Image: Manuel Viches

Image: Manuel Viches

Arte

Manuel Viches

Luz de piel

29 noviembre, 2007 01:00

M. Vilches: Sin título, de la serie Luz de piel, 2007

Galería Astarté. Monte Esquinza, 8. Madrid. Hasta el 5 de diciembre. De 720 a 4.500 E.

Luz de piel, nueva serie de Manuel Vilches (1969) es cabal continuación de La piel habitada, que expusiera en el MEIAC el pasado año y un visible pero continuista avance con respecto a Deconstructing (en esta misma galería hace dos). La preocupación del extremeño mantiene las señas. Vive en las áreas desestructuradas entre el antiguo campo y la nueva ciudad, las afueras semi-industriales, los edificios en medio del terreno que son sólo forma, a veces no más que estructuras vacías, chabolas metafísicas sin vida, sin pasado ni identidad, arquitecturas a medio hacer o partes traseras de las mismas, mares de plástico de la superproducción agrícola: no-lugares, fugacidades físicas en medio de un nudo espacial. Emplazamientos visibles en las proximidades de donde procede Vilches (en la comarca pacense de La Serena). Y sigue procurando la transformación mediante la intervención digital y pictórica de fotografías que toma de tales emplazamientos, y la búsqueda de nuevos lugares entre lo real y lo imaginario, lo visto y lo virtual: pellizcar la sutil piel que separa lo existente de lo irreal. Los edificios de estas imágenes están recubiertos por una piel. De plástico, metal, oro. A veces la piel de las paredes es como la de un camaleón y simula el entorno que la rodea. Apreciamos avances en la depuración formal, un mayor embelesamiento en la creación de los espacios híbridos donde la luz construye profundidades, el misterio de unas visiones cuyas criaturas parecen respirar en un plano autónomo al nuestro. Como si Vilches hubiera confiado en las posibilidades de extraer lo diamantino, lo áureo, el brillo celeste y metálico. Dicho de otra manera, hay aquí un disfrute ambiguo, lúdico, en ningún momento trágico en las composiciones, en la creación, en la trampa. Una rotación barroca, donde el trampantojo y la simulación son gozosos, no agrios.