Arte

Repensar Palazuelo

Proceso de trabajo

14 diciembre, 2006 01:00

Onde IV, 1961

Comisarios: Manuel Borja-Villel y Teresa Grandas. MACBA. Plaza dels Angels, 1. Barcelona. Hasta el 18 de febrero

Palazuelo: proceso de trabajo, un recorrido panorámico por la trayectoria del artista, es la exposición más extensa y tal vez la más ambiciosa que hasta ahora se haya organizado sobre su obra. Cierto es que se han presentado grandes muestras sobre Palazuelo (Madrid, 1916): desde su primera retrospectiva importante, en el MNCARS y el IVAM, a mediados de los noventa, hasta la inaugurada en 2005, en el mismo Reina Sofía, con motivo de la concesión del Premio Velázquez. Sin embargo, en esta ocasión se reúne una cantidad considerable de piezas -alrededor de 350, entre pinturas, dibujos y esculturas- con la voluntad de resituar o buscar nuevas lecturas del artista. Pues, según los comisarios, Manuel J. Borja-Villel y Teresa Grandas, las interpretaciones que hasta ahora se han hecho han seguido las claves que el artista había facilitado en entrevistas y escritos propios. Es decir, se han situado siempre desde dentro, lo que seguramente se explique por la dificultad de dialogar con el discurso cerrado, hermético, por no decir "místico" e incluso esotérico, del artista.

Aun cómplice con el mundo de Palazuelo, la presente exposición ensaya otra lectura. En este sentido, son significativos algunos textos del catálogo, como la mesa redonda en la que, aparte de la intervención de los comisarios y de la introducción de Pedro G. Romero, participan intelectuales de posturas e itinerarios tan diferentes como Ignacio Gómez de Liaño y José Díaz-Cuyás. A propósito de este foro de debate, hubiéramos preferido textos más largos -en particular del especialista Gómez de Liaño- pero en todo caso esta mesa redonda significa un esfuerzo por repensar a Palazuelo. Igualmente, el ensayo de Manuel Delgado intenta situar el significado social de posiciones misteriosas y mágicas en el contexto más amplio del arte contemporáneo. Y es que el mérito de la exposición radica precisamente en esto: en abordar y reivindicar el tema de lo sagrado en el arte -aunque, evidentemente, éste no está agotado en absoluto y exigiría una aproximación mucho más compleja-.

En otro registro, esta voluntad de releer a Palazuelo se apoya en la exhumación de material inédito y poco difundido. El itinerario de la exposición arranca con las primeras obras de carácter abstracto de finales de los 40 para acabar con dibujos de recentísima ejecución, fechados en 2006; en el ínterin se hace una especial referencia a la producción de la década de los 50 y 60. Uno de los aspectos más importantes de la muestra es la atención que dedica al dibujo, que es considerado como un aspecto más del proceso de creación, al mismo nivel que la escritura, la pintura, la arquitectura o la escultura. El diálogo entre estos elementos articula la obra y la evolución de Palazuelo.

A mi parecer, la exposición es una suerte de mandala o camino iniciático en el que el mirar y el leer son complementarios. Como contrapunto a los grandes formatos están las vitrinas, en las que se exhiben piezas que, por su tamaño y fragilidad, parecen requerir una lectura más pausada. La pintura de Palazuelo es poesía, no sólo porque el artista ha acabado por depurar un lenguaje abstracto de una extremada sensibilidad, sino porque en él hay una intención -como él ha expresado en muchas ocasiones y con todas las matizaciones pertinentes- de hacer visible lo invisible. Puede que, para algunos, sus diseños sean puras formas sin contenido; tal vez, para otros, su discurso sea pura retórica… No hay nada que lo confirme o lo desmienta. Pero, personalmente creo que esto resulta irrelevante, porque soy yo -espectador- el que cree o quiere creer en ello y proyecto estas convicciones o intuiciones en aquellas formas. El arte sólo responde a quien pregunta y esta pregunta del espectador es ajena incluso al mismo Palazuelo.

La posición de este artista, aunque se exprese en un lenguaje muy diferente, me resulta muy próxima a la de Antoni Tàpies. Palazuelo ha practicado una abstracción de tipo constructivista, evidentemente muy alejada del artista catalán; sin embargo, al igual que éste, mantiene una concepción trascendente del arte. Para ambos, la pintura es una manera de acercase al misterio y a lo invisible. Resulta interesante constatar cómo dos de los artistas más reconocidos del contexto español se expresan en tales términos y cómo esta identificación entre arte y trascendencia resulta vigente en la actualidad.

Artistas con vocación espiritualista como el Yves Klein o el Piero Manzoni de los años 60 desarrollaron paralelamente comportamientos de carácter dadaísta e irónico. Posiblemente su discurso metafísico no resultaba verosímil y encontraba resistencia en su tiempo. La actitud iconoclasta de Klein y Manzoni puede interpretarse como una protesta ante la imposibilidad de esta posición trascendente.

Curiosamente, ahora artistas que sostienen este tipo de discurso están presentes en nuestras instituciones. Es difícil dar una explicación y quizás existan otras muchas razones, pero tal vez ese arte del misterio responda a una necesidad espiritual más profunda, una vez que la filosofía, la religión, la teoría estética se han vaciado de contenido.