Image: Carmen Calvo

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Arte

Carmen Calvo

“Con respecto a la política, soy una antigua, prefiero mantener distancias”

24 octubre, 2002 02:00

Carmen Calvo. Foto: Vicent Bosch

Carmen Calvo no para. Un mural en Bancaixa, una instalación en una casa particular, galerías, y ahora, esta gran exposición organizada por el Reina Sofía en el Palacio de Velázquez. Unas ochenta piezas que, desde el 24 de octubre, dan buena cuenta del quehacer artístico de una creadora sin límites; el repaso a la trayectoria de una artista que ha roto los moldes de su generación. Aunque se confiesa tímida, a Carmen Calvo no hace falta tirarle de la lengua, no tiene pelos y, cuando los tiene, los enseña.

El estudio de Carmen está situado en la planta baja de un popular barrio de Valencia, frente a un pequeño mercado. Desde su puerta, se ven doradas, pollos y tomates. Carmen Calvo es una más en el barrio. Cuenta que hay gente que pasa por el mercado y, extrañada, se asoma al estudio para preguntar sobre lo que allí se cuece. Ella responde: "lo que veis", y abre los brazos moviéndolos en todas direcciones. En el estudio, va de un sitio para otro y parece estar en todas partes. "Estoy atacada -anuncia-, el ordenador ha explotado". Maniquíes y muñecas, ojos, brazos y cuchillos de cerámica abarrotan el estudio. Un vestido de novia y otro de comunión, cabelleras, escapularios y cilicios parecen salidos de una película de Orson Welles. Se pasa las manos por el pelo y sus contornos, se arregla el collar y se calza diez centímetros de tacón. "Estoy del lumbago, pero eso no tiene porque salir en las fotos". Carmen Calvo se transforma. Su obra cobra vida en su cuerpo y se encarna en los cachivaches que la confinan.

-¿Qué vamos a ver en el Palacio de Velázquez?
-La selección es de Fernando Huici y se trata de un recorrido por mi trabajo desde mitad de los setenta hasta la actualidad. Plantea un tema muy escolástico, muy de bellas artes, con paisajes, bodegones y retratos. Este tipo de exposiciones ofrecen al artista una motivación para que el espectador pueda conocer mejor la obra. Los inicios se presentan de una forma más espaciada. De repente, te das cuenta de que tienes que contar treinta años que llevas en este oficio, y eso sólo lo permiten estas exposiciones.

Una paleta bretoniana
-¿Cómo fueron sus inicios?
-Desde muy temprano tuvimos contacto con gente que nos abrió los ojos para ver lo que pasaba fuera, como el Equipo Crónica. Con ellos conocimos a Saura, Tàpies, Miralles, Adami, Arroyo y Erró... Toda esta gente venía por Valencia. El panorama nacional estaba en un punto muerto. Ver teatro, Las criadas por ejemplo, o El último tango en París, aunque ahora suene a batallitas, era una lucha. Eso era lo que nos estaba marcando, nuestras vivencias y oportunidades.

-La acumulación es un aspecto que ha permanecido en su trabajo.
-Me tendría que psicoanalizar... No soy nada coleccionista; sí fetichista, porque me gustan los objetos. No soy de acumular, aunque mi estudio esté lleno de cosas. Es la paleta de la que me abastezco. He copiado a André Breton, su gran estantería y su manera de coger y poner cosas. Mi obra es acumulativa, pero no de objetos repetidos. Cada objeto es diferente. Con esa acumulación de elementos, al principio, proyectaba de forma abstracta paisajes o retratos. Piensa, por ejemplo, en Archimboldo. Entonces realicé las series de Van Gogh. Siempre están ahí los clásicos... Pero esto, en el fondo, no es nada novedoso.

-¿Puede hablar del enmascaramiento en su obra?
-Es como ocultar la figura y también revivir ese personaje. Una máscara define historias de ocultamientos, temor, sensualidad o rechazo... Cuando se oculta, surgen muchas connotaciones. Elimino a un personaje y lo saco en otra vida. No me interesa plantearlo todo, sino ocultar. Y no por el misterio. Los maniquíes que tengo aquí, por ejemplo, con sus partes púdicas seccionadas, parece que lo haya hecho yo, pero los he adquirido tal cual están en un anticuario. Si miramos atrás, están también Berlanga, Bellmer... La morbosidad está en el ojo que mira.

»Los dibujos que hago a menudo están sacados de las noticias del día, como esa imagen (y señala en un periódico la foto de un niño palestino ensangrentado). Son fotos anónimas. Cindy Sherman tiene también unas muñecas sangrantes. Sin embargo, en mis dibujos y objetos, esas muñecas sangrantes ya estaban ahí, habían sido antes utilizadas y marcadas por los niños. El retrato me interesa mucho. Pienso en la obra de Goya o en las estancias de Louise Bourgeois. Los retratos dan esa calidad del poso del tiempo. Pero no por nostalgia, sino porque para mí es más fácil recurrir a fotos ya hechas que ir haciéndolas por ahí, para luego intervenir en ellas y manipularlas.

Ponga un artista en su mesa
-¿Cuál cree que es el papel del artista en la actualidad?
-Se considera que el arte o la cultura quedan muy bien con los políticos. Ponga usted en su mesa a un artista... Eso da cierto caché. Pero ahí está la posición de cada cual. Tampoco digo que no se haya de colaborar con cierta identidad. Pero en eso yo soy una antigua, prefiero poner distancias. El artista debe mostrarse rebelde y ser crítico con lo que sucede. Como ahora hay más medios y dinero, hay más poder de enganchar al artista. No es que quiera la boheme, pero creo que el artista debe tratar de mantenerse firme; si no te encuentras el pulso, mala cosa. En relación a la polémica del Centro del Carmen, por ejemplo, hay que hablar. El Carmen fue muy importante, vino mucha gente de fuera. Cerrando sus puertas, se corta la conexión con la actualidad.

-¿Qué proyectos tiene?
-He estado ocupada con varios encargos; disfruto haciéndolos porque con ellos nadie me obliga. Acabo de terminar un gran mural para Bancaixa del que estoy muy satisfecha. Voy a empezar una instalación en una casa particular y tengo un proyecto para el Monasterio de la Trinidad en Valencia. Se trata de un encargo "a la antigua", como en el Renacimiento. Contrasto el mundo de la imagen con el de los objetos, en relación con la historia del edificio y su visión actual. Es todo un reto. El encargo te da otros formatos, materiales, el contacto con ciertos artesanos, el diálogo con quien encarga, con el público ocasional. Se trata de otra relación con el exterior. Es otra forma de desnudarse...


Carmen Calvo nace en Valencia en 1950. Tras realizar estudios de Publicidad, ingresa en la Escuela de Artes y Oficios de Valencia y más tarde en la de Bellas Artes. A mediados de los sesenta, y seducida por las piezas arqueológicas, comienza a incorporar fragmentos (sobre todo de cerámica) en sus obras. Primero los collages y, más adelante, los assemblages que se convierten en esculturas e instalaciones, dan idea de la teatralidad y poesía de su trabajo.