Image: En la estela de Gaudí

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Arte

En la estela de Gaudí

5 junio, 2002 02:00

André Masson: Aube à Montserrat, 1935. Colección particular

Universo Gaudí. CCCB. Montalegre, 5. Barcelona. Hasta el 8 de septiembre

A la muerte de Gaudí (1926) se publicaron unas fotografías que mostraban su espacio de trabajo. éste se asemejaba a una especie de gruta saturada de formas, yesos y esculturas. El término gruta posee unas connotaciones que ayudan a explicar esta suerte de santuario gaudiniano. Simbólicamente, la gruta de asocia al nacimiento del héroe, al secreto, al símbolo de poder... También se identifica como un lugar sagrado en que se suceden hechos milagrosos. Todos estos significados se relacionan con el espacio de la creación: el lugar de la revelación de Gaudí. Esta gruta contiene mil maravillas en formas de sueños, locuras e invenciones... Este espacio, más que al estudio de un arquitecto con los planos y los instrumentos que le son propios, se aproxima al taller de un escultor. El mismo Gaudí realizaba las esculturas para las portadas de la Sagrada Familia. Pero, ¡atención!, no están realizadas con los dos procedimientos habituales en la escultura: la talla y el moldeado . Tal como demuestran los documentos gráficos, obtenía sus moldes de yeso por contacto directo con el modelo. Las fotografías muestran además un complejo sistema de espejos para conseguir diversidad de puntos de vista y cómo sacaba partido al medio fotográfico. Así las esculturas y la arquitectura: para proyectar, Gaudí utilizaba un método experimental: una maqueta realizada con saquitos llenos de perdigones y suspendida con hilos en el techo que le permitían calcular la resistencia de los elementos estructurales de sus edificios. Gaudí no responde al ideal ni de artista, ni de arquitecto del Renacimiento. Yo le veo al fondo de su gruta, entre la magia y los secretos del oficio; en este lugar es difícil distinguir lo que corresponde a la técnica o a las astucias del mago.

El centro nuclear de la presente exposición es una evocación del taller de Gaudí: yesos originales que se ha podido rescatar, fotografías, obras y otros documentos de contexto. Pero claro, el taller arroja todavía más misterio al arquitecto.

Yo me imagino el recorrido de la exposición como un laberinto que explora lo que este taller oculta. Un laberinto de estancias o de pliegues de un cerebro. Cada estancia, cada pliegue, es una perspectiva implícita o una hipótesis posible de este taller. Decía antes dos itinerarios -con el taller en el centro- porque la primera parte consiste en lo que podemos denominar vagamente humus o sistema cultural de Gaudí. Juan José Lahuerta evita el término "influencia" pero se trata de un caudal espiritual en el cual estaba inmerso Gaudí. Se exprese o no de una manera directa, se trata de algo así como de una arqueología, de unas raíces que fructificarán de maneras diversas. Este enfoque tiene el mérito de ampliar y enriquecer el marco cultural de Gaudí más allá del que se le ha atribuido hasta ahora. Así, en la exposición se hace referencia a los prerrafaelistas, a las cuevas Joaquim Mir, al pintor Fortuny, a Wagner, a Rodin, Venecia, París, etc... En esta exposición descubrimos un Gaudí polifónico en una red múltiple de relaciones. Pero, de la misma manera que existen unas raíces que contextualizan el taller del arquitecto, hay también una segunda parte: la proyección del mundo de Gaudí hacía generaciones posteriores. Al decir proyección quiero decir elementos muy diversos, contradictorios entre sí, que directa o indirectamente participan del mismo o sintonizan con el universo de Gaudí. No importa que estén descontextualizados. Observar a Le Corbuiser, a Schwitters, a los arquitectos visionarios, a los surrealistas con el trasfondo de Gaudí... significa repensar a Gaudí y estas experiencias en un viaje de ida y vuelta a la luz de la modernidad.

La exposición se cierra (la última estancia del laberinto) con una obra de Tàpies. ¿Por qué? Quiero recordar una lectura poética del poeta Gimferrer en la que apuntaba dos tradiciones en la cultura catalana. Una era la del arte figurativo, la del orden, la del clasicismo, etc. La otra tradición era la de lo oculto, la de los alquimistas y los esotéricos, que explora el mundo interno y lo desconocido. En esta segunda tradición se encuentran Raimon Llull, Arnau de Vilanova, Joan Miró, Salvador Dalí, Antoni Tàpies... Si nos atendemos a la lectura poética de Gimferrer, a esta última tradición también pertenece al Gaudí del fondo de la gruta, santificación de la materia o pacto con el diablo, no se sabe exactamente.