Arte

La Fábrica abre su temporada artística

Paisaje experimental

14 marzo, 1999 01:00

Tras dos meses de descanso y con la maquinaria engrasada, La Fábrica abre sus puertas. Como cada mes de marzo, desde hace seis años, el Centro de Arte Experimental situado en el pueblo de Abarca de Campos (Palencia), inaugura su temporada. Javier Tudela, Joxerra Melguizo o Carlos Sanz Aldea son algunos de los artistas que muestran aquí sus instalaciones. Trabajos en los que se funden realidad y ficción, arte y naturaleza. Obras robadas de su espacio habitual, colocadas sobre un fondo industrial, totalmente atípico. El viejo edificio que, desde el siglo XIX y hasta 1979, fue fábrica de harina, renace cada primavera para dar cobijo a la vanguardia del arte español. Este año, además de las instalaciones permanentes, en la sala de exposiciones temporales se podrán ver las obras de Correa Corredoira, José Ramón Anda y Rosalía Banet. El galerista Evelio Gayubo, director del centro, ha creado en Tierra de Campos un importante núcleo artístico bañado por las aguas del Canal de Castilla donde los artistas trabajan otros lenguajes, en un espacio sin límites.

El Arte sacado de su espacio habitual, fuera de las galerías, de las paredes blancas, de las salas con estudiada iluminación, sigue siendo Arte. Así lo demuestran cada día los responsables de La Fábrica, un idílico lugar en las llanuras de Tierra de Campos (Palencia). Una vieja fábrica de harina del primer tercio del siglo XIX bañada por las aguas del Canal de Castilla (una de las mayores obras de ingeniería del siglo XVIII español) se ha convertido, gracias al empeño -no exento de pasión- del galerista vallisoletano Evelio Gayubo, en un Centro Experimental de Arte Contemporáneo, único en la zona. En este edificio abandonado, casi perdido, en el pueblo de Abarca de Campos, se funden, con pasmosa naturalidad, la obsoleta maquinaria industrial con los montajes más arriesgados, con las instalaciones más vanguardistas de artistas contemporáneos.
Gayubo descubrió La Fábrica hace 12 años, recorriendo el Canal y los lugares que riega a su paso. "No iba buscando nada en particular -comenta el director del centro-, pero cuando vi el edificio por primera vez me envolvió esa sensación rara y mágica que producen muchas veces los lugares abandonados. Me fui enamorando del sitio, pero en plan utópico, porque nunca me imaginé comprándolo". La curiosidad movió al galerista a investigar sobre la vieja fábrica. La mayor sorpresa fue cuando, al conocer a los dueños, descubrió que no descartaban su venta. Y así, sin ninguna ayuda económica ni subvención por parte de las autoridades pertinentes, Evelio Gayubo compró La Fábrica. "La idea original -explica- era crear estudios para los artistas, que tuvieran allí un lugar idóneo para trabajar. Pero, a medida que limpiábamos todo aquello, la belleza de las máquinas que habitaban el viejo edificio brillaba por sí misma. La personalidad de los hierros y de la madera era tan fuerte que se me ocurrió el poder interrelacionar, con la ayuda de los artistas, la arqueología industrial y el arte contemporáneo". Todo un reto para los creadores.
Un reto y una ventaja: el espacio no tiene límites, sobre todo para las instalaciones expuestas en el exterior. La libertad, por tanto, es máxima. Aunque, en el interior, también es máxima la dificultad, ya que las obras tienen que convivir con un escenario poco habitual como son las máquinas que, hasta 1979, sirvieron para fabricar harina.

Fantasmas en el sótano
El agua es uno de los principales atractivos del lugar. Es el elemento que comunica el interior con el exterior. El cuérnago -o desviación del canal principal- entra al edificio por el sótano, donde hace compañía a la instalación de Javier Tudela (Vitoria, 1960). "Los fantasmas del sótano", que así se llama este trabajo, no están solos. El ruido del río forma parte del montaje, una creación realizada exclusivamente con hilo blanco y negro sobre un fondo también negro. Cuando montó su obra, el verano pasado, Tudela hizo tres instalaciones: una de ellas ya ha sido destruída por la erosión del agua (lo efímero del arte es algo presente en muchos de los trabajos). Al contrario de lo que pueda parecer, las siluetas que el artista forma con sus hilos no son, en absoluto, fantasmagóricas. "El título de mi obra alude más al espacio en el que se encuentra, a la memoria que guarda siempre el sótano de las casas". Para Tudela "es un acierto el haber planteado, como lo ha hecho Evelio, la convivencia de las máquinas con el arte experimental. Lo bueno es que aquí las obras están vivas, hay que cuidarlas, revisarlas y retocarlas permanentemente". No hay duda de que el arte vive en este lugar. Las propuestas son siempre arriesgadas pero este riesgo no deja de ser un aliciente para los que buscan en La Fábrica un nuevo espacio para experimentar.
Del sótano se accede, por una pequeña escalera de madera, a la planta baja donde los visitantes se encuentran con la instalación de Joxerra Melguizo (Vitoria, 1968): 200 m2 (en extensión) de metros de carpintero antiguos, "de los amarillos, de madera", explica el autor. Los metros forman hileras, cuelgan del techo con hilo de pita y están unidos entre sí. "En realidad forman líneas de montañas. Desde el principio me encantó la idea de exponer en La Fábrica. Yo tenía una instalación en Vitoria y propuse llevarla allí. Por supuesto, había que adaptarla". Y la cosa salió bien. "La Medida del Espacio III" ocupa las dos salas de esta planta. En la primera estancia, los metros se funden con la imagen de montañas que desprende un proyector. En la segunda, el paisaje es real, el fondo es un enorme ventanal que se convierte en parte del trabajo. "Había que jugar con la realidad y con el sonido del agua. Al principio tenía mis dudas, pensé en tapar el ventanal. Pero la gracia estaba en aprovechar todo lo que La Fábrica ofrece". Que no es poco.

Pasear entre libros
Francisco Pino (poeta de la generación del 27) es el dueño y señor de la primera planta. Su obra, un poema visual, lleva en esta sala desde mayo de 1996. "Terrón Cántico" y "Poema" permiten al visitante introducirse físicamente en las páginas de un libro gigante situado verticalmente en el espacio. Es la obra del artista más veterano del Centro. En el piso de arriba se exhibe la obra de Juan Carlos Meana (Vitoria, 1964). Su instalación, "Las miradas pendientes" ocupa la antigua sala de limpieza y criba. Las otras dos salas de este piso esperan todavía ser restauradas.
Los campos castellano-leoneses son el decorado que envuelve los montajes del exterior de La Fábrica. En un marco inigualable han instalado su escultura Leopoldo Ferrán y Agustina Otero. "Zozobra" representa un cadáver flotando en las aguas del canal. Desde la ventana más alta del edificio, mirarlo produce un escalofrío, inquieta al espectador. Los creadores han conseguido su objetivo y la realidad se mezcla de nuevo con la ficción.
Bruno Marcos (San Sebastián, 1970) ha creado con "Mi casa" una construcción arquitectónica, con formas casi infantiles. Es una escultura realizada con materiales de albañilería. En el interior se plantaron dos árboles que sobresalen por el tejado. Para el artista esta obra representa "una posesión a la que no podía acceder. Es una reflexión sobre el espacio, una metáfora de la relación del hombre con el mundo". "Mi casa" resulta, para los visitantes, un lugar reconocible con una simbología especial.

Arte en la naturaleza
Carlos Sanz Aldea (Soria, 1960) ha sido el último en llegar, aunque su instalación en el exterior ha sido una de las que más ha dado que hablar. "Teatro de la Memoria, Metáfora del Espacio" se construyó, en septiembre de 1998, con cubos de paja. Sanz Aldea ha encontrado en Tierra de Campos un lugar perfecto para realizar sus trabajos. "Me interesa mucho el ‘land-art’ (arte en la naturaleza) y ya había realizado obras en este sentido en Soria. Además, conocía el lugar porque había rodado un documental sobre el Canal de Castilla". Con este trabajo el artista ha querido rendir homenaje a Aldo Rossi, creador de "El gran teatro del mundo", un teatro flotante que recorrió los canales venecianos en 1979. La réplica de Sanz Aldea construida con paja navega por un mar de trigo. "Su destino es desaparecer, hundirse en la tierra de donde procede. Es una metáfora de la vida, de la existencia efímera", comenta el autor.
Espacio y tiempo son dos de los temas que más abordan los artistas de La Fábrica. Tal vez sea porque en este lugar el tiempo parece detenerse, el calendario no existe, sólo el agua sigue su rumbo. Aquí se mezclan antigöedad y modernidad, esta última representada por unas obras que parecen haberse colado sin permiso en esta fiesta de arte contemporáneo, en un espacio sin límites donde algunas obras sólo cumplen la misión de extinguirse.