Arte

Mendes da Rocha o el triunfo de la idea

20 abril, 2006 02:00

Museo Brasileño de Escultura, 1987-1995

Con la construcción de Brasilia surge una nueva etapa de la arquitectura brasileña. La nueva ciudad, fundada en 1960 y capital de Brasil desde entonces, fue la muestra más fiel al ideario del movimiento moderno. La fractura estética se inicia inmediatamente después de su inauguración, que pone de manifiesto con su construcción todas las virtudes y defectos del hasta ahora código teórico. El escueto y preciso repertorio funcionalista se ve contaminado por un interés en las condiciones locales y vernáculas, frente a la internacionalización de los lenguajes y técnicas. También la inserción de una mirada más social en la definición arquitectónica se añade a la crisis de los patrones del movimiento moderno. Estas relecturas de las fases racionalistas generaron grandes discusiones teóricas a partir de los años sesenta que provocaron la fractura de la unidad en el pensamiento arquitectónico.

En este contexto se sitúa el trabajo del arquitecto Paulo Mendes da Rocha (Vitoria, Brasil, 1928). Nuevas cuestiones sociales y estéticas se reflejan en la producción teórica y práctica de la arquitectura. Y una mayor individualidad en la creación, que permitiría incorporar aspectos propios de la mirada personal del arquitecto, dentro de un contexto ya bastante académico que tendría aún en el funcionalismo una sólida referencia. La pureza geométrica, las grandes estructuras, la exposición a la gravedad de grandes masas en equilibrio, el gusto por el hormigón y la ausencia de ornato conformarían los aspectos de una nueva pureza en la arquitectura que entendía que podía trascender las imposiciones del lenguaje lecorbuseriano. La alianza entre la producción industrial de grandes jácenas pretensadas de hormigón, una incipiente industria entonces, con la fina sensibilidad por lo pequeño, define un aspecto representativo del trabajo de Mendes da Rocha.

El Museo de Escultura de São Paulo, desde cuyas gradas estoy escribiendo este texto, es uno de los más maravillosos edificios que he podido recorrer. Construido en 1988, da respuesta sensible a todo lo que posteriormente ha sido el trabajo de Mendes. Una enorme libertad creativa, que ya entonces le permite expresar un mundo propio exento de un lenguaje predefinido confiado por lo tanto a la idea arquitectónica. Su extraordinaria sensibilidad espacial está ligada al entendimiento de la condición dinámica del recorrido y de su exposición natural al movimiento humano. Y el peso de las formas es el argumento que dirige la composición, moviendo el espacio con precisión por un intenso campo de percepción. Alcanza Mendes una difícil monumentalidad con sus proyectos que no tiene que ver con la dimensión, sino con la escala de las partes de sus edificios.

También en el Pabellón de Osaka construía una sensible metáfora que ponía ya entonces en equilibrio una ondulante topografía con una tensa estructura fruto de la razón mas pragmática. En este difícil encuentro ya resonaban temas que años más tarde han inquietado a los arquitectos del XXI. También en la levedad de las estructuras del Club Atlético de São Paulo, obra de finales de 1958, descubre las tensiones que algunas formas generan. La rehabilitación de la Pinacoteca de São Paulo es un ejemplo de intervención en el patrimonio histórico, transformando la antigua estructura en una textura que se incorpora a lo moderno sin borrar lo antiguo.

Paulo Mendes da Rocha tuvo la osadía de incorporar a la arquitectura la intimidad poética que el dogma moderno había erradicado por una muy productiva eficacia impuesta. Era el momento del desarrollo, y los arquitectos y urbanistas las herramientas del poder para instalar sus ciudades, edificios e infraestructuras. Pasada esta etapa, y es lo que justa, oportuna y estratégicamente premia el nuevo Pritzker, se celebra el triunfo de las ideas. Hubo una época en que quisimos héroes, pero en los inicios del siglo XXI queremos a los poetas.