Arte

National Geographic, la mirada universal de una revista de fotógrafos

19 octubre, 2006 00:00

Foto: Chris Johns

Me han preguntado muchas veces qué es lo que me lleva a estar siempre de un lado para otro, de una a otra punta del mundo cargada con mis trastos y con mi equipo, buscando imágenes, intentando contar lo que pasa por delante de mis ojos a través del objetivo. Algunas de esas veces no he sabido muy bien qué contestar porque no soy muy dada a hablar sobre lo que me lleva a dedicarme a esto. Sufro una cierta timidez ante las entrevistas, quizá la misma que noto en algunas de las personas que he tomado como modelos. Me infunde respeto y pudor hablar de mí misma, pero preguntas como ésa me han hecho plantearme algunas cosas, por ejemplo ¿en dónde comenzó todo esto?, ¿dónde nacieron las ganas de viajar, que son ganas de ver, conocer y, claro, fotografiar?

En esa búsqueda en el baúl de mis motivaciones aparecen muchos recuerdos. Cuando El Cultural me preguntó por mi relación con la revista National Geographic, por mi opinión sobre la misma y sobre el hecho de que le hayan concedido el Príncipe de Asturias me volví a ver de nuevo sacando de ese baúl enorme algunos de los recuerdos que pongo encima de la mesa cuando me planteo en qué momento de mi vida comencé a sufrir y a disfrutar de esta curiosidad mía. Porque los primeros recuerdos que tengo del National Geographic son de muy pequeña cuando podía ojearlos en mi casa porque mi padre los compraba. Aquella revista y las fotos que contenía, producían en mí una excitación parecida a la que se siente a esa edad por los cuentos y los mundos inventados que recrean. Lo mejor es que en este caso eran verdad. Eran verdad los lugares de los que hablaban, de carne y hueso la gente que aparecía. Diferentes, extraños incluso; el alimento perfecto para saciar mi curiosidad, y, con el paso del tiempo, sólo una pequeña dosis para dormir mi adicción momentáneamente.

Creo que mis primeros viajes los hice a través del National Geographic. Será por eso por lo que esos recuerdos me traen el olor añejo del papel que ha contado historias y es historia en sí mismo. Y desde entonces no he dejado de viajar. Después, durante mi vida profesional he seguido la evolución de esta publicación que nos ha traído hasta casa no sólo algunos de los momentos más importantes de nuestra historia reciente, sino también, y ahí reside su valor para mí como fotógrafa, el modo de verlos desde la óptica de algunos de los mejores fotógrafos del siglo XX. Es imposible hacer una lista de todos los fotógrafos que han trabajado para National Geographic sin ser injusto con alguno de ellos porque mi memoria no alcanza a abarcarlos a todos. Lo que sí es cierto es que algunos de los nombres más influyentes de la Historia de la Fotografía, así en letras mayúsculas, y de esa íntima historia personal que todos tenemos (también yo), han publicado su trabajo en esta revista. Desde Mary Ellen Mark a Edward S. Curtis pasando por Julia Margaret Cameron, Clifford o James Nachtwey y, cómo no, Steve McCurry, que ha hecho de los ojos de esa chica afgana una mirada universal y única.

Este criterio a la hora de seleccionar a sus fotógrafos y, sobre todo, el respeto por el trabajo individual de cada uno de ellos hace de esta publicación un medio excepcional, una revista más que de viajes, más que de fotografía, una revista de fotógrafos. Debido a mi profesión he tenido contacto con gente cercana a este medio y todos coinciden en alabar el cuidado en la selección de los temas, la calidad de la impresión y el respeto por los profesionales de la imagen, que supone, al fin y al cabo, el respeto por la Fotografía como modo de expresión personal y artística. Por esa riqueza de criterios considero que los trabajos publicados en National Geographic pueden mirarse desde muchos y diferentes enfoques sin que ninguno entre en conflicto con el otro, por su interés antropológico, visual o artístico. A la vista está. Para cualquier profesional de la imagen publicar en esta revista es un sueño y un lujo. Para cualquier amante del placer de viajar desde casa, de dejarse cautivar por lo que hay más allá de las paredes que encierran nuestra rutina, es una suerte poder disfrutar con una aliado como National Geographic. Por eso y por otras cosas que no pueden explicar estas palabras, siento una especial alegría e incluso una íntima satisfacción porque una publicación que ha hecho tanto por la fotografía reciba un reconocimiento como el Premio Príncipe de Asturias.

Una revista mítica
La revista National Geographic es el diario oficial de la Sociedad galardonada. Se publica, además de en inglés, en otras 28 lenguas, con una tirada de más de 8,5 millones de ejemplares en todo el mundo. La National Geographic Society fue creada en Washington en 1888 y nueve meses después de su fundación, se publicó el primer ejemplar de la revista, un boletín científico muy distinto de la publicación de hoy. Ha destinado fondos a cerca de 8.000 proyectos de investigación y excavaciones.

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