La restauración del Real Sítio de La Granja San Ildefonso
Popular y aristocrático
21 junio, 2000 02:00Mañana se inaugura por todo lo alto la restauración del palacio y los jardines de la Granja de San Ildefonso, que recuperan no sólo su esplendor arquitectónico y ornamental, sino también, durante unos meses, parte de las colecciones que albergó en sus mejores tiempos (con Felipe V e Isabel de Farnesio) gracias a la exposición El Real Sitio de la Granja. Retrato y escena del rey. Su comisario, Delfín Rodríguez, recuerda la historia del conjunto palaciego y explica las últimas actuaciones realizadas.
Mandado construir por Felipe V (1683-1746) y su segunda esposa Isabel de Farnesio (1692-1766), nació no como una residencia representativa, como un Sitio Real más que añadir a la constelación creada por los Austrias en torno al viejo Alcázar de Madrid (Aranjuez, El Escorial, El Pardo, etcétera), sino como un lugar de retiro y de renuncia. En él había decidido Felipe V retirarse del mundo después de su abdicación en su hijo Luis I, que reinaría pocos meses durante 1724, debido a su prematura muerte. Y sólo un rey podía renunciar a reinar. "Lo escogió -escribía uno de sus ministros en 1724- para su quietud y poder más libremente dedicarse a Dios".
Entre 1720 y 1724, el arquitecto Teodoro Ardemans dio forma al palacio, a la vez que se encomendaban el trazado y las fuentes y esculturas de los jardines a artistas franceses, entre los que se encontraban René Carliér, E. Marchand, R. Frémin o J. Thierry. Sobre una primitiva granja de la Orden Jerónima, se levantó una casa sin ambiciones representativas o de aparato, castiza y melancólica, con un aire de tradición española, confundido entre alcázar y convento, que muy pronto comenzaría a enriquecerse con magníficas colecciones artísticas. A la muerte de Luis I, Felipe V asume de nuevo la corona y el palacio, de casa y retrato privado e íntimo pasa a convertirse en palacio representativo y cortesano, sin que, sin embargo, la fragilidad y carácter originarios desaparecieran nunca por completo. Entre 1724 y 1746 se suceden las ampliaciones y la nueva decoración tanto del palacio como de los jardines. Andrea Procaccini, Filippo Juvarra o Giacomo Bonavia se encuentran entre los numerosos artistas y arquitectos que contribuyeron a su cambio y significación. Las colecciones aumentaron y los programas ornamentales e iconográficos acentuaron el carácter de retrato áulico del Real Sitio.
Los reyes reunieron aquí el llamado Tesoro del Delfín, la colección de escultura antigua de la reina Cristina de Suecia y parte de la del Marqués del Carpio. También se adquirió para el palacio la colección de pinturas clasicistas de Carlo Maratti y Juvarra comprometió a los más importantes artistas italianos del momento y a alguno francés para crear ámbitos tan espectaculares como la Sala de las Lacas, viejo dormitorio de los reyes, o la Galería, nunca concluida, en la que habrían de figurar las alegorías de las historias de Alejandro Magno junto con las más importantes obras de escultura clásica de la colección ya recordada de Cristina de Suecia, entre las que se encontraba el célebre Grupo de San Ildefonso, hoy en el Museo del Prado. Mientras tanto, Michel-Ange Houasse glosaba con sus pinturas el ambiente entre cortesano y galante, entre popular y aristocrático, de la vida en el Real Sitio.
La riqueza de las colecciones que cobijó este palacio, sus decoraciones fijas, los frescos, el mobiliario, la biblioteca de la reina Isabel de Farnesio, etcétera, fue verdaderamente extraordinaria. Hoy, buena parte de esas colecciones, con obras de Poussin, Watteau, Velázquez, Murillo o Ribera, el Tesoro del Delfín o la escultura antigua, están repartidas entre el Museo del Prado y las colecciones del Patrimonio Nacional. Los jardines y fuentes, sin embargo, han constituido desde entonces uno de los atributos más conocidos y admirados del Real Sitio, haciendo incluso que el palacio fuera habitualmente contemplado como una pieza más de los jardines, casi olvidadas ya las magníficas colecciones que guardó.
Con el fin de recuperar el significado del mismo y devolverle, en la medida de lo posible, el carácter de su originaria significación, el Patrimonio Nacional, ayudado por la Unión Europea, emprendió hace pocos años una meritoria y memorable tarea de restauración, limpieza y conservación del Palacio y jardines de La Granja, incluyendo una nueva ordenación museológica de las habitaciones reales que dan a los jardines, con el fin de evocar la época de sus reyes fundadores, teniendo en cuenta que una numerosa y significativa parte de la colección se conserva hoy en el Museo del Prado y que el mismo edificio sufrió alteraciones considerables durante los siglos XIX y XX. En este extraordinario esfuerzo se han realizado tareas de restauración arquitectónica, limpieza de los frescos de las bóvedas, restauración y rehabilitación de suelos, estucos, muebles y elementos ornamentales, así como de cerca de doscientas pinturas (Panini, Conca, Constanzi, Locattelli, Houasse, Van Loo...) además de porcelanas, metales, lámparas, etcétera.
Las tareas de restauración y conservación, así como la nueva ordenación museológica han estado siempre pendientes de un paralelo trabajo de investigación y documentación muy notable. En esas actuaciones, por otra parte, han intervenido los Talleres de Restauración del Patrimonio Nacional, reforzados por las Escuelas Taller de La Granja y por otros equipos especializados en trabajos específicos. Todo un memorable esfuerzo por la conservación y difusión de nuestro patrimonio artístico que podrá contemplarse a partir de mañana, día 22 de junio.