Madrid se abre al arte
ARCO 2006: Madrid Abierto
9 febrero, 2006 01:00Yamaguchi + Portilla-Kawamura + Ali Ganjavian: Locutorio Colón
Madrid Abierto se consolida como cita ineludible con el arte público. Hasta el próximo 26 de febrero se podrán ver en el centro de Madrid los trabajos de diez artistas y colectivos, seleccionados de un total de 595 propuestas. Un arte que esquiva los lugares de recepción tradicionales y se echa a la calle, cargado de sentido lúdico, humor, y algo de provocación que a veces puede pasar desapercibida para el espectador.
Una certeza y más preguntas
Desafortunadamente, en general, la organización de Madrid Abierto ha superado a las intervenciones in situ. Lo que nos obliga a hacernos unas preguntas más: ¿qué deficiencias estructurales tiene la convocatoria? Y por otra parte, ¿acaso una gran ciudad como Madrid está imposibilitada para acoger un programa de arte público, por definición? Ya es significativo que la franja de nacimiento de los artistas participantes oscile entre 1964 y 1979, cuando en las bases del concurso no hay límite de edad. Sólo los jóvenes tienen el ánimo de embarcarse en un proyecto dotado como máximo con doce mil euros: para salir "comido por servido", hay que tener mucho ingenio e ingenuidad, virtud ésta de la que normalmente no hacen gala los presupuestos de los profesionales y materiales necesarios muchas veces para poner en marcha iniciativas significativas. Por el contrario, algunas propuestas son tan modestas que pasarán desapercibidas incluso para el transeúnte habitual del eje Recoletos-Paseo del Prado, un trayecto bien reducido este año en el que también hubieran entrado más de diez intervenciones. Además, la dificultad de lidiar con la dispersión y heterogeneidad de los públicos, por un lado; y, por otra parte, la dichosa injerencia política, que parece no permitirse pasar una allí donde reside el poder, son consideraciones que no escapan a los artistas que entienden que los programas de arte público han de ir más allá de un débil tuneado de cuatro enclaves turísticos.
Como muestra, un botón. La única pieza que conectaba con un debate vivo, al final, no ha encontrado emplazamiento. En otras palabras, se ha censurado (y perdón por la expresión, políticamente "incorrecta"). Se trataba de Ouroboros, nombre de la mítica imagen de la serpiente que se muerde la cola. Wilfredo Prieto (Sancti-Spíritus, Cuba, 1978) pretendía instalar una gran grúa maniatada, inútil. El resultado nos parece previsible: la mayoría, inadvertida, la habría confundido con la familia de similares artefactos abandonados en los lugares más imprevistos de nuestra ciudad. Y, como dice Rancière, "los explotados no suelen necesitar que les expliquen las leyes de explotación". Pero algunos responsables municipales han preferido dar la espalda a la potencialidad del disenso de la acción del arte, valorando como ínfimo el daño colateral del comentario en la sección cultural de los papeles.
Apelando al humor
No es de extrañar, por tanto, que la mayoría de las intervenciones apelen al ludismo y al sentido del humor, las claves más fáciles usadas por los artistas actuales para llegar a los espectadores, ahora viandantes. La intervención de la única madrileña, Chus García-Fraile (1965) hace la competencia a los anuncios publicitarios que, en las grandes avenidas, cubren ya edificios enteros, con humildes y ampliados "post-it". Los mensajes no tienen nada que ver con los ambiguos y rebuscados mensajes que catapultaron a la fama a Jenny Holzer desde el Spectacular Board hace más de dos décadas. En la fachada de la Casa de América leemos "Pienso en positivo", en amarillo; y, sobre azul escolar, la típica lista corta de la compra: "azúcar, pan, cds, 2 bombillas". Los pegados en el Círculo de Bellas Artes son más internacionales: "Have sex!", "No TV" y una lista de deudas, con nombres de allegados y los euros correspondientes, en un suerte de inversión doméstica del centro oficial, financiero y cultural de la ciudad; como para ir por la ciudad como por casa, en zapatillas. El ludismo desenfadado de Tere Recarens (Barcelona, 1967) tiene un punto más lírico. Prolongando la dimensión volátil que imprime a todo su trabajo, con su Remolino, unos dibujos seriados sobre puertas giratorias a la entrada de la Estación de Cercanías en Recoletos, nos propone dar unas cuantas vueltas hasta terminar la viñeta completa. Y decididamente con carácter más relacional, lo planteado por el equipo Lorma Marti, compuesto por Karen Lohrman y Stefano de Martino, que ha vallado pequeñas áreas del parque del Retiro, buscando usos y modos de hacer alternativos a la erosión y ocupación del espacio público, y cuya efectividad se irá viendo estos días.
También las bonaerenses Virginia Corda (1967) y María Paula Doberti (1966) son artistas bien aplicadas a la escuela, en este caso la de la elaboración del inventario, cuyos Accidentes urbanos nos proponen rastrear. ¡Atención!: las Translucid views de Arnould Schuurman (Leid-schendam, 1976) son tan discretas que sólo los muy observadores llegarán a darse cuenta del cambio de sus trampantojos en los muppies (mobiliario urbano para publicidad e información en espacios públicos). Le reconozco un mérito: ha escogido algunos de los de emplazamiento más inadecuados entre la proliferación que nos dejó la etapa Manzano, cuando las manifestaciones de los chirimbolos, ¿recuerdan?. Pero hay intervenciones más sutiles. Gustav Hellberg (Estocolmo, 1967) quiere inducirnos a la ambigöedad de la visión. Interviniendo el alumbrado público de Neptuno a Cibeles, en el lateral de la Pinacoteca, nos invita al misterio y la magia de modificar nuestros paseos nocturnos.
Alto y fuerte
No podían faltar las intervenciones sonoras. Tao G. Vrhoevec Sambolec (Ljubljana, 1972) nos trae Reality Soundtrack que, desde 2003, se ha presentado en una docena de oportunidades por ese mundo de dios. En colaboración con Radio 3, cuadrillas de veinticinco performers inundan espacios públicos de música electrónica.
Más enjundia parece tener Speakhere! de Nicole Cousino y Chris Vecchio. Inspirado en la Speaker’s Corner en Hyde Park, hacen un llamamiento a la espontaneidad de los madrileños. Desde el Parque del Retiro se podrán transmitir "canciones, palabras, gritos, sonidos y susurros en tiempo real a una audiencia desprevenida". Un altavoz de la torre de babel de este Madrid multicultural. Según Cousino y Vecchio, la gran ventaja del invento es el anonimato. Ahora bien, ¿hay voz sin autor?, ¿merece la pena comunicarse sin tener la seguridad de un público, de un oyente? Pero la consabida estrategia de la indeterminación puede cobrar aquí resultados inesperados.
Ya lo sabe la comunidad latinoamericana: gracias a un equipo de jóvenes artistas, llamadas gratuitas desde la Plaza del Descubrimiento todo el mes de febrero, de 9 a 12 de la noche.
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