Image: Sean Scully, en la piel de la pintura

Image: Sean Scully, en la piel de la pintura

Arte

Sean Scully, en la piel de la pintura

Sean Scully

19 julio, 2007 02:00

México, una ventana verde, 2001

Fundación Joan Miró. Parque de Montjuïc, s/n. Barcelona. Hasta el 30 de septiembre

Para nosotros, la exposición de Sean Scully en la Fundación Joan Miró ha sido una sorpresa. En nuestro país, el pintor ha gozado de una especial proyección tanto en galerías comerciales como en espacios institucionales. Sin embargo, hasta ahora, lo habíamos visto sólo en salas de arte donde el pintor no ofrecía todo lo que podía dar de sí, limitado por el formato de la exposición privada. Identificábamos a Scully, uno de los artistas más cotizados del mercado internacional, con una pintura decorativa y plana, aunque, eso sí, realizada con rigor y profesionalidad. Pero lo peor era su discurso metafísico: las alusiones al misterio de la vida, al arte como exploración de la oscuridad, a la pintura como forma espiritual… que aparecían en las entrevistas, o de su pluma de vez en cuando, y que no podíamos sino interpretar como algo delirante.

La actual muestra permite otra aproximación, que para nosotros ha resultado un descubrimiento. Precisamente en la Fundación Miró, una institución presionada por las avalanchas de turistas y que no se distingue precisamente por las técnicas de montaje de sus exposiciones. Claro que el propio Scully ha jugado un papel determinante en la selección y disposición de las piezas. La exposición, que presenta obras desde 1974, no sigue un orden cronológico, excepto al inicio, donde se muestran obras más tempranas. Lo que se ha buscado es recrear una atmósfera, un universo. Por otra parte, a la Fundación le sientan bien -como es el caso de la obra del propio Miró- este tipo de pintura de grandes formatos y color que flota chispeante aquí y allá entre el blanco inmaculado de las salas.

La pintura de Sean Scully (Dublín, 1945) es un lenguaje abstracto basado en una serie de elementos muy limitados que reinterpreta constantemente: combinación de franjas verticales y horizontales, alternancia de colores e intercalado de cuadrados y rectángulos de diferentes tamaños. Pero explicarlo así no es suficiente: en el pintor existe la voluntad de hacer algo más que cuadros, de buscar una pintura con poder emocional.

La exposición -intuimos que con una intención didáctica- incorpora un conjunto de fotografías realizadas por el mismo artista. éstas presentan una continuidad con su universo pictórico y acaso tienen la virtud de hacer más evidentes las inquietudes que de una manera velada habitan en su pintura. Una serie consiste en dos ejemplos de las puertas y ventanas que Scully ha fotografiado obsesivamente por todo el mundo. La otra es la dedicada a los muros de piedra seca de la isla de Aran (Irlanda). La fijación por las ventanas y las puertas no es gratuita: significa la invitación a pensar que, tras las apariencias, el mundo se abre, que hay algo detrás oculto. También las paredes de piedra, ancestrales y primitivas, con sus particulares composiciones de guijarro sobre guijarro, están cargadas de mensajes y memoria. Estas fotografías revelan la preocupación por lo simbólico, por las texturas -y quien dice texturas, dice sensualidad y cuerpo…-. En definitiva, por algo que está más allá de la pura visualidad.

Como se demuestra en las obras que inician la exposición, el punto de partida del pintor es el minimal, el op art, el hard-edge, Jasper Johns. Así le correspondía por generación cuando empezó a pintar. Pero, con el paso de tiempo, Scully va introduciendo en sus cuadros un acabado más artesanal, la veladura, la idea de ventana o incluso el volumen, lo que hemos de interpretar como una manera de arañar expresividad o trascendencia.

Scully no es un pintor abstracto en el sentido estricto del término. Su pintura implica la aprehensión de algo, algo que puede ser muy sutil, pero al mismo tiempo fundamental. Antes hemos aludido a la piel, porque es un tema recurrente en las entrevistas con el artista. él busca un equivalente de la piel en la pincelada y en las texturas, lo cual es poco -porque son evidentes sus límites- pero a la vez es mucho o ambiciona mucho: la pintura -por empatía y por un instante- se transforma en un ser vivo.