Al abrigo de la herencia clásica
Los arquitectos Javier Cenicacelaya e Íñigo Solana han sido galardonados con el Premio Rafael Manzano Martos por su arquitectura consciente de las necesidades de sus habitantes
23 octubre, 2014 02:00Javier Cenicacelaya e Íñigo Solana, III Premio Rafael Manzano Martos
La ciudad de Bilbao ha recuperado su imagen urbana en los últimos años gracias, en parte, a la contribución de dos arquitectos de la zona. Javier Cenicacelaya e Íñigo Solana han sido los encargados de restaurar edificios representativos de la ciudad como el Palacio de la Diputación de Vizcaya. Llevan el curso de su estudio desde el año 1983 y su toque de arquitectura al servicio de la ciudadanía y la sostenibilidad lo han llevado a diferentes ciudades como Bruselas, Florida y Miami. Estas dos características citadas junto a la capacidad de integrar la tradición local y el lenguaje clásico en la modernidad les ha valido el III Premio Rafael Manzano Martos, dotado de 50.000 euros, que se entrega este jueves. "Aparte de la ilusión es también confirmar que el tipo de trabajo que hacemos tiene interés para algunas instituciones", explica Cenicacelaya.La arquitectura clásica es una fuente inagotable de recursos y sabiduría, es la herencia de nuestros antepasados y una manera de mirar al pasado desde una perspectiva actual. "Se puede aprender mucho de las soluciones que se han ido dando a lo largo de la historia y en Europa la arquitectura es de matriz clásica con muchas variantes", prosigue el arquitecto. Una manera de encumbrar el interés por mantener las tradiciones de siempre. Observar un edificio y adivinar su pasado, lo que pudo pasar en su interior y hacerse una idea de los acontecimientos anteriores.
Pero para ello, tanto Cenicacelaya como Solana tienen claros algunos parámetros comunes para todos los proyectos que realizan. Traer el edificio al presente y "pasarlo al futuro como si no se hubiera tocado", analiza. Cada proyecto es un mundo pero siempre hay que ser "consciente del lugar en el que actúas, ser respetuoso y cumplir con un programa sencillo y racional de acuerdo con las necesidades", detalla. El objetivo es claro: el destinatario. En cuanto a la restauración monumental, cuenta que tiene que estar hecha sin que se note la mano del humano. "Es como cuando a una persona le cambian un diente, el resultado tiene que ser natural, que no se note", bromea. Esta es una de las causas por las que ha ido a parar a sus manos el Premio Rafael Manzano Martos, concedido por ser conscientes del contexto y la necesidad de los habitantes en cada proyecto.
Edificio de planta nueva de los arquitectos
Tanto él como su colega llevan en el oficio desde el año 1982 y han viajado por diferentes puntos del globo dando cursos de arquitectura (también son profesores). Todo este trajín se traduce en una amplitud de miras y un imaginario más amplio. Su sello está en la calle Lacken de Bruselas, por ejemplo. Su cometido fue reconstruir parte de la calle que transmitía un carácter antiguo y mejorar la calidad de ese paisaje. Por otro lado, en Estados Unidos han edificado una iglesia. "Allí los suburbios son más extensos y es estimulante ver cómo un edificio puede repercutir en dotar de un carácter más urbano al lugar", se sincera Cenicacelaya.
Pero en Bilbao son conocidos por contribuir a la mejora de la imagen de ciudad industrial que tenía hace unos años. "Nosotros y muchos arquitectos", matiza. "Se debe al bien hacer de todos, son aspectos no solo de obras singulares como puede ser el Guggenheim". El museo, es cierto, ha dado a conocer a la ciudad desde otro punto de vista pero no es solo eso lo que hace que la capital vizcaína luzca sino que hay toda una labor de mantenimiento detrás. "El mobiliario urbano, la limpieza de edificios y todo el contexto es primordial. En ese sentido nuestro trabajo ha sido intentar ser respetuosos con lo que teníamos, con el Ensanche de Bilbao", concluye.
Detalle del edificio de la calle Lecken de Bruselas
Este premio cuenta con un hermano mayor en Chicago. El mecenas Richard H. Driehaus, movido por su interés en la arquitectura clásica e incitado por un amigo suyo, decidió dar vida al premio de la Fundación Richard H. Driehaus y cuando en 2010 el ganador fue el español Rafael Manzano Martos, decidieron crear un vástago del mismo, una versión española. Este es convocado por el mecenas de Chicago y la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Notre Dame (Indiana, Estados Unidos) y tiene el objetivo de difundir la arquitectura clásica y tradicional como referente de validez de la época actual.El premio será entregado este jueves por la tarde de mano de Driehaus y está dotado de 50.000 euros. El primer galardonado en el año 2012 fue Leopoldo Gil Cornet por la rehabilitación de la Real Colegiata navarra y el año pasado recayó sobre Luis Fernando Gómez-Stern e Ignacio Medina y Fernández por la restauración de la antigua judería de Sevilla.
LA MAQUETA DEL MUSEO DEL PRADO QUE NO SE CONSTRUYÓ
La maqueta del Museo del Prado del arquitecto Villanueva