hace muchos años leí las memorias del escritor Samuel Delany, The Motion of Light in Water, donde contaba, afirmando que tenía un recuerdo muy nítido, el día que murió su padre”, relata Chiang.

“Cuando se hizo famoso varios biógrafos le dijeron que su relato sobre ese día no podía ser cierto, porque no concordaba con ciertos hechos históricos. Y con documentos como la esquela le hicieron ver que su recuerdo estaba plagado de inexactitudes”, apunta el escritor. “Me pareció una anécdota impactante, porque cuando pensamos en la débil fiabilidad de nuestra memoria, solemos pensar en ese típico momento de ¿cómo se llamaba ese sitio? o ¿dónde he puesto las llaves?, pero no en esos grandes errores en que creemos que algo importante ocurrió de una manera en que no lo hizo”, argumenta. "Por ello, en este relato, me interesaba reflexionar sobre cómo nuestros recuerdos conforman la concepción de lo que somos, de lo que hacemos con nuestra identidad, y de cómo pueden estar errados y no ser precisos, lo que supondría que nos construimos sobre mentiras o inexactitudes”.

Una tecnología neutra

El escritor se ha mostrado neutral frente a la tecnología, alabada y demonizada a partes iguales por muchos, que en su opinión se asienta en nuestras sociedades, o no, por méritos propios. “Quienes crean y producen cualquier tecnología, informática, o ingeniería, están siempre pensando en cómo pueden mejorar nuestras vidas. Esa es su motivación. Pero toda tecnología tiene consecuencias inesperadas, incluso cuando funciona tal y como fue diseñada. Es imprevisible cómo usará la gente esa tecnología, porque generalmente el futuro es imprevisible”, reflexiona Chiang, que afirma que “en muchas ocasiones, al criticar un invento la gente solo se fija en las cosas malas que podría traer X tecnología. Pero hay que ver el conjunto, lo bueno también, aunque tampoco soy de los que ve todo maravilloso y de color de rosa”.

Sin embargo, el autor recuerda que, aunque “toda tecnología implica renuncias, casi siempre es aceptada, rara vez rechazamos una innovación tecnológica”, y pone el ejemplo de los coches. “Los coches tiene muchas cosas malas, como los accidentes que matan a montones de personas, el tráfico y los atascos o la contaminación, pero no por ello los rechazamos. No se plantean los pros y contras, implemente sucedió con el tiempo que se volvió algo ubicuo que ha configurado nuestras ciudades y países”.

"Toda tecnología implica renuncias y tiene puntos negativos, pero casi siempre es aceptada. El ser humano rara vez rechaza una innovación tecnológica”

“Sinceramente no espero que, en el futuro, cuando alguien cree una nueva tecnología haya una reunión de pros y contras donde la gente diga: ‘Vale, lo bueno de Twitter es que nos da información instantánea y la mala es que se carga la democracia, ¿qué hacemos?’”, bromea Chiang. “Sus creadores alabarán cualquier tecnología y sus detractores destacarán las mil formas en que arruinará nuestras vidas. Pero ninguno de estos bandos esté en lo correcto, porque ninguno ofrece toda la historia. La clave, creo es ponerse en ambos lugares, ser conscientes de los puntos positivos y negativos y de qué clase de tratos estamos firmando al adoptar determinadas tecnologías”.

Otra de las claves de la obra de Chiang es que tampoco se centra en la manida dicotomía hombre/máquina, sino que incluso explora en sus relatos la posibilidad de la comunicación entre especies, que narra las historias desde la visión de una inteligencia no antropocénica. Algo que, sin embargo, reconoce que “no es realmente posible para una persona adoptar una perspectiva no humana. Al menos de forma acertada”. Si lo hace, es porque entiende la ficción como “una metáfora. Incluir a un personaje no humano es una forma de renunciar a nuestras ideas preconcebidas, a los patrones de pensamiento habituales”, explica.

“Es algo que la ciencia ficción lleva haciendo décadas con los alienígenas, que en el fondo son gente extraña, de fuera, con otros valores. Es otra forma de hablar del emigrante, del extranjero”, opina Chiang. “Me gusta explorar estas formas de expandir la concepción del mundo que tiene el lector, de decirle que su forma habitual de ver las cosas, la más cómoda, no es la única posible, sólo a la que está acostumbrado. Todo ello para recordarle que no es el mundo entero, que hay una realidad sorprendente fuera de él”.

El control de nuestras vidas

Tachado casi unánimemente de humanista por la crítica, por introducir cuestiones filosóficas y existenciales en sus relatos, Chiang reivindica esta palabra y afirma que la mayor amenaza actual del humanismo es “ese aspecto del capitalismo y de las multinacionales que trata de reducir a las personas a simples productores de valor económico”. En opinión el escritor, hoy en día nuestra valía como personas depende del trabajo que podemos hacer y del dinero que genere este, lo que determina nuestro valor. “Es un mensaje que nos bombardea desde todos los frentes y me gustaría que mi obra recuerde a la gente que no somos solo el valor económico que produce nuestro trabajo o que alguien nos asigne, sino que somos personas con un valor intrínseco y, que nuestra dignidad importa. Son cosas que quiero enfatizar”.

"Creer en el libre albedrío es una cierta forma de narcisismo que nace del deseo de que nuestras elecciones y nuestros actos sean importantes"

Un mensaje optimista para un escritor que en su relato “Lo que se espera de nosotros” escribe “Finjan que tienen libre albedrío. Ahora la civilización depende del autoengaño”. Pero ¿cree Ted Chiang en el libre albedrío o considera nuestra historia ya escrita, aunque tengamos que fingir que no? “Sí creo en el libre albedrío”, sonríe, “pero pienso que es un concepto que se debe definir correctamente”, apunta. “Mucha gente piensa que para tener libre albedrío el futuro debe ser totalmente indeterminado, que es una nebulosa difusa hasta que lo alcanzamos”, explica.

“Sin embargo eso no es lo que queremos de él. El ser humano desea el libre albedrío porque hace que nuestras elecciones y nuestros actos sean importantes y cobren relevancia. En este sentido es algo narcisista”, opina Chiang. “Pero, además, la gente a menudo confunde determinismo con fatalismo, que es la idea de que hagas lo que hagas al final siempre sucederá lo mismo. Y eso no es cierto, porque igual que tus actos tienen causas, también tienen efectos”, apunta. “Ejercer el libre albedrío significa que tus actos son el resultado de todo lo que has vivido y aprendido, de las creencias y valores que se filtran en tus actos, que tienen consecuencias. Es decir, creo que, no tenemos un control absoluto sobre todo lo que nos pasa, pero sí que con nuestros actos podemos cambiar nuestras vidas”, concluye.