Pipilotti Rist
"El artista debe desaparecer para que la gente se adueñe del arte"
2 julio, 2010 02:00Pipilotti Rist. Fotografía: giorgio@vonarb-fotografie.ch
Es una de las videoartistas más sobresalientes y valoradas del arte actual. Desde que empezó a trabajar en los 80, su carrera ha sido meteórica: Vicente Todolí le dedicó en Oporto una gran exposición en 1999; llegó al Reina Sofía en 2001, a la Bienal de Venecia en 2005, al Pompidou de París dos años más tarde y al MoMA neoyorkino en 2008. El próximo 7 de julio aterriza en Barcelona y Gerona con la mayor exposición presentada hasta la fecha en España gracias al Premio Joan Miró. Hans Ulrich Obrist habla con ella para El Cultural.
-¿De qué consta esta muestra?
-Se trata de un viaje por trece de los trabajos realizados en los últimos quince años que no han sido vistos antes en España. Tres de ellos se exhiben en Gerona y diez en la Fundación Miró. La selección la he realizado junto a la comisaria Martina Millà y refleja las diferentes fases de la vida: la infancia, la adolescencia, la sabiduría y la muerte. Una de las obras nuevas, Doble llum, es un diálogo con una escultura de Miró (Femme, 1968) que consta de dos proyecciones sobre la escultura. Me encantan las imágenes de Miró ya que son mucho más complejas que las imágenes corrientes que se reproducen constantemente.
-Uno de sus últimos proyectos es el largometraje Pepperminta (2009), un filme con cinco personajes que, siempre que aparecen, transforman la vida de la gente de manera milagrosa. Parece que tienen poderes mágicos para liberar a las personas de sus temores...
-La película gira entorno a nuestras ansiedades y nuestra autocensura permanente. Me fijo en cómo la gente se reúne, cómo se sonríen o cómo excluyen a otros. No me refiero al tipo de miedo que necesitamos para sobrevivir, como tener miedo a chocarse contra un coche, sino a las ansiedades que nos impiden relajarnos o nos alejan de la sensatez. Quiero demostrar que el arte puede aliviar el sufrimiento y que puede servir de autoaprendizaje. Si mi trabajo es intenso y honesto, entonces su función terapéutica es también mi relevancia social.
-¿Tuvo éxito?
-Ganó dos premios el año pasado (en el Festival de Cine de Sevilla y el de Miami), pero de momento no ha tenido gran éxito en los cines, aunque sólo se ha estrenado en Austria y Suiza. Tengo ganas de ver la reacción de la gente cuando llegue a la televisión, a las casas, que es la mayor sala de proyección que puedo imaginar.
-¿Qué significa volver al museo después de probar el cine?
-No he conseguido subirme a "la ola" del cine y por eso tampoco he pensado demasiado en el marqueting. El arte es más libre y el público artístico es mucho más salvaje y entusiasta, y menos dispuesto a sentarse a mirar hacia una única dirección.
-Veo que tiene muy clara su posición como artista. ¿Cree que el arte necesita protección?
-El arte es una ciencia y, como tal, necesita protección, educación y apoyo, tanto público como privado. Ofrece iluminación, alegría, preguntas y destrucción de prejuicios. Crea sentimientos y puede reconciliar razón e instinto. El arte es esencial para los hombres, aún cuando es cuestionado e ignorado por voces populistas.
-Uno de sus proyectos más interesantes relacionado con esto es Stadtlounge (Salón urbano), realizado en 2008 en el espacio público del distrito financiero de St. Gallen, una capital suiza situada en el noroeste del país. ¿Cómo surgió?
-El proyecto surgió a través de un concurso para artistas y arquitectos, con la premisa de trabajar conjuntamente sobre el espacio público. Yo formé equipo con el arquitecto Carlos Martínez y pensamos en un proyecto con el que demostrar que algo poético y surrealista podía hacerse a gran escala en un lugar de tránsito. La idea fue trasladar las condiciones de un espacio interior (lo acogedor de una sala de estar donde uno puede relajarse) a un espacio exterior. Hoy, todo el que entra en esos 4.000 metros cuadrados nos dice que se siente muy cómodo.
-¿Algo parecido a darle la vuelta a una habitación?
-Exacto. Un espacio público simulando un espacio doméstico lleno de confort y seguridad. Todo partió de la idea de que nadie quería pasear por el barrio de Bleicheli de St. Gallen, donde imperan las oficinas financieras y es un entorno frío y poco amigable para el ciudadano. Ahora tiene vida y se ha convertido en un lugar de encuentro. Ese fue el propósito. El pavimento simula una alfombra roja que cubre la totalidad del suelo pero también el mobiliario, los bancos y las fuentes, convirtiéndolo en una especie de sala de estar urbana enmoquetada. Me encanta cuando la gente se fusiona con el arte público, cuando el artista queda en un segundo plano o desaparece completamente para que la gente se adueñe del arte.
Arte para todos
-¿Como el concepto "arte para todos"?
-Se podría decir que sí. Aunque hoy en día es difícil determinar quienes son "todos". Realmente, uno de mis objetivos es saber si puedo llegar a personas que no estén metidas en el mundo del arte y, aunque suene algo arrogante, cambiar su punto de vista. Me interesa trabajar sobre el miedo que genera el no ser aceptado por un grupo o el hecho de ser distinto.
-En algunas de sus instalaciones, como en Gravity be my friend (2007) y Why are you going (2003), que vemos en exposición, crea presentaciones gigantes donde el espectador observa la obra tumbado en el suelo...
-En mis instalaciones nunca sé lo que la gente ve. El artista sólo sugiere. Lo que realmente vemos es sólo un 10%, y el 90% restante es producido por nuestro cerebro. Lo que intento es convertir ese 10% en una "burbuja común" donde los distintos espectadores puedan encontrarse. Todo el mundo está aislado en su propio cuerpo y se une a otros gracias a la fantasía, el lenguaje y la mente.
-La videoinstalación Homo Sapiens Sapiens (2005) marcó un punto de inflexión en su carrera. Fue la obra más elogiada por la crítica en la Bienal de Venecia de ese año y la confirmación de su talento como artista audiovisual. Pero también fue un trabajo censurado por el párroco de la iglesia de San Stae. Las proyecciones en el techo de la nave (los visitantes se recostaban en colchonetas) mostraban a dos mujeres desnudas como dos evas en el Jardín del Edén, en un entorno voluptuoso conectado con la iconografía artística italiana. A mitad de la muestra, el clérigo colocó en la entrada un cartel que decía: "Cerrado por razones técnicas". Aunque sé que fue mentira: fue censurada en Roma.
-En la tradición judeocristiana, el cuerpo es la carne pecadora mientras el alma es importante y eterna. Mi meta era disolver esta ridícula dualidad con mi proyección, darle un giro a la iconografía cristiana. No tenía ningún interés en criticar a la Iglesia Católica, sino en cambiar toda la idea de la tentación, de Eva con la manzana, etc. Con este trabajo intenté ir más allá de la moral y mostrar dos seres humanos que no tienen ningún tipo de sentimiento de culpa. De cuerpo presente
-Y, ¿qué le pareció el hecho de que fuese censurado?
-No quise hacer una escena. Indirectamente, el censor aprobó mi idea de que es absolutamente imposible mostrar a las mujeres como algo distinto de un ser avergonzado y obediente. La desnudez de las protagonistas no pudo ser la causa del cierre, ya que las iglesias están llenas de figuras desnudas. Lo que creo es que la imagen de una mujer con confianza en sí misma es algo difícil de digerir. Está claro que las relaciones entre hombres y mujeres son complicadas incluso en sociedades emancipadoras y modernas. Es algo irracional. Ojalá hubiera tres o cuatro géneros. Para mí, en cuestiones religiosas, el género es un punto central.
-Su interés por el cuerpo la ha llevado a trabajar con médicos para filmarlo por dentro...
-Me interesa la influencia de la condición del cuerpo humano en las reglas sociales y nuestro comportamiento. Imagino que la evolución hubiese sido diferente si tuviésemos otros órganos. Me gusta observar el cuerpo como quien observa un muro maravilloso o una criatura de ciencia ficción. Pensar "soy un caracol, aunque también podría haber nacido como cebra".
-Hace un tiempo, el arquitecto Ben van Berkel me confesaba que se inspiró en su trabajo para su hotel en Frankfurt. ¿Qué diálogo mantiene con la arquitectura? Ha trabajado con algún otro arquitecto además de Carlos Martínez?
-En este momento colaboramos con Jean Nouvel en un hotel que se abrirá en Viena el próximo otoño. Aparte, construí dos altares en dos baños del Museo de Arte Contemporáneo del siglo XXI en Kanzawa, Japón, de SANAA (Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa).
Planes futuros -¿Qué otros proyectos tiene pendientes para este año?
-Le he propuesto al gobierno suizo que cada recién nacido tenga a un artista como madrina o padrino, alguien que le acompañe a lo largo de su vida. Otra idea es que cada casa invite a un refugiado a cenar al menos una vez al mes.
-Y aquellos proyectos utópicos que le gustaría realizar, ¿cuáles son?
-Me gustaría crear una instalación poética que convirtiese a aquéllos que la visitaran en seres humanos buenos, generosos, cariñosos, relajados y seguros que aceptaran y manejaran sin problema sus propias contradicciones. Esa es mi gran utopía. Otra tiene que ver con Simon Elliot, un hombre que quiere crear una colina en medio de la ciudad de Londres. Allí hay un parque de atracciones como Disneylandia, pero en otra dimensión, intelectual y corporal. ¿Ha oído hablar de ello?
-No, cuénteme.
-Quiere crear una colina cubierta de prados y árboles y, dentro de ella, muchos proyectos de arte utópico y restaurantes en los que la comida vuele directamente a la boca.