Pasión marina
El IVAM acoge hasta el 18 de mayo una muestra con fondos de su colección en torno al mar en la que reúne obras de artistas como Sorolla, Hamilton, Masson o Arroyo
31 marzo, 2010 02:00Joaquín Sorolla: Ráfaga de viento, 1904
María García-AbadilloEl IVAM, uno de los buques insignia del arte contemporáneo en nuestro país, leva anclas para navegar, una vez más, entre los fondos de su colección. En esta ocasión, el mar es el motivo en torno al cual se reúnen obras de hasta 24 artistas. "Ejercicios pictóricos y fotográficos diferentes, unidos por un deseo: formar el retrato del mar". Vincenzo Trione, crítico de arte y comisario de la muestra, se plantea si este "reto" es o no posible.
La exposición Pintar sobre el mar se organiza en cinco ejes temáticos con la difícil tarea de agrupar el trabajo de artistas contemporáneos según sus distintas concepciones del paisaje marítimo: el mar como figura, como icono, como distancia, como materia, como desaparición. Comienza el recorrido con escenas costumbristas como Ráfaga de viento (1904), de Sorolla, en las que el mar es el contexto de actividades cotidianas como la salida a faenar de un barco de pesca. En esta primera "inmersión", no podía faltar un lienzo de Julio González retratando a Dos bañistas (c. 1920-26), tema que más adelante sería reinterpretado por Hamilton en su famosa serigrafía titulada My Marilyn (1965).
Dentro del imaginario pop, el mar se transforma en lugar de ocio y recreo, sirviendo de escenario para producciones cinematográficas como La novia del mar (1948), para la cual Josep Renau realizó un llamativo cartel, que se expone entre otros iconos, sin olvidar la tradicional botella de cristal que, tras una larga travesía, llega finalmente a la orilla encerrando en su interior, en este caso, a una mujer. Grete Stern realizó este fotomontaje para la serie Los sueños (1950), como crítica a la opresión y manipulación de la mujer en la sociedad de la época.
Un cuarto de siglo después, el Equipo Realidad pintaba Paisaje: Mercante gubernamental hundido por el crucero "Canarias" en aguas malagueñas en 1937. En El mar como distancia, el gran protagonista se va tiñendo de pesimismo; las obras hablan de naufragios, de huidas, del anhelo de libertad y de la significativa llegada a puerto del que al fin regresa o de aquel que se dispone a empezar una nueva vida.
Desde una óptica expresionista André Masson retrataba en 1967 a un Vagabundo al borde del mar. Deteniéndose más en el aspecto matérico de las aguas turbulentas, Masson atacaba el lienzo con el ímpetu del oleaje, de un verde sucio y rojizo, reflejo del cielo amenazante. Desde un ángulo muy diferente, pero cuidando de nuevo la calidad material, tangible del paisaje costero, se sitúan las delicadas marinas de Ignacio Pinazo. El impresionista valenciano distribuía sus pinceladas alisando la superficie del agua o salpicando la tabla de efervescente espuma, sin abandonar la sensualidad que caracteriza su obra.
Pintar sobre el mar concluye con El mar como desaparición. El espectador se detiene ante la extensión infinita del océano, lo contempla ahora como imagen de la eternidad y siente vértigo ante la total ausencia de límites. El único confín posible en obras como Mar (1973), de Eduardo Arroyo, o Marina (1970), de Gerhard Richter, es la línea del horizonte. Estando ya próximos al final del itinerario marcado, se nos vienen a la cabeza los últimos versos del poema de Leopardi, precisamente titulado El infinito: "Así a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento: y el naufragar me es dulce en este mar".