Image: De estética y compromiso

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Arte

De estética y compromiso

La Bienal de Estambul celebra su X edición con una selección impecable

11 octubre, 2007 02:00

Obras de Abdel Abdessemed y AES+F.

Comisariada por el chino Hou Hanru, la X Bienal de Estambul no defrauda, ni deja indiferente. Bajo el título No sólo posible, sino también necesario: optimismo en la era de la guerra global, la macroexposición se mueve entre la polémica desatada en el país y la coherencia de su comisario, entre las imposiciones políticas y la solidez del proyecto, entre el compromiso político y el emocional, entre Oriente y Occidente, al cabo.

Absolutamente coherente, adaptada al encargo y al cruce de problemas e intereses que palpitan hoy en Estambul, la bienal de Hou Hanru ha levantado ampollas entre los intelectuales turcos. Como ha señalado la Fundación Cultura y Arte de Estambul (IKSV), organizadora del evento, después de veinte años se trata de una situación sin precedentes. Más de ciento treinta académicos de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Marmara han firmado un escrito en donde acusan a Hanru de ignorancia y sesgo ideológico en su análisis de la historia y el presente turcos. No se trata de la habitual polémica sobre la cuota de artistas del país, como podría suponerse -por lo demás, bien representados-, sino de un debate político sobre el alcance del kemalismo, la ideología del fundador de la Turquía moderna, Mustafá Kemal Ataturk, cuyo proyecto de modernización, según el texto del comisario chino "fue una imposición de arriba abajo, (lo que produjo) algunas contradicciones y dilemas insolubles e inherentes del sistema". Esto, en un momento en el que la resistencia de la Comunidad Europea a aceptar a Turquía como socio está exasperando a una nación encrucijada de Oriente y Occidente, cuya población se condensa en el 3% de territorio europeo -el área de Estambul, que se calcula hoy entre 15 y 25 millones de habitantes- y cuya economía goza de una bonanza en el marco del neoliberalismo que está acarreando los consabidos problemas de gentrificación y debates territoriales.

Hanru ha entendido a la perfección la importancia que se está dando en Estambul al arte contemporáneo como símbolo de su asimilación al sistema occidental -con la reciente creación de nuevos museos y centros culturales- y precisamente ha elegido la revisión crítica del concepto de Modernidad y las consecuencias de sus promesas de modernización para promover grupos de trabajo cuya sinergia activista y democrática gire en torno a la cuestión de "si el mundo no-occidental puede reinventar todavía modelos efectivos de modernización para plantar cara a los cambios de la globalización que son dirigidos por el capitalismo liberal y los poderes occidentales". De manera que una amplia gama de actividades y talleres de arquitectura y urbanismo completan una bienal con sedes muy bien elegidas y dispersas por toda la ciudad. Como resultado, Hanru sirve al encargo de publicitar los nuevos centros -el museo Istambul Modern y el enorme complejo cultural Santralistambul (el Museo de Arte Contemporáneo turco, una especie de Matadero madrileño pero con un proyecto mucho más pulido y brillante)-, mientras atiza la polémica sobre el posible derribo o conservación del IKM (un ambicioso centro textil de los años sesenta y hoy depauperado y tomado por el comercio audiovisual juvenil) y del Centro Ataturk, hasta hace bien poco la sede de todo gran evento cultural, en la populosa plaza Taksim, pero que ahora se pretende remodelar, con evidente provecho especulativo. Sedes, montajes, conceptos abordados y selección de artistas: todo responde a una lógica implacable. Aunque el público destinatario sean los jóvenes de las clases privilegiadas y herederas del kemalismo, puesto que la publicidad de la bienali es invisible en la ciudad.

El juicio a la Modernidad es sumarísimo. Con una nómina de artistas de amplio reparto geográfico -aunque abundan los orientales- y cuya mayoría ha nacido a partir de 1965, la mirada hacia las décadas de los mistificados sesenta y setenta del siglo XX más que nostálgica es distanciada e incluso irreverente. Contando con la referencia del trabajo de documentalismo conceptual de los seniors -los estadounidenses Renée Green (1959), Sam Samore (1953), Allan Sekula (1951), Daniel Faust (1956), los chinos Huang Yong Ping (1954) y Jang Jiecheng (1956), el taiwanés Chen Chieh-jen (1960), el cineasta egipcio-canadiense Atom Egoyan (1960), el esloveno Tadeo Podagacar (teórico del new parasitism), la croata Sanja Ivekovic (1949), el arquitecto holandés Rem Koolhas (1944), la suiza Ursula Biemann y el turco Kutlug Ataman (1961)-, preocupados por las consecuencias de la globalización, territorialización y diferencias de género e incluso implicados en movilizaciones políticas, el juicio de los jóvenes es especialmente sangrante en el almacén del embarcadero Antrepo 3 respecto a los ídolos caídos del pasado -como el trabajo sobre Lenin de Ramón Mateos o el vídeo de Fernando Sánchez Castillo y los affiches con pintadas de los visitantes del londinense Ian Kiaer-, la actual inoculación de violencia en el mundo islámico (Hamra Abbas, Adel Abdessemed, Extrastruggle). Así como respecto al estado geopolítico de dominación a través de los media y las redes de producción y migración (las grandes instalaciones de RMB City de Cao Fei y Urban Café de Gunilla Klingberg, en la sección Dream House). No menos radical es la revisión de la relación arquitectura y poder en el Centro Ataturk con los ejemplos de ese modernismo rígido, que hoy casi parece ridículo, tipo el del edificio de las Naciones Unidas a cargo de Daniel Faust, y en donde destacan también la serie sobre el Hotel Rossija en Moscú del austriaco Markus Krottendorfer, la de la japonesa Tomoko Yoneda sobre espacios en Hungría y Estonia, y los vídeos de la canadiense Nancy Davenport.

En las sedes complementarias Santralistambul y KAHEM, ya en Asia, se encuentran los trabajos más constructivos y utópicos, como la de la plataforma Isola Art Center de Milán y la Emergency Biennale in Chechnya, una iniciativa crítica respecto a la proliferación del "bienalismo" y el silencio ante la situación de Chechenia, a la que se han sumado artistas de todo el mundo, de fuerte compromiso político y emocional.