Image: Pino Pascali, escenas perversas

Image: Pino Pascali, escenas perversas

Arte

Pino Pascali, escenas perversas

17 octubre, 2001 02:00

Teatrito, 1964

MNCARS. Santa Isabel, 62. Madrid. Hasta el 7 de enero

Pino Pascali tuvo una larga agonía. Lo atropelló una moto el 11 de septiembre de 1968, junto a la entrada de Villa Borghese, y en la puerta del hospital lo dejaron morir desatendido, acaso porque con su sucia ropa de faena parecía un mendigo borracho. Tenía 32 años y todo el mundo hablaba aquel verano de su espacio en la Bienal de Venecia. El crítico Germano Celant lo había incluido en la primera exposición del arte povera, un movimiento al que el nombre de Pascali quedaría unido para siempre como un pionero, como una especie de protomártir.

Como los demás povera, Pascali lleva ya décadas en el museo; la mayoría de las piezas de esta exposición procede de las colecciones de la Galleria Nazionale d’Arte Moderno de Roma. La muestra, comisariada por dos funcionarias de esa institución, Sandra Pinto y Livia Velani, y coordinada por Osbel Suárez, se propone repasar los cinco años de actividad pública de Pascali, de 1964 a 1968, a través de las obras más representativas de cada etapa. Livia Velani observa que, en su breve carrera, Pascali fue un artista en constante movimiento, que cambiaba de piel cada temporada. Pero también reconocemos en su trayectoria ciertas preocupaciones constantes. Sus primeros pasos se inspiran en los precedentes del neodadá y el pop norteamericano, y en su obra persistirá especialmente la huella de Claes Oldenburg, con sus esculturas blandas, su gigantización de los objetos cotidianos, su humor peculiar, su teatralidad, su cercanía al mundo del happening.

A través del material biográfico y documental incluido en la exposición se reconstruyen las acciones de Pascali, como aquella en la que plantó muchas barras de pan en la arena de una playa. Y se vuelve a confirmar que su creación siempre estuvo marcada por un espíritu teatral. Desde los días en que estudiaba en la academia de bellas artes y se especializaba en las aplicaciones escénicas de la pintura. Más tarde, como escenógrafo y diseñador en películas y spots publicitarios para televisión. Como entusiasta del Living theatre, a su paso por Italia. También las piezas posteriores de Pascali podrían verse como accesorios escénicos, (hay que decir, sin embargo, que él recelaba de esta idea, y observaba que si bien toda exposición es una puesta en escena, el teatro propiamente dicho es algo distinto, que requiere personas vivas). Pascali amaba el trampantojo, el ilusionismo teatral. Así lo prueba la serie dedicada a los cañones, fabricados por él con objetos cotidianos y piezas de ferretería, como esa batería antiaérea presente aquí con tanta oportunidad. En 1966, la galería L’Attico exponía sus finte sculture (esculturas ficticias), realizadas con tela tensada sobre un armazón de madera, con una técnica característica de los decorados de teatro. Aquí han venido dos de esas piezas, Ricostruzione del dinosauro y Cascate, doblemente equívocas porque en un momento parecen abstractas pero al momento siguiente reconocemos en ellas formas naturales; porque parecen esculturas sólidas, pero son básicamente pinturas.

Como algunos posminimalistas americanos, como la también malograda Eva Hesse, Pascali trataba los materiales con cierta ironía perversa. En su extraña alquimia se mezclan formas rígidas con otras blandas y viscerales, peludas o emplumadas; se mezclan materiales naturales como la paja y la madera con otros industriales, como el cemento, el plástico, la lana de acero, la fibra de vidrio. Jugando a confundir, la tierra se presenta formando un bloque cúbico, el mar como una serie de pequeñas piscinas enmarcadas...

Por modernos que sean los materiales que Pascali utiliza, sus criaturas proceden del mito, de las fantasías y los terrores más antiguos. De dónde, sino de un sueño, de una pesadilla infantil, podría salir esa Riconstruzione del dinosauro de vértebras encadenadas, o el gigantesco gusano de seda que se arrastra por el suelo de esta exposición, o sobre todo la fabulosa Vedova blu, enorme araña peluda cubierta de fibra sintética azul, inquietante y cómica a la vez.

No puede dudarse que Pascali fue el precursor de algunas cosas actuales; de la deriva teatral de las instalaciones, o del retorno a una poética organicista que impregna hoy, por citar sólo el ejemplo más próximo, la obra de un Ernesto Neto. Si era, como se suele decir, una especie de artista conceptual, estaba muy lejos del espíritu seco y pedante de otros exponentes de esa tendencia. En una ocasión comparó el mar con una serie de muchas camas con blandos colchones. Yo lo veo así, como un poeta de ingenio refrescante, como un incansable cazador de imprevistas metáforas, de greguerías.

Pino Pascali nació en Bari en 1936 y murió en 1968 en Roma, en un accidente de moto. Estudió en Nápoles y se trasladó a Roma en 1955, donde se especializó en píntura para la escena y diseño en la Academia de Arte. Trabajó en televisión y publicidad durante un tiempo. En 1965 expuso por primera vez como artista en solitario en la galería Tartuaga de Roma. Al año siguiente, expuso en la galería L’Attico una serie de esculturas "ficticias", incluyendo Decapitación de la escultura. Utilizando algunas de las técnicas de construcción de escenarios teatrales, estos trabajos juegan con la relación entre ilusión y realidad. Pascali se convirtió en una figura líder del movimiento arte povera en Roma antes de su prematura muerte.