Image: Muntadas y la estética de la sospecha

Image: Muntadas y la estética de la sospecha

Arte

Muntadas y la estética de la sospecha

12 diciembre, 2002 01:00

La mesa de negociación, 1998

On Translation: Museum. MACBA. Plaza dels Àngels, 1. Barcelona. Hasta el 9 de febrero

Yo diría que Antoni Muntadas responde a una estética de la sospecha o de la paranoia. Es decir, las imágenes, sean los medios de comunicación, sea la imagen de la ciudad, sea el museo..., ocultan, silencian. Explica Muntadas que cuando un reportero reduce a tres minutos tres horas de rodaje se realiza una operación compleja que comprende decisiones, criterios, convenciones. Pues bien, Muntadas analiza este sistema que se pone en marcha cuando se construye una imagen. Un sistema que, aunque implícito, es invisible. Decía antes estética de la paranoia, ya que implica la idea de que existe una clave esencial que actúa tras el mundo visible. Se supone que esta clave explica el sentido profundo y la razón de ser de la imagen. Aquí entiendo la paranoia como un dispositivo que pone en cuestión lo evidente, lo irrefutable; la paranoia es la inversión metódica de lo visible para descubrir el lado oculto.

Muntadas me hace pensar en Joan Fontcuberta. Ambos realizan un análisis de deconstrucción -paranoico- de tópicos y de estructuras ocultas. Ambos poseen una preocupación epistemológica por la imagen. Ambos formaron su actitud crítica en las postrimerías del franquismo y del Mayo de 68. Ambos están interesados en las liturgias del poder, en cómo se producen efectos verosímiles de irrealidad o de alucinación a través de la imagen. Claro que son sensibilidades diferentes: Muntadas presta particular atención al problema de la traducción/interpretación, lo privado y lo público, la influencia de los medios. También la manera de trabajar es diferente. En Fontcuberta existe un registro de ficción, ajeno a Muntadas.

Ahora bien, me pregunto dónde lleva este análisis crítico. Creo que todos hemos aprendido a convivir y que estamos concienciados de nuestras propias contradicciones. Pero tengo la convicción de que la aportación de Muntadas es una aproximación emocional a estos problemas. De las muchas manifestaciones que aglutina la exposición, tengo interés en subrayar una diferencia entre dos de ellas. Por un lado, la recopilación de 28 trabajos que el comisario -José Lebrero- ha reinterpretado con voluntad informativa y documental: se presentan de manera cronológica en stands con paneles que explican las intervenciones. Por otro, se presentan algunas instalaciones tal como se concibieron en su origen o con algunas variaciones. La diferencia entre uno y otro es que las instalaciones poseen una dimensión vivencial; esto es, aportan una perspectiva ausente en una aproximación simplemente informativa. Y aquí radica el interés de Muntadas.

Hace falta plantearse sin embargo sus motivaciones invisibles . Cuál es el origen de su sospecha y de sus mecanismos de reflexión. Apelo a una crítica de la crítica o a una autocrítica. Pero, llegado a este punto, correspondería que quien esto escribe se preguntara por los mecanismos invisibles que determinan su trabajo: por qué se reseñan unos artistas y no otros, cómo se negocian con la redacción las exposiciones, con qué instituciones se colabora, etc. Pero este aspecto desborda el propósito de un simple comentario; es preferible dejar esta reflexión sobre la crítica de la crítica en la intimidad.