Image: En el país de nunca jamás

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Arte

En el país de nunca jamás

34 artistas exponen su particular visión sobre el mundo de la infancia

2 mayo, 2001 02:00

Bill Scanga: En el Met, 1987

El arte contemporáneo y la infancia. Fundación "La Caixa". Paseo de San Juan, 108. Barcelona. Hasta el 8 de julio

"La literatura es la infancia al fin recuperada". Así definía Georges Bataille la literatura y, por extensión, el arte, y puede que sorprenda que un autor tan truculento como él se expresara con tales términos. Pero Bataille no decía nada nuevo. Desde siempre el arte se ha identificado con la utopía, es decir, con un espacio diferente a la realidad y a la banalidad de la vida cotidiana. Tradicionalmente, la Belleza definía el arte, pero la Belleza era la misma imagen que la utopía. ¿Qué es la Belleza sino el "nunca jamás"? Ahora bien, cuando con el paso del tiempo ya fue imposible hablar de Belleza -entendida desde el punto de vista tradicional-, esta idea de utopía adoptó otras expresiones, se redefinió en otros modelos, uno de ellos fue la noción de arte y literatura como infancia.

La reflexión sobre el arte y la infancia se desarrolla especialmente en el marco de las vanguardias. Una reflexión que se situaba en un ámbito mucho más amplio de redefinición del arte. No sólo se considera el arte de los niños o el arte y la infancia sino también el arte de los primitivos, de los alienados mentales, etc. Se buscaba sobre todo una mirada no contaminada por la cultura, virgen y natural, que aportase una nueva manera de ver y de entender la vida. Entre los muchos ejemplos que podríamos citar, uno de los primeros libros sobre el tema lo debemos a Sebastià Gasch, El arte de los niños (1953). Gasch, promotor de la vanguardia y el arte de innovación, establece un paralelismo entre experiencias de vanguardia -concretamente el cubismo- y el arte de los niños. Dicho muy esquemáticamente: a cierta edad los niños no dibujan lo que ven, no reproducen la realidad visible, sino más bien plasman una imagen mental; pintan lo que saben o lo que imaginan. Y algo muy similar ocurre en el cubismo con la representación integral de las figuras y la ausencia de perspectiva. Gasch añade, sin embargo, que toda esta creatividad de los niños termina por amanerarse o corromperse debido a las presiones sociales: el niño acaba por dibujar miméticamente, sin personalidad y sin frescor, pierde aquella pureza originaria. La infancia para la vanguardia significaba la promesa de un arte nuevo.

Pero claro, las cosas han cambiado desde los tiempos de la vanguardia heroica y Gasch.

En la presente exposición, la selección de los 34 artistas cuya obra versa sobre el mundo de la infancia expresa, no sólo una idea diferente de la infancia, sino también del mundo y del arte. Los artistas contemporáneos observan la infancia con un lenguaje y procedimientos nuevos: el objeto, la instalación, las nuevas tecnologías, etc. Pero, y esto es un aspecto muy significativo, en muchos casos las estrategias expresivas remiten a los tópicos: colores vivos, cambios de escala, cajas de Pandora, humanización de objetos y animales, iconografía y mitología infantil. La mayoría de las veces, se trata de una especie de recreación de los modelos literarios o de los mass media. Con ello no cuestiono la calidad y el interés de las obras expuestas, ni de los artistas -entre los que cabe destacar The Art Guys (Michael Galbreth, Jack Massing), David Beck, María Fernanda Cardoso, Kim Dingle, Larry Krone, Takashi Murakami, Daniel Oates, Marc Quinn, Joseph Schneider y Sandy Skoglund-, simplemente constato la diferencia entre el planteamiento de las vanguardias y la posición del artista actual.
La infancia ya no representa aquella gran utopía de transformación del mundo, sino una suerte de refugio o salvavidas personal. Naturalmente que en la exposición no existe un itinerario uniforme, que hay pluralidad de visiones sobre la infancia, que hay también aspectos terriblemente dramáticos y pérfidos, como ocurre en los cuentos; incluso sería posible una lectura en clave kitsch. Pero interesa subrayar el núcleo de la exposición: la infancia como un referente de esperanza y de nostalgia al mismo tiempo. Esperanza, porque la infancia es una especie de paraíso o de edad de oro que ilumina los siguientes pasos de los funámbulos de la vida que somos todos, y nostalgia, porque éste es un mundo perdido para siempre. Ya sé que existen muchos tipos de infancias, que posiblemente esta supuesta edad de oro jamás ha existido; pero no importa, lo que cuenta es el valor de la esperanza, el imaginario de un estado ideal. ésta es la idea que creo adivinar en la mencionada cita de Bataille: "La literatura es la infancia al fin recuperada", aunque ésta sea una utopía individual.