Image: La melancolía según Francesca Woodman

Image: La melancolía según Francesca Woodman

Arte

La melancolía según Francesca Woodman

La Fábrica galería acoge a la fotógrafa estadounidense

7 septiembre, 2009 02:00

Francesca Woodman. Sin título. MacDowell Colony, Peterborough, New Hampshire, 1980. Silver Gelatin Print. Cortesía George y Betty Woodman

ELCULTURAL.es
La Fábrica Galería inaugurará mañana, 8 de septiembre, en colaboración con el Estate of Francesca Woodman (Denver, 1958-Nueva York, 1981) la primera exposición individual de la artista en una galería de arte en España. Después de su reciente retrospectiva en el Espacio AV de Murcia la exposición Autorretrato sin retoques incluirá 15 fotografías en blanco y negro de diversos períodos de la artista, así como la proyección de Selected Video Works, 1975-1978, que se exhibirá gracias a la colaboración de la galería Marian Goodman de Nueva York. La exposición permanecerá abierta hasta el 24 de octubre de 2009.

Francesca Woodman fue una excepcional fotógrafa cuyas inquietudes en forma de misteriosas imágenes perduran mucho después de su temprana muerte a los 23 años. A Woodman le interesaba principalmente el retrato, y centró preferentemente su producción sobre su propio cuerpo, habitualmente desnudo. Con un marcado carácter autobiográfico, sus fotografías la muestran en escenarios melancólicos, habitaciones en las que la artista retrata la soledad, el olvido y el paso del tiempo.

La obra de Fracesca Woodman alude permanente a un desnudamiento radical, esto es, a un gesto en el que literalmente se deja la piel. Sin embargo, cuando contemplamos las fotografías de Woodman no queremos desnudar a nadie sino recuperar el cuerpo que termina por adquirir una apariencia fantasmal.

Esta mujer que, literalmente, desaparece en sus autorretratos, formulando la alteración del yo a la manera de Rimbaud, como afirma Fernando Castro Flórez, se sentía, en cierta medida, frustrada porque sus proyectos resultaban ridículos, completamente ilógicos o ilegibles. "Si en sus últimas obras parecía que pretendiera convertirse en una cariátide o en una bacante, en realidad lo que estaba haciendo era radicalizar su estrategia de desplazamiento. Acaso soñaba con convertirse en cosa".

En la obra de Francesca Woodman tenemos una lógica, al mismo tiempo, del sentido y de la sensación, en esa profundidad de la superficie, en la frontera epidérmica que nos protege, precariamente, del mundo, sin por ello dejar de sedimentar todas las circunstancias y, al fin, ser humana carnalidad del mundo. Su pensamiento-en-cuerpo es rítmico, espaciamiento, latido, dando lugar al tiempo de la danza, el paso del mundo."

En la obra de Francesca Woodman -señala Chris Townsend- el cuerpo mismo deviene ambiguo. Toda la escenografía de la desnudez finalmente remite a una suerte de deseo angélico. Lo que hizo Woodman es abrir la posibilidad de minar el control que ejerce la fantasía sobre nosotros por la vía de una sobreidentificación con ella, es decir, por la vía de abrazar simultáneamente, en el mismo espacio, toda su multiplicidad de elementos fantasmáticos.

Todos sus intensos gestos trasmiten la experiencia de la soledad y la extrañeza que puede llegar a producir la propia piel. Fotografías de una inquietante fragilidad en las que, como Rosalind Krauss ha señalado, no hay nada de narcisismo.

Decadencias
Francesca Woodman (Denver, 1958-Nueva York, 1981) realizó a sus primeros trabajos con 13 años, adoptando un estilo característico, casi siempre fotografiando en blanco y negro, con formato cuadrado y dando prioridad a la iluminación para, a través de ella, conseguir que la atención recayera sobre un sujeto principal (y normalmente único) en la escena.

A los 17 años comenzó estudios en Providence, en la Escuela de Diseño de Rhode Island y consiguió una beca para cursar el tercer grado en Roma. Allí se identificó con el surrealismo y el futurismo, que desde entonces ganaron presencia en sus fotografías, así como la decadencia, manifiesta en las paredes desnudas y los objetos antiguos que también comenzaron a poblar sus trabajos. En Roma realizó sus dos únicas exposiciones individuales. A su vuelta a los Estados Unidos, terminó sus estudios en Providence y se mudó a Nueva York, donde se embarcó en proyectos más ambiciosos, incluyendo el diseño de nuevas exposiciones y de varios libros sobre su obra.

Francesca Woodman falleció en 1981 con veintitrés años cerrando así una trayectoria breve pero de una intensidad extraordinaria. Su obra no estaba destinada a producir espectáculo sino intimidad, al expresar el desasosiego, el miedo y la angustia, indagando la ausencia del cuerpo.