Image: Buckminster Fuller

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Arte

Buckminster Fuller

Museum of Contemporary Art, Chicago, (E.E.U.U.). Del 12 de marzo al 21 de junio. www.mcachicago.org

12 marzo, 2009 01:00

Buckminster Fuller: "Dome over Manhattan", 1960

Richard Buckminster Fuller es una de las grandes figuras de la cultura estadounidense del siglo XX. Una gran exposición itinerante hace ahora escala en Chicago.

Richard Buckminster Fuller nació en 1895 en Massachussets y murió a los 87 años en Los ángeles. Es una de las figuras más importantes de la intelectualidad americana del siglo pasado. Conocido por su visión utópica pero también por su pragmatismo de carácter orgánico, Bucky Fuller, como se le llamaba coloquialmente, trabajó en el desarrollo de campos como la vivienda, el transporte, la comunicación o la cartografía. Su máxima era "más por menos", en parte similar al "menos es más" de Mies van der Rohe, y su influencia en artistas, diseñadores, arquitectos, ingenieros o matemáticos de la época fue determinante. Además, fue un adelantado de su tiempo, como se desprende de la seguridad con la que aseveraba que las sociedades humanas dependerían muy pronto de las energías renovables como la solar o la eólica. Fue innovador incluso en su vida personal pues consiguió vivir bajo un sistema que le permitía dormir tan solo dos horas y rendir plenamente durante todo el día, algo que tuvo que dejar a los dos años por incompatibilidad con el resto de los mortales.

Una de las características más importantes en la figura y el trabajo de Fuller fue la ambición de crear vínculos entre todas las prácticas, algo que, como sabemos, es de vital importancia para entender no solo la cultura sino también el desarrollo y la innovación desde las décadas sesenta y setenta. Quiso en todo momento que desapareciera la brecha entre ciencias y humanidades, algo que sin duda revertiría en la mejora de la condición humana. Buckminster Fuller perdió a su primera hija en 1927 víctima de una neumonía. La aflicción y un enorme sentimiento de culpa por no haber mejorado las condiciones de habitabilidad de la casa en que vivían, le hizo lanzarse a la búsqueda de mejoras del sistema de vivienda americano. Diseñó un modelo de vivienda unifamiliar hexagonal suspendido de un mástil central que podía producirse en masa de un modo rápido, eficaz y barato. Creó también un modelo de casa llamado "Dymaxion", abreviación de Dynamic Maximum Tensión (máxima tensión dinámica), que se cargaba con energía solar y del que pronto creó un modelo alternativo para coches. Entre sus obras paradigmáticas destaca la cúpula geodésica, realizada en 1949, una de las estructuras más potentes y económicas, que podía sostener su propio peso sin ningún límite. El gobierno aplaudió el invento y pronto construyó numerosas cúpulas para el ejercito. En pocos años, estaban repartidas por todo el mundo y aun hoy se pueden ver en muchos lugares.

A partir de 1948, ya profesor del Instituto de diseño de Chicago, ciudad con la que mantuvo férreos vínculos, trabajó, junto con sus alumnos en el desarrollo de una estructura de vivienda autónoma pensada, quizá anticipándose al temor de la Guerra Fría, para funcionar bajo desastres de toda índole. Investigó las posibilidades de obtención de agua y luz y el proyecto pronto se convirtió en su famoso "Standard of Living Package", que podría usarse dentro de una cúpula geodésica.

Bucky Fuller fue un creador genial pero también polémico. Son conocidas sus discusiones con multitud de arquitectos sobre la viabilidad de sus proyectos, muchas veces tachados de utópicos. Pero era un amante de la vida y del hombre. Definía la riqueza en términos de conocimiento como la "capacidad tecnológica de proteger, criar, apoyar y acomodar todas las necesidades de la vida". Son muchas las ideas que afloran a la hora de recordar su trabajo y su persona pero una de las que más se ajusta a lo real es, quizá, su voluntad de construir estructuras "poéticamente económicas".

La exposición dedicada a este hombre de la cultura, singular y genial ha sido organizada junto al Whitney Museum de Nueva York y le llevará, tras su paso por Chicago, a la librería de Stanford, en California.