Arte

A propósito de Nonell

13 febrero, 2000 01:00

Angustias, 1907. Colección particular. Tarrasa

Museo de Arte Moderno. Plaza de la Ciudadela, s/n. Barcelona. Hasta el 2 de abril

¿Qué podemos decir sobre Isidre Nonell (1872-1911) después de lo que han explicado por ejemplo Eugenio d’Ors, Joan Sacs, Rafael Benet, Josep Pla, J. F. Ràfols, Santos Torroella o Francesc Fontbona? Es difícil tener una nueva mirada, cuando existen estas aproximaciones tan penetrantes, que nos redescubren al artista en cada lectura. Me temo que lo más honesto por nuestra parte sería el silencio. Si acaso podríamos reflexionar sobre el significado de Nonell en términos más generales, sobre el lugar que ocupa en la pintura española o mejor catalana; porque en la época de Nonell la cultura catalana, con una base social distinta al resto de la Península, se articula en un sistema diferente. A diferencia del resto del Estado, básicamente rural, Barcelona es la única ciudad en que se producen las condiciones para una nueva cultura, que responde a las nuevas transformaciones sociales y económicas de la ciudad industrial. El punto de arranque es el modernismo, pero el modernismo no es tanto un estilo como una actitud. Se trata de una síntesis de tendencias muy diversas y contradictorias -entre otras el simbolismo- que se plantea como un programa de transformación cultural: rechazo al pasado, principios de libertad, cosmopolitismo, modernidad. Pero lo más importante, modernismo significa una nueva noción del arte: el arte como afán de modernidad y de novedad.

A los patriarcas del modernismo, Rusiñol, Casas, Brull, Riquer, etcétera, sucede esta nueva generación de arte nuevo -los que Fontbona denomina postmodernistas- formada por Isidre Nonell, Pablo Picasso -malagueño formado en Cataluña-, Joaquín Torres García, Julio González, etcétera. Esta nueva generación aporta una suerte de rebeldía contra el arte establecido: un arte con rasgos expresionistas, alejado de las fórmulas adquiridas y los refinamientos técnicos que le atribuían un carácter de autenticidad y novedad; más aún, modifican la temática y será muy frecuente el tema social y marginal: gitanos, indigentes, soldados depauperados.

En el microclima postmodernista Nonell, junto a Picasso y Mir, es el pintor más significativo, el líder de esta nueva generación. ¿Qué aporta Nonell de nuevo? El artista incorpora una estética de lo feo, de ahí que se le haya comparado con el expresionismo y dibujantes de la deformación como Daumier y Toulouse-Lautrec. Nonell, como en el caso del expresionismo o los autores citados, deforma la imagen y se complace en el tema marginal. Su primera obra auténticamente personal a partir de 1896 son las series de dibujos dedicadas primero a los deficientes mentales y después a los pobres y soldados expatriados. Posteriormente introducirá el tema de las gitanas al margen de criterios folclóricos habituales de la época. En los óleos más radicales (entre 1902 y 1906 especialmente), con colores sombríos y una pincelada corta en bandas paralelas, la figura aparece como una masa que ha perdido su forma humana. Luego irá sensualizando su obra, aclarando la paleta e introduciendo la mujer de raza blanca y el bodegón, pero la trascendencia de Nonell está en la deformación que intensifica la expresión, y en esta imagen de las gitanas, parca y tosca, como vaciada de cualquier signo de optimismo.

Obsérvese que algunos de los protagonistas de la vanguardia internacional se formaron, como Nonell, en el modernismo: Pablo Picasso, Julio González, Joaquín Torres García, Pablo Gargallo. A pesar, dicho sea de paso, de que tuvieran que desarrollar su carrera fuera de Barcelona. Es muy difícil explicar por qué el ciclo del modernismo no se pudo completar en Cataluña. En Francia y Alemania la vanguardia se da en una relación de continuidad con el simbolismo. El modernismo ha formado una generación de artistas inquietos pero, curiosamente, parece que Barcelona no posee una infraestructura de mercado, ni el contexto adecuado que los apoye.

Inmediatamente después de la muerte de Nonell, el liderato de la pintura catalana pasa a Joaquim Sunyer y a Joaquín Torres García, artistas a los que la crítica de la época atribuyó otro significado, identificándolos con el noucentisme. Nonell murió de forma inesperada a los 39 años; su biografía es un proyecto abortado y simbólico. Con su desaparición se cierra un ciclo, el ciclo del modernismo, el arte como proceso de renovación constante.