Simeón Sáiz Ruiz, cuenca de basuras
En Con(de)strucción
15 marzo, 2007 01:00Rio Júcar, Cuenca, 5 de abril de 2004 Al mediodía y Calle Toledo..., 2004-2007
Fue entre los años ochenta y noventa cuando la obra, hasta entonces exclusivamente pictórica, de Simeón Sáiz Ruiz (Cuenca, 1956) dio entrada a la fotografía y el vídeo -la serie Masculino-Femenino, con la que expuso por primera vez en esta misma galería-, a la vez que sus motivos experimentaban un deslizamiento hacia lo filosófico y la manifestación de un compromiso ético, que alcanzaría su mejor definición en la numerosa serie J’est un je -realizada entre 1996 y 2003-, en la que dialogaban la supuesta verdad documental fotográfica de los acontecimientos de los Balcanes y la capacidad de condensación simbólica de la pintura.En En con(de)strucción Sáiz expone por primera vez sólo fotografías, en las que empareja y equipara, mediante dípticos confrontados, el estado actual de uno de los lugares naturales vividos en su infancia como paradisíaco con los basurales arrojados por sus vecinos en los contenedores del barrio madrileño en que vive.
He de confesar que nada más saber que las primeras eran del curso del río Júcar, me sobrevino una reminiscencia no del enclave, sino de la persona que lo volvió a mis ojos y a los de mis contemporáneos motivo artístico, el gran Fernando Zóbel, cuya generosidad puede atestiguar Simeón, discípulo suyo a los dieciséis años, y cuya primera exposición, a los veinte, en la galería Edurne, estaba dedicada precisamente al río, que fotografió entonces, cuenta, con su primera cámara. No son del mismo cauce, me informó el artista: Zóbel prefería la zona más turística y que, por esa razón, permanece más cuidada. éste es el tramo de la ciudad nueva, que parece que se hubiese construido contra él, despojándolo de su antiguo encanto y abandonado a merced de toda porquería, ya sea por el vaivén de las crecidas y la sequía o por lo que sin reparo tiran y nadie limpia. Una conducta semejante a la de los pobladores del barrio de La Latina, hermanos y semejantes a los de cualquier otro, que se diría que más que habitarlo lo usan de estercolero.
Hay que fijarse para distanciar la vista casi romántica del río que ofrecen las tomas de las impurezas que lo mancillan. Más evidente resulta la metáfora de los contenedores cual cuencas de basuras, como si fuesen de un río embalsado en el que flotan los desechos de la existencia y de la memoria. Y reveladores, necesarios, los interrogantes y planteamientos cívicos del artista. ¿Porqué administración local y vecinos se desentienden del río y de los beneficios que podría reportarles, ya sean estos económicos o electorales? Las fotos, sin embargo, no expresan nada, no explican qué ocurre ni escenifican una catástrofe. Son, me atrevo a resumir, un testigo ocular de la amnesia del paisaje que nos corroe.