Image: El reverso de la utopía

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Arte

El reverso de la utopía

La belleza del fracaso

3 junio, 2004 02:00

Joseph Beuys: Cosmos und Damien, 1973

Comisario: Harald Szeemann. Fundación Joan Miró. Parque de Montjuïc. Barcelona. Hasta el 24 de octubre

Esta exposición confronta dos discursos que se expresan como la cara y cruz de una misma moneda: la utopía y el fracaso de esta utopía. A la utopía le sigue un desencanto, una suerte de resaca. ésta es la lectura de la muestra o una de sus lectura posibles.

Esta exposición que propone la Fundación Miró presenta obras que, de alguna manera, directa o indirectamente, se vinculan a un proyecto de transformación social o incluso individual. Así, algunas de las primeras piezas del itinerario de la exhibición aluden a las vanguardias históricas. No hace falta insistir que, en términos generales, la vanguardia implicaba la construcción de una nueva sociedad, la construcción de un hombre nuevo. Y es precisamente esta dimensión la que justificaba la vanguardia y la que la dotaba de una carga moral. La intención profunda de la vanguardia -o por lo menos de determinados movimientos y experiencias- es política. De ahí que el comisario, Harald Szeemann, haya incorporado, incluso, una mención explícita al anarquismo, según él la más bella de las utopías... En fin, esa idea de la utopía -con diferentes y variadas configuraciones- sobrevuela la exposición. El arte como expresión del deseo es la problemática sobre la que versa la muestra.

Es difícil explicar por qué el arte absorbe -o absorbió en determinado momento- este significado utópico, incluso político. No hay una sola y única razón. Pero no nos ha de extrañar. El arte es el universo del sueño. ¿Y qué es la belleza sino lo imposible? El arte siempre se expresará como un resplandor, allí en la lejanía, en el horizonte inalcanzable...

Ahora bien, a esas imágenes del deseo y de la utopía, la exposición asocia otras que son su reverso, como si se tratara de su resaca o una desilusión. Estas otras imágenes yo las veo como una pesadilla, acaso como Sísifo, caído de tan alto que se empecinaba en volar.

Yo diría que en estas contraimágenes del deseo hay algo de sadismo. Porque es un insistir una y otra vez en las heridas de una utopía moribunda que ya no es verosímil, unas heridas que tal vez por esta razón, porque es un ángel caído retorciéndose en el suelo, queman como soles. Hay algo de complacencia en este bisturí que busca el ridículo o el sinsentido en los pliegues de un deseo más profundo que el mar y por esta razón absurdo... Un ejemplo: Thomas Hirschhorn en una instalación, Stand-In, que es el corazón de la exposición, opone, entre otros elementos y en un ambiente muy agresivo, desfiles de moda a imágenes bélicas. Lo uno y lo otro se confunde, como si en las tripas de aquellas atractivas modelos, entre las heces y las pestilencias, habitara la desesperación y la muerte. Otro ejemplo, entre otros: el vídeo Thrill Me de Una Szeemann, en el que se describe la transformación progresiva de Michael Jackson en un monstruo: un niño con rasgos de raza negra acaba por metamorfosearse en esa "cosa" que es este cantante americano.

Entre la utopía y la desilusión no existe una especial diferencia. Ambos son el resultado de un movimiento pendular, como el paso: un pie sigue al otro. ésta es la lógica de deseo. Pero tampoco es lo mismo. Ya he advertido que, en mi opinión, en esta contraimagen de la utopía había sadismo y autocomplacencia. Más aún, por su particular dramatismo, es más intensa y espectacular. El derrumbamiento de un edificio es mucho más efectista que su construcción, pero claro aquí de lo que se trata es de la esperanza, de hundir la esperanza. ésta es la denominada estética del fracaso. Lo que pasa es que después uno se queda sin nada. Los sueños imposibles terminan en angustiosas pesadillas. Los deseos inalcanzables provocan frustración. La contemporaneidad ha querido trasladar el Paraíso celeste a la tierra, pero en ese intento de materializar los deseos estos se han roto en mil pedazos, se ha deshecho el espejismo.