Jaume Plensa, escultor en escena
Ópera, teatro y amigos
10 marzo, 2005 01:00Escenografía para la Flauta mágica, 2003, de la Fura del Baus
La colaboración de artistas plásticos con autores y directores teatrales en producciones de especial ambición escenográfica constituye una importante vena creativa que se ha ido dilatando a lo largo del siglo XX con las aportaciones de diferentes momentos vanguardistas. Pero no son tantos los que realmente han dado un paso adelante en la escena. Jaume Plensa, en sus trabajos junto a La Fura dels Baus, es uno de ellos. Esta exposición, simultánea a otra que en Barcelona recorre la historia del grupo catalán, documenta las cuatro colaboraciones entre ambos y la última escenografía del escultor.El antecedente remoto de los espectáculos ideados por Plensa y La Fura es el teatro de Corte barroco, que en España desarrollaron escenógrafos italianos como Lotti y Baccio del Bianco, para las obras, entre otros, de Calderón de la Barca. Allí tronaba y relampagueaba, surgían arcoiris, se hundían montañas, se trababan batallas navales, se sentían perfumes, se escuchaban melodías y caían personajes de las nubes. Es decir, se buscaba impresionar todos los sentidos, crear un gran espacio autónomo de enorme dinamismo y dejar al espectador con la boca abierta. Además, no era raro que se actuase en espacios abiertos, como jardines o estanques, cosa que también hace este equipo: La Atlántida (1996) se estrenó en la plaza de las Pasiegas, ante la catedral de Granada, La condenación de Fausto (1999) en la antigua escuela de equitación de Salzburgo y La flauta mágica (2003) en una nave industrial de Bochum.
El rico estilo escenográfico de Plensa tiene algunas características recurrentes: utilización de grandes elementos escultóricos, movibles, como estructura básica de la dramatización; integración de las luces en el escenario, en los propios trajes o portadas por los personajes; diálogo entre lo que está físicamente en el escenario y las imágenes proyectadas sobre telones o sobre las propias esculturas; empleo simbólico de los cuatro elementos; uso de "máquinas" que desplazan a los personajes en vertical; la presencia de letras o frases como elemento plástico significante... En el catálogo, Vela del Campo afirma que el artista le confió que "las distancias entre escenografía y escultura son más cortas de lo que pensaba". Esa cercanía se produce porque ya antes de su debut escénico la escultura de Plensa había evolucionado hacia un profundo "dramatismo" y tenía una clara vocación de relación con un "público". Pensemos en la instalación Wonderland, con oscuras puertas de hierro iluminadas por bombillas, o las distintas formas de habitáculos de vidrio o metales que crea poco después. Son piezas ya concebidas para interactuar con el espectador y creadoras de espacio. Y recordemos las exitosas intervenciones en lugares públicos del artista, desde el Paseo del Borne de Barcelona a la ciudad de Chicago, con esas enormes pantallas que muestran rostros anónimos y que se reflejan en un estanque. En sus escenografías hay numerosos ecos de su trabajo escultórico y algunos de sus vestidos y sus piezas de atrezo podrían funcionar como esculturas.
En la planta baja se han colgado unas pantallas en las que cortésmente nos hacen un resumen con los momentos estelares de cada una de las obras, acompañadas de los carteles y dibujos para figurines y piezas del escenario. Lleven tapones para los oídos, porque se han aislado tan mal las áreas de sonido que, pese a la belleza de las imágenes, pueden querer huir por el insoportable ruido. Atención especial a El martirio de San Sebastián que, sin la aparatosidad imponente del Fausto, es tal vez la mejor creación desde un punto de vista visual. Por el contrario, Los muros de la soledad decepciona: es una simple adaptación, estática, de una instalación del artista en la Bienal de Dakar. Subiendo, se encuentran piezas de vestuario y atrezo, en un montaje que quiere sugerir lo escénico, con luz tenue, y más arriba, las maquetas y algunas esculturas relacionadas. Y parece que no es éste el final: se anuncia una nueva colaboración con La Fura para montar Macbeth, de Verdi. Magnífico para Plensa.