Arte

Rafael, lecciones de pintura y de historia

Rafael. Retrato de un joven

27 octubre, 2005 02:00

Retrato de un joven, 1518-1519. Museo Thyssen-Bornemisza

Comisario: Mauro Natale. Museo Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado, 8. Madrid. Hasta el 15 de enero

¿Cómo podemos llegar a saber que un bellísimo retrato, tradicionalmente atribuido (a veces con alguna duda) a Rafael es obra suya con la posible colaboración de uno de los miembros de su taller, Rafaellino del Colle, apenas conocido aún en los círculos de estudiosos del maestro italiano del Renacimiento? Esta es la pregunta que a través de una hermosa selección de cuadros y dibujos de Rafael, del mejor de sus discípulos, Giulio Romano, y de otros pintores de su entorno, nos propone Mauro Natale comisario de la muestra. La cuestión es sólo aparentemente de mera erudición especialista ya que, a través de ella, se nos plantea una interesante reflexión acerca de cómo funcionaban los mecanismos de la creación artística en el Renacimiento.

Lo que hoy entendemos por creación y originalidad es algo muy distinto de lo se pensaba en el siglo XVI. En aquel momento, lo que artistas y teóricos del arte entendían como momento esencial de la creación estética lo denominaban "invención" y era, junto al dibujo y el color, una de las tres partes esenciales de la pintura. La invención de una obra de arte era la "idea" de la misma y se expresaba, sobre todo, a través de dibujos previos: la ejecución definitiva de la tela o el fresco podía ser hecha tanto por el maestro, y entonces alcanza la máxima calidad, o por alguno de los miembros de su taller, con mayor o menor fortuna en el resultado final. A esto habría que añadir que Rafael y la escuela romana y florentina hacían del dibujo-idea el elemento esencial de la pintura, frente al mayor interés por el colorido de la escuela veneciana. De esta manera, admiramos distintos dibujos preparatorios de Rafael o Giulio Romano relacionados con varias pinturas del maestro, desde sus "vírgenes" a conjuntos como los del Vaticano o los de la Villa Farnesina de Roma.

Pues bien, ¿cómo llegamos a saber que tal pintura, en su totalidad o en alguna de sus partes, es obra directa del maestro o lo es, en cambio, de uno de sus discípulos? Fundamentalmente a través de dos medios: la documentación escrita conservada y la pericia y sagacidad del observador.

Mauro Natale, utilizando con sabiduría crítica la inmensa bibliografía sobre Rafael (acrecentada últimamente por la publicación del corpus documental completo del artista), que nos informa sobre el artista y su entorno de trabajo, y la pericia, destreza y agudeza de su observación (facilitada por las últimas restauraciones ), nos propone la comparación entre algunas partes de las Stanze vaticanas pensadas por Rafael, pero ejecutadas por Rafaellino del Colle, y el maravilloso Retrato de un joven del Museo Thyssen-Bornemisza; así sugiere la posible colaboración de este último en la pintura de Madrid.

La muestra es una lección de pintura, centrada en el momento culminante del clasicismo renacentista italiano, pero también de historia del arte como disciplina. Nos enseña, en suma, a admirar un cuadro desde el punto de vista de su belleza estética, pero también a comprenderlo mejor por medio de los instrumentos del conocimiento histórico-artístico y propone, a través del breve pero intenso recorrido al que ya nos tiene acostumbrados la magnífica serie de exposiciones "Contextos de la colección permanente" del Museo Thyssen, una reflexión sobre el último Rafael, época de su creación en la que la participación de los miembros de su taller, fundamentalmente Giulio Romano, plantea el tema mencionado de la delimitación de los difíciles linderos entre "idea" y ejecución material de la pintura. Para ello el comisario utiliza tanto pinturas de Giulio Romano, como obras de la última etapa de Rafael, como la Virgen de la Rosa, prestada por el Museo del Prado, y una serie de dibujos que nos muestran el papel de esta técnica en el proceso de ideación de las obras definitivas.

Exposición de autor donde las haya, en ella el espectador se encontrará con una sutil y muy bella selección de obras. Al placer de contemplarlas (apto para todos los públicos sensibles), el historiador del arte unirá una sutil reflexión acerca de las posibilidades, pero también de los límites, de su actividad profesional.