Image: Carmen Giménez: Picasso no necesita color

Image: Carmen Giménez: "Picasso no necesita color"

Arte

Carmen Giménez: "Picasso no necesita color"

El artista malagueño protagoniza la gran exposición de la temporada neoyorquina, Picasso Black and White, que llega al Guggenheim de la Quinta Avenida, como tantas otras veces, de la mano de la comisaria española

5 octubre, 2012 02:00

El beso, 1969


Carmen Giménez (Casablanca, 1943) vuelve a actuar de embajadora de España y de Picasso en esta exposición -la octava que ha comisariado del artista- con la que el Museo Guggenheim de Nueva York da una vuelta de tuerca más a la obra del pintor malagueño. Picasso Black and White es la primera gran exposición que explora la obra en blanco y negro del artista. Son 118 pinturas, esculturas y obras sobre papel que van de 1904 a 1971: la gama de grises a lo largo de toda su carrera. Desde los períodos Rosa y Azul, en los que ya se incluyen obras sin color, pasando por sus investigaciones cubistas, hasta el Guernica, la gran obra de Picasso, la más emblemática, realizada, también, en blanco y negro.

"Esta muestra llevaba en mi cabeza mucho tiempo -dice la comisaria- porque a lo largo de mis exposiciones y trabajos con Picasso siempre que me he encontrado con el blanco y negro de Picasso me ha cautivado". Le ocurrió cuando en 1987 compró para el Reina Sofía el cuadro de La Nadadora (1934) o cuando, recién abierto el Museo Picasso de Málaga (del que fue la gran impulsora y su primera directora) montó en 2003 la exposición El Picasso de los Picassos en la que ya separaba las obras coloristas de las grises y monocromas. "Estuve trabajando e investigando y, aunque al principio pensaba que el blanco y negro era sólo de la época que podemos llamar preguernica, de la guerra, como el Osario, llegué a la conclusión de que en realidad, había blanco y negro desde el principio. Empecé entonces a hacer una lista, una colección ideal de trabajos en los que el blanco y negro fuera esencial".

Osario, 1944- 45


Otros historiadores, como Gabriel Ramin Schor o LindaNochlin, han trabajado sobre la hipótesis de la importancia de estas obras en Picasso pero nadie hasta ahora le había dedicado una exposición de este calibre. "Era muy interesante hacerla y hacerla aquí mucho más", confiesa. Porque la escenografía que rodea a estas 118 obras es la imponente rampa blanca que asciende por el edificio de Frank Lloyd Wright. Subiendo por la misma se encuentra Carmen Giménez cuando atiende la llamada de elcultural.es. "Estoy emocionada, ahora mismo, andando por aquí, en este espacio blanco inmaculado y rodeada por estas obras. Tengo delante al Minotauro, con esa fuerza... Y veo cómo dialogan los cuadros unos con los otros", y baja la voz, quizá como signo de respeto, mientras se adentra en el montaje.

El color de la complejidad

Podría pensarse que, como tanto otros, el malagueño utiliza el blanco y negro para los dibujos, los bocetos, las estampas. Pero esta exposición es la muestra de que hay algo más. ¿Hay un patrón, algo que nos dé pistas de cuándo el artista se aleja del color? "Cuando Picasso necesita expresarse con formas más complejas usa el blanco y negro, como en el cubismo, tan monocromático. Pero no hay un periodo blanco y negro, es toda su vida. Aquí está La planchadora, de 1904, muy blanca y muy gris, o esta maravillosa El taller de la modista, del Pompidou, que pintó en blanco, negro y gris en 1926 y que fue, en 1947, el primer Picasso en entrar en las colecciones francesas. Hasta entonces eran los americanos los principales coleccionistas de sus obras".

El taller de la modista, 1926


Seguimos subiendo. Aunque durante la guerra el blanco y negro se acentúa, no es exclusivo del horror. "Puede parecer paradójico pero para expresar la ternura también utiliza la suavidad de los grises". Ocurre en Mujer sentada en sillón gris o en Mujer recostada leyendo y en toda una serie de dibujos de mujeres. "En el libro Mi vida con Picasso cuenta Françoise Gilot que tuvo con él una conversación sobre el color, Picasso decía que a Matisse le quitabas, por ejemplo, un rojo y la pintura se cae. Mientras que a Picasso le quitas un color y nada cambia, todo se sostiene. Es un clásico. Es un maravilloso colorista pero en el blanco y negro se expresa mejor y se encuentra más a gusto", continúa Giménez.

La línea y el signo

Pero no es sólo el blanco y negro lo que llama la atención de estas imponentes piezas. "Es la línea y el signo lo que las hace especiales también", explica la responsable de la muestra. "Es el trazo infinito. En realidad, y desde este punto de vista hay una relación extraordinaria entre las pinturas en blanco y negro de Picasso y este edificio. No le interesaba el color, solo la línea, el trazo. Picasso no necesita color". Seguramente, mira hacia arriba, hacia esa cúpula sinuosa y perfecta que corona el Guggenheim neoyorquino. Blanca, luminosa. Incluso en las esculturas prevalece el blanco y negro. "Con los yesos, por ejemplo, siempre quería un fondo oscuro detrás. Eran sus colores favoritos". Y nos cuenta Carmen Giménez que ya en 1932, en la galería Petit de París coloca una escultura de un hombre en hierro negro y, frente a ella, la imagen de una mujer también de hierro pero pintada en blanco.

Las Meninas después de Velázquez, 1957


Tampoco se puede negar la influencia de los grandes maestros, muy presente también en la exposición. La comparación con las Pinturas negras de Goya es inevitable ante el Osario, "mucho más que ante el Guernica, que es quizá más parecido a los Fusilamientos de 3 de mayo. Tanto en estas dos pinturas como en Las lanzas de Velázquez hay algo muy español: las víctimas son las vencedoras, las que gritan fuerte". En la exposición puede verse también Las meninas del Museo Picasso de Barcelona. De las 45 versiones que pintó, la más grande y la más completa es ésta y es en blanco y negro, dice Giménez. Igual que El rapto de la Sabina o el homenaje a Delacroix, Mujeres de Argel, "y eso que Delacroix odiaba el blanco y negro".

Media hora después de haber interrumpido momentáneamente el montaje de la exposición, dejamos a Carmen Giménez en lo alto de la rampa del Guggenheim, asomada, contemplando a Picasso desde arriba. Orgullosa de una exposición que, sin duda le hubiera gustado montar en España, en torno al Guernica, "pero me la han encargado en Nueva York y me encanta; este museo me inspira".

Aquí lo dejamos. Anecdotario picassiano mezclado con historia del arte. Un lujo.