Arte

El ruido del mundo

Futuropresente

12 diciembre, 1999 01:00

Tan arriesgada como contundente y, no me cabe la más mínima duda, de visita imprescindible para quien quiera auscultar la respiración del tiempo que nos ha correspondido protagonizar. Arriesgada es la apuesta de la comisaria de Futuropresente, Alicia Murría, con quien, además de una mutua colaboración en exposiciones como Espacios públicos / Sueños privados o El ruido del tiempo, me une cierta concurrencia de ideas y la posibilidad siempre abierta de discutir aquellas en las que no estamos de acuerdo, y a quien debemos, junto con su actividad crítica, exposiciones como las anteriormente mencionadas o aquellas de artistas jóvenes y emergentes que ha realizado en las salas de Avenida de América y Amadís, dando testimonio de su apuesta continuada por el hacer de lo todavía inexplicado y revelador de una hora última, inmediata y puntual.
La califico de arriesgada porque lo es el seleccionar ni más ni menos que veintiún artistas nacidos, si exceptuamos dos o tres nombres, en los años 60, en su gran mayoría, o en los primerísimos 70, e inmersos todos, fuese cual fuese su procedencia, en el uso de los nuevos medios y soportes tecnológicos para la realización de sus obras. Arriesgada también porque, como luego expondré más ampliamente, su argumento central no es el del uso citado, sino las implicaciones estéticas, civiles y políticas que de ese uso se desprende. Arriesgada, igualmente, para la institución huésped, la Comunidad de Madrid, sobre la que debería destacarse que es aquella que más hace en su ámbito administrativo por apoyar a los artistas jóvenes y al arte de última factura.

En ese sentido creo que Futuropresente debería ser de visita obligatoria para los patronatos de algunos museos y centros de arte que quizás se sorprenderían ante la comprobación de que en el último pálpito del siglo XX se mantiene una pujanza artística que sus integrantes sólo saben reconocer en pintores y escultores nacidos en el siglo XIX y activos durante las décadas que más les gusta patear a los profesores universitarios.

Comprometida de montaje, una vez más resuelto con inteligencia e invención por Andrés Mengs, e innovadora por ser la primera que puede visitarse al completo en la red -procuraré informar correctamente de su dirección en Internet, http://w3art.es/futuropresente-, en un recorrido tan informativo como abierto a nuevos enlaces que ha realizado "El viajero", y al que invito formalmente al lector para una comprensión mejor de lo que acontece en el espacio de la sala. Contundente porque lo son individualmente la gran mayoría de las piezas que constituyen la muestra -de Antoni Abad, Pep Agut, Ana Laura Aláez, Txomin Badiola, Cabello/Carceller, Jordi Colomer, Pep Durán, Ricardo Echeverría, Expósito/Ergueta, Dora García, La Societé Anonyme, Rogelio López Cuenca, Begoña Montalbán, Antoni Muntadas, Carmen Navarrete, José álvaro Perdices, María Ruido, Fernando Sánchez Castillo, Technologies to the People, Vacca y Eulalia Valldosera-, pero más por lo que suponen en conjunto y por lo que de su reunión irradia.

No entraré, es físicamente imposible, en elegir yo a mi vez unos u otros de estos nombres o en reseñar las características de sus obras, independientemente de que sobre un buen número de ellos ya he escrito por diferentes motivos, sino porque lo que me resulta más sustancial de Futuropresente es la contrafaz que nos ofrece respecto a los juicios que habíamos establecido sobre nuestro propio momento: si yo pensaba que el arte ha ido adelgazando progresivamente sus imágenes exclusivas, los artistas de esta muestra me demuestran que quizá nunca como ahora todas las imágenes son propiedad-pieza del arte; si adjudicaba una sobrevaloración al silencio, aquí resuena y rebota el ruido del mundo como patrimonio de la interpretación estética; si, en ocasiones, deploro el exceso de atributos externos con que se aprovisiona el arte último, buena parte de los artistas aquí incluidos me convencen de que la suya es una forma necesaria de componer lo real visible y vivible. Por último, no puedo dejar de remarcar mi acomodo con una de las ideas centrales de Alicia Murría: yo tampoco comparto la estigmatización de aquellos discursos que se posicionan políticamente con extraordinaria rotundidad en las formas de darse y en sus contenidos.

En el pasado número de EL CULTURAL se publicaba mi reseña sobre la exposición de Tintín en la galería Nájera. Los responsables de ésta y la Sra. Chang, de la Fundación Hergé, decidían a última hora, por razones de defensa de la imagen pública de Hergé, con discutibles criterios, la retirada de varios lienzos de la pintora Concha Gómez Acebo.