Image: Juan Uslé: Hay que ser arriesgado, para elegir hoy la pintura como medio

Image: Juan Uslé: "Hay que ser arriesgado, para elegir hoy la pintura como medio"

Arte

Juan Uslé: "Hay que ser arriesgado, para elegir hoy la pintura como medio"

22 abril, 2009 02:00

Hacía tiempo que Juan Uslé no exponía en Madrid. Desde que en 2005 lo hiciera en el Palacio de Velázquez, en una muestra contundente y rotunda que fue unánimemente aclamada por la crítica, pocas habían sido las ocasiones para ver su ya inconfundible pintura. “He expuesto recientemente en Londres, Berlín, Nueva York y Los Ángeles, … y no puedes estar en todas partes a la vez. Las pinturas necesitan reposar en el estudio para madurar y solo lo hacen si les concedes el tiempo suficiente, sino las fuerzas”, se excusa. Pero hoy inaugura en Soledad Lorenzo, su galería habitual en Madrid, y con la que ha participado en ARCO y otras ferias internacionales durante estos años. Hablamos con él mientras ultima el montaje de las salas.

-¿Qué vamos a encontrar en la exposición?

-Pinturas a las que me he dedicado con mucha intensidad pero también procurando junto a ellas mucha calma; jugando muchas veces a esperarlas y otras muchas a seguirlas. Tratando de entenderlas, descubrirlas con ojos nuevos. Para ello, he procurado también distanciarme por periodos intermitentes, incluso retrasando la exposición; aunque de hecho la obra estaba ahí, pero yo aún no, necesitaba algo más de tiempo. Me he planteado cada cuadro con mucho respeto y he disfrutado aprendiendo a descubrir. Y es que para ello, para partir de cero, hay que aprender antes a olvidar, practicar antes el olvido.

-Malatadas es el título de la exposición. ¿Qué nos quiere contar? ¿Qué es exactamente lo que está mal atado?.

-Somos nosotros, ó mejor reflejos de cómo nos relacionamos, tomamos conciencia de nuestro entorno y en consecuencia de nosotros mismos.

En pintura, al menos como yo lo entiendo, no tratas de contar historias literales, ilustradas en forma narrativa, sino que más bien intentas acercarte a aquello que palpita entre tu mirada cargada de deseo y el destello de su reflejo en la tela.

Malatadas son las formas, las zonas, los colores, las líneas y las tramas donde éstas parecen enredarse, sujetarse también, para dar forma, estructura, a una nueva relación sintáctica, entre un todo, que parece ordenarse, solo provisionalmente, y aquello que desde su vibración, su llamada, acertamos a imaginar.

Creo que somos nosotros los que estamos mal atados. No precisamente sueltos, pero si dispersos, fragmentados en un torbellino de una gran complejidad emocional y profesional, que nos dispersa y proyecta hacia un rompecabezas, mosaico emocional donde a veces podemos identificarnos, pero solo en base a reconocernos de forma fragmentaria.

Malatadas es una sensación que percibes, o no, al mirar una y mil veces una pintura que parece respirar. Es una zona de percepción y un frágil estado de latencia.

Malatadas son también esas imágenes dislocadas, que desbordan obsesivamente nuestra mente impidiéndonos conciliar el sueño.

Jugar con las palabras

-Caperucita escondida, El gran patinador, Derrame de pliegues, Espía de palabras... son algunos de los sugerentes títulos que vamos a encontrar: ¿Disfruta jugando también con las palabras?

-Sí me seduce, aunque también desconfío. Prefiero la palabra suspendida, la palabra que flota y se recrea como eco al perder su forma, vaciándose hacia nosotros.

Siempre apunto cosas, palabras, notas, alguna idea que surge de nuevo, mientras pinto. Las anoto, y luego, cuando el cuadro me dice ¡¡bastante!!, suelo repasarlas para darle nombre.

-¿Qué ha motivado estas pinturas?, ¿Cuáles son los temas que hay detrás?.

-Sin duda el deseo de comenzar, de intentarlo de nuevo. Enamorándome, lento, de algo tan absurdo como una línea que se desplaza por el suelo de tu estudio sin que nada o nadie la origine, sólo el deseo de tus ojos, necesitados de entender lo precario de los desplazamientos, cada viaje, las ausencias, un gesto o simplemente un cruce de miradas.

Cuestiones sobre ausencias y vacío. Detrás de cada pintura hay sí, una pequeña historia, construida de recuerdos mestizados por la imaginación, que “no para” de levantar torres como sueños, frágiles y sugerentes estructuras ligadas con humor y sueños.

En resumen, que veo estas pinturas como construcciones de eslabones en actividad, que a veces están ahí, ocupando una zona del tiempo y el espacio de la pintura, y otras, nos advierten de su ausencia.

Pintura versus fotografía

-Esta vez es una exposición sólo de pintura: ¿ha abandonado la fotografía?

-¡No, no...!, sigo robando imágenes, haciendo fotos, o mejor, disparando, como prefieras. Pero edito muy poco y apenas las saco al público, porque en la fotografía me siento mas apretado de tiempo y no me gusta nada “maquillar”, ni estar muchas horas sentado frente al ordenador. Prefiero usar ese tiempo pintando, “desatando”, estirando del hilo y sorprendiéndome; siento “más vivas” las cosas en el estudio que dentro del ordenador. En ese cacharrito puedes hacer muchas cosas, pero lo que yo siento es que todo puedes rehacerlo, retocarlo, domesticarlo: atarlo demasiado. Prefiero las cosas, quizás un poco menos hechas, pero con más aliento.

-¿Qué queda en estas nuevas obras de serie anteriores, como la Serie Negra?

-Sigo haciendo cuadros negros, anacrónicos, pero parte de la familia o saga. En Soledad Lorenzo Soñé que revelabas, es ahora el latido que subyace, por debajo incluso de mis obras más luminosas. La gente que las ve me dice que las nuevas pinturas son más luminosas que nunca, y quizás lo sean, pero aún no sé lo que eso significa.

“Siempre nos movemos de la sombra a la penumbra y suele ser ahí donde encontramos zonas de mayor claridad”. Eso me lo solía decir el Capitán Nemo, cuando me cruzaba con él en aquel estudio/cueva que tenía en Brooklyn.

-Tras la muerte de la pintura en los 90 parece que el soporte experimenta ahora un nuevo boom: ¿cómo ha vivido estos dos momentos?, ¿han afectado a su obra de algún modo?

-A mí es que creo que todo me ocurre al revés. En los noventa es cuando, precisamente, más interés crítico y curatorial despertó mi obra. Y creo que yo también trabaje muy a gusto. Ya en la segunda parte de los ochenta me sentía empachado de tanta fiebre y carnaza… héroes y difusores publico-nacionales. Quizás por eso aterrice en Nueva York, ya no me servía recogerme en el bosque o intentar el extravío en Valderredible. Si eliges el destierro está muy bien, le duele al hombre, pero incentiva el hambre artístico y afila la navaja.

La historia de las muertes y resurrecciones de la pintura es como un vaivén del carnaval. Hubo un momento muy interesante a finales de los sesenta en que tanto la pintura como otras formas plásticas se vieron seriamente afectadas por cuestionamientos críticos ético-arguméntales de gran peso. La pintura desde entonces se cuestiona a sí misma y trata de reinventarse, porque sí se produjo una crisis de hondura, de gran calado, pero yo he asistido después, ya como practicante, a diversas ceremonias…, muertes y resurrecciones dicen unos, reencarnaciones otros. Yo soy escéptico y sospecho: pasión más inteligencia diría yo.

-¿Está usted al tanto de la nueva generación de pintores españoles (Micky Leal, Laura Freymann…)?¿Alguna predilección?

-No, no los conozco, conozco poco lo que se cuece en España. Antes, en Nueva York tenía más contacto con algunos pintores jóvenes que trabajaban aquí, pero la gente se mueve de lugar y tu sigues en tu estudio. Me alegro de que salga gente con nuevas ideas y energía. Hay que ser arriesgado, para elegir hoy la pintura como medio, pero por suerte, la juventud es apasionada y la pasión bien conducida trasmite.

Hasta hace muy poco vivía en Nueva York un pintor joven que hacía cosas muy interesantes: Jerónimo Elespe, y justo hace unos días acabo de ver, en Nueva York, una exposición joven de otro pintor español, se llama Luís Gordillo. Pero aún, de lo que más me gusta no puedo hablaros.

-¿Se siente bien tratado por el mundo del arte español?

-Me siento afortunado, me dedico a hacer lo que más me gusta y vivo con intensidad en el estudio. Tanto en Nueva York, en España, o en China, es eso lo que más me importa.

A veces sí, ...el mundo del arte puede ser complicado, tanto como como cualquier otro donde se baraje poder, fama, dinero... y en todas las facetas de la vida se echan zancadillas y se vetan cosas. Eso, te curte o te desplaza, y yo me siento afortunado y gracias a esta profesión he conocido a personas estupendas a las que tengo por amigos.

Casi nunca estoy satisfecho con mi obra por eso sólo quiero volver a intentarlo, comenzar de nuevo.

Entre lo anglosajón y lo latino

-Sigue viviendo en Nueva York, ¿cuáles son las diferencias entre la pintura/arte americana y europea?

-Los americanos parecen más asépticos, categóricos, higiénicos; parece que les pesa menos la memoria al hacer arte y quizás por ello parecen ir más directamente al grano. Aunque no siempre quiera esto decir que es ahí donde haya más sustancia, sino que es más nítido y legible lo expuesto. Pero cada vez es más difícil diferenciar, continentalmente, entre anorexia y bulimia. Donde sí veo más diferencias es entre lo anglosajón y lo latino, aunque las “diferencias” parecen fundirse cada vez más en esta especie de cirugía cosmo-estética-conceptual. Goya, por ejemplo, maravilla ahora, en el discurso germano-anglosajón, pero más bien depilado, en fotocopias o por imágenes digitalizadas, pero difícilmente pasaría una prueba de higiene cultural anglosajona en su época. Nada que ver con las vomitonas sintéticas de Jonathan Messe que tanto deleitan.
Al final siempre te quedas con el carácter y la hondura de una sintaxis, sin importar demasiado el lugar donde nació o produjo la obra su autor.

-Una vez inaugurada la exposición: ¿cuál es su proyecto inmediato?

-En unos días, casi simultáneamente con esta exposición de Madrid, tengo una muestra que se inaugura en Amberes; pero el próximo “nuevo” proyecto, en que estoy ya inmerso, será en Londres.