Image: Barón Thyssen-Bornemisza

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Arte

Barón Thyssen-Bornemisza

“Tampoco en arte son buenos los monopolios”

23 enero, 2002 01:00

Barón Thyssen-Bornemisza. Foto: Ángel Casaña

Nada más lejos del inversor. El barón Thyssen-Bornemisza compra cuadros por amor al arte. La pasión, y no el ánimo de multiplicar sus ya millonarios ingresos, marca cada una de las pinturas de su impresionante colección que, desde 1992, está alojada en el Palacio de Villahermosa, en Madrid. La próxima resolución del juicio que desde hace años enfrenta al barón con su propio hijo, le hace todavía más reacio a conceder entrevistas. Sin embargo, ha hablado con El Cultural de arte y coleccionismo, de inversiones y pasiones artísticas, es decir, de todo eso que ha llenado su vida.

El barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza es uno de los coleccionistas más importantes de la escena artística internacional y desde hace tiempo vive aquí, en España, en Sant Feliú, con su esposa Tita Cervera, alma mater de muchas de las compras de las dos últimas décadas. En este momento las miradas de los medios de comunicación están puestas -muy a su pesar- en esta familia y en el juicio que enfrenta a dos ramas de ésta por una fortuna de más de 3.000 millones de euros (500.000 millones de pesetas). Pero el barón no quiere hablar de esto y nosotros respetamos su silencio, encantados de poder entrevistar a un gran coleccionistas de arte, a uno de los grandes mecenas del siglo XX. A las puertas de ARCO, cuando se prevee la llegada a España de multitud de coleccionistas de todo el mundo, sus consejos y sus anécdotas pueden resultar muy valiosos.

En el Palacio de Villahermosa se encuentran casi 800 obras de arte que repasan la historia occidental de la pintura, desde los primitivos italianos hasta el pop art. Pero para mantener una colección viva hay que comprar constantemente: ¿qué es lo último que ha adquirido para la Thyssen-Bornemisza?
-Acabamos de comprar un cuadro maravilloso de Lucas Velázquez (Madrid, 1817-1870; uno de los genios del romanticismo español). Una idea de Tita. Aún no ha llegado y estamos impacientes por verlo.

-Más de 50 piezas de su imponente colección se consideran obras maestras. Es curioso lo que puede ocurrir el día de la compra de uno de estos grandes cuadros, ¿qué pasa en la trastienda, con quién habla, quién recoge la obra, cuántos papeles tiene que firmar hasta que usted aparece como el dueño último, etc. ?
-Aunque parezca mentira, todo resulta bastante sencillo. Hay que fijar el modo de pago, hablar con los bancos... los abogados se ocupan de los aspectos legales. Del transporte se encarga una compañía especializada. Lo importante es la satisfacción de saber que la obra ya está en la colección. Es una alegría enorme que, desde hace muchos años, comparto con mi esposa Tita. Como también compartimos la impaciencia y la ilusión de la espera hasta que el cuadro llega a casa.

-A pesar de que desde el 11-S vivimos una época de inestabilidad económica, de que las bolsas mundiales suben un día para bajar al siguiente, los precios de las obras de los grandes maestros y de arte contemporáneo se incrementan hasta límites insospechados en las subastas neoyorquinas, ¿qué hay del miedo inversor del que tanto se ha hablado?
-No lo sé. La verdad es que yo nunca he comprado cuadros para hacer una inversión como se hacen las inversiones financieras. Pero está claro que el valor de las obras de arte suele mantenerse, e incluso subir, a largo plazo.

Un futuro difícil
-En este sentido, usted ha vivido muchas épocas de crisis mundial; desde su experiencia, ¿es éste un buen momento para comprar arte?
-Las obras de calidad escasean cada vez más y cada día hay más compradores. Un coleccionista hoy lo tiene mucho más difícil que hace veinte o treinta años. Hay sectores de la Historia del Arte que prácticamente han desaparecido del mercado. Por otra parte algunas obras alcanzan precios disparatados, imposibles. Pero el futuro probablemente será más difícil, así que uno piensa que más vale hacer un esfuerzo y comprar hoy lo que no se podrá comprar mañana.

-¿Cuál es el mejor lugar o el mejor momento para comprar arte? ¿Dónde ha obtenido usted sus mejores obras?
-Tita y yo solemos comprar en subasta. En las casas de subastas hay siempre gran abundancia de obras para elegir y los precios son, más o menos, los mismos precios que están dispuestos a pagar otros compradores; es decir, que son los precios de mercado por definición. Cuando compramos Mata mua, de Gauguin, nos asociamos con Ortiz Patiño y lo adquirimos juntos en una subasta en 1984. Acordamos tener la obra por períodos de dos años cada uno. Sin embargo, al poco tiempo, él nos dijo que estaba interesado en vender su parte, así que hubo que volver a fijar un precio. Pensamos que el modo más claro de hacerlo sería volverlo a subastar. En esa subasta pública yo pujé como cualquier otro comprador, y finalmente me quedé el cuadro. El nuevo precio era bastante más alto, a pesar de que habían transcurrido sólo cinco años. Sin embargo pensé que era el precio del mercado; hubo otros compradores que estuvieron dispuestos a pagar casi lo mismo (aunque en mi caso yo tenía la ventaja de tener que desembolsar sólo la mitad del precio), y la evolución general del mercado de pintura impresionista y postimpresionista confirmaba esa subida de precio. Claro que hay otros casos en los que hay que comprar el cuadro allí donde esté; o al coleccionista o marchand que lo tiene. Eso nos ocurrió, por ejemplo, con el San Pedro de Simone Martini. Se trataba quizá de la última ocasión de adquirir una obra importante de este pintor. De él no teníamos nada en el Museo, pese a que la escuela sienesa está bastante bien representada con tablas de Duccio, Ugolino, etc.

La revalorización del XIX
-A diferencia de otros coleccionistas a los que les mueve más la inversión que el amor al arte, usted ha demostrado con creces su pasión por la Historia del Arte. A pesar de esto, no deja de ser una enorme inversión económica. ¿Qué parte de su colección (o que obras concretas) ha sido su mejor inversión; que parte se ha revalorizado más desde que la adquirió?
-La verdad es que no me entretengo en calcular plusvalías. Yo no me dedico a comprar para vender. Respeto mucho a los marchands pero no es mi oficio. Claro que si uno compra obras de artistas que a uno le gustan pero que, en general, son poco apreciadas y luego, pasados los años, esas obras valen mucho más, uno se alegra, porque eso quiere decir que hay mucha más gente a quien le gusta. Eso nos ha pasado por ejemplo, a Tita y a mí, con la pintura norteamericana del siglo XIX, que es cada vez más apreciada; y creo que algo parecido nos está ocurriendo también con la pintura española del siglo XIX.

-¿Qué medidas debe tomar un Estado para fomentar el coleccionismo, si es que cree que deben tomarlas?
-El coleccionismo no es más que el resultado del interés de la sociedad por el arte, y esto se fomenta por medio de la enseñanza y los museos.

Le preguntamos también sobre los países que más fomentan el coleccionismo, con ayudas fiscales y otras medidas económicas y sobre qué apoyos le hacen faltan al coleccionismo español. Pero el barón rehúsa hablar de estas cosas, la pasión es lo único que le mueve y no las ayudas, inversiones o posibles beneficios de las compras.

Goya y Velázquez, en España
-¿Cree que hacen falta leyes para que los cuadros importantes permanezcan en la nación de origen del artista? Es decir, ¿cree que Goya o Velázquez deben permanecer en museos o colecciones españolas?
-Pues sí. Me parece natural que las obras de arte se vean en el país en el que fueron producidas. Uno espera ver a Rembrandt cuando va a Holanda, a Rafael cuando va a Italia y a Velázquez y a Goya cuando viene a España. Claro que también es enriquecedor ver a Durero, El Bosco o Ticiano en El Prado. Aunque no fueran pintores españoles, fueron admirados por Carlos V y Felipe II. Es importante no olvidar que el arte gusta por afición y no por obligación. En cualquier caso la historia del gusto es compleja. Cuando compramos La esclusa de Constable tuvimos que pedir un permiso especial de exportación al Gobierno británico. El cuadro, que pertenecía a una colección particular, fue expuesto durante seis meses en un museo de Londres. Mientras tanto los principales museos británicos estudiaron la posibilidad de adquirirlo por el mismo precio que habíamos pagado Tita y yo. La legislación británica establece que en esos casos los museos deben conseguir el dinero necesario para hacerlo. No lo consiguieron, pero la verdad es que, como sabían que el cuadro iba a estar expuesto en el Museo de Madrid, tampoco se empeñaron mucho. Al fin y al cabo, los museos británicos tienen ya muchas obras de Constable y éste es prácticamente el único cuadro importante del artista que puede verse en un museo del continente. Años más tarde las autoridades británicas se enfrentaron con la posible exportación a Estados Unidos de una escultura del veneciano Canova, las Tres Gracias. De nuevo la obra fue expuesta al público y dos museos británicos trataron de reunir el dinero necesario. Cuando estaba a punto de vencer el plazo les faltaba aún cierta cantidad. La doné para que la escultura pudiera seguir en Gran Bretaña. Aunque su autor era una artista italiano, la había hecho por encargo de un cliente inglés y la obra había estado en Inglaterra desde el principio. Había tenido un papel importante en el desarrollo del neoclasicismo británico y había sido admirada por muchas generaciones de artistas y aficionados británicos. Su lugar era Gran Bretaña. Puede pensarse que el lugar de La esclusa de Constable era también Gran Bretaña, pero ellos tienen ya la gran mayoría de la obra de Constable. Muchos cuadros. Pueden permitirse dejar que uno de ellos, incluso uno de los mejores, actúe como embajador del artista en Madrid. Tampoco en arte son buenos los monopolios.

-¿Qué obra le hubiera gustado conseguir y no pudo? ¿Por qué?
-¡Son tantas! Uno de los cuadros que más me gustaría tener es la Vista de Delft de Vermeer. Quizá porque he nacido en Holanda. Por desgracia, no lo tendré nunca. Está en la Mauritshuis, un museo maravilloso de La Haya, cerca del lugar donde nací y que me ha hecho pasar horas de gran felicidad contemplando pinturas.

-En este sentido, ¿qué lagunas le gustaría llenar de su colección?
-No lo sé. No compro para llenar lagunas, sino por que me gusta un cuadro. Es como un flechazo, una obsesión. A veces es de un tipo de pintura que me resulta totalmente nueva, o de un pintor del que sé muy poco. Prefiero crear nuevas lagunas en lugar de llenarlas.

-¿Por qué parte de su colección siente especial debilidad? Y, ¿por qué pieza se siente más orgullo?
-Sin duda por la pintura de paisaje, sobre todo la holandesa y la impresionista. Pero no me siento orgulloso de mis cuadros. Son para mi un placer y, si se quiere, una debilidad. A veces digo que coleccionar es como una especie de obsesión. Cuenta mucho el deseo de perpetuar la memoria de un cuadro. Es como salvarlo del peligro del olvido. Salvarlo para que permanezca con nosotros y que todos podamos disfrutarlo y aprender de lo que el artista nos ha querido decir.
-¿Cómo ve el coleccionismo de nuevos soportes artísticos como la fotografía o el vídeo? ¿Es igual de placentero para usted o ya no le interesa?
-La innovación en arte es buena. Pero también puede haber innovación en pintura y a mí lo que me gusta es la pintura.