Jardín infinito, la experiencia inmersiva de El Bosco
Vista de la videoinstalación Jardín infinito
Una envolvente videoinstalación de Álvaro Perdices y Andrés Sanz completa la visita del hipnótico Jardín de las delicias de El Bosco en el Museo del Prado.
La instalación ha sido ideada ex profeso para la sala C del edificio Jerónimos (justo encima de la gran exposición), junto donde permanecerá abierta al público hasta el próximo 2 de octubre. Se trata de una intervención realizada en 18 canales de vídeo y 16 pistas de sonido. Las proyecciones se dirigen hacia las paredes del espacio y hacia un gran cubo situado en el centro. Caminando alrededor de este cubo, los visitantes pueden seguir una especie de itinerario dentro del tríptico. Durante este paseo, las fantásticas criaturas, los paisajes y hasta las llamas del infierno cambian de escala. En su enormidad producen el asombro y el extrañamiento que la pintura original siempre ha despertado. Como ha indicado durante la presentación el director del Prado, Miguel Zugaza, "el espectador se incorpora al espacio físico de este cuadro". De este modo, puede deambular entre el Paraíso, el Jardín o el Infierno a la vez que se deleita con sus misteriosos personajes.
Jardín infinito
El artista Álvaro Perdices ha explicado que ésta es sólo una de las posibles lecturas actuales de El Jardín de las delicias. Usando la tecnología de nuestro tiempo han demostrado así que esta obra "sigue viva hoy en día". Según Perdices, dos características de esta pintura han sido de especial utilidad. Por un lado el carácter de miniatura de los personajes del lienzo, por el cual han podido extraer multitud de detalles. Por el otro, se han servido también del misterio que lo rodea para "soñar, viajar y entrar en el cuadro sin ninguna idea preconcebida". Esto supone posibilidades casi infinitas en la experimentación con las imágenes. Se presenta así un montaje envolvente mostrando recortes y ampliaciones de escenas del cuadro. No obstante, Zugaza ha destacado por su parte el "ojo científico" y la "cualidad empírica" de la instalación, posibles gracias al uso que han dado del "material científico del Museo al acercarse a la obra maestra".Junto al impresionante trabajo visual, destaca la banda sonora compuesta por Javier Adán y Santiago Rapallo. Los madrileños se propusieron el reto de idear una pieza envolvente y acorde a las imágenes, pero con una entidad propia a la vez. Para ello, partiendo de la ambigüedad de las figuras de El Bosco, nos presentan un misterioso paisaje sonoro repleto de timbres distorsionados que van de lo armónico a lo estridente.
En total, esta evocadora experiencia se extiende durante 75 minutos. Una duración que permitirá al espectador poder disfrutar de distintos detalles cada vez que acceda a la sala. Una estancia en penumbras donde le espera un enigmático pero atractivo montaje audiovisual. Sin bien este proyecto se presenta como un vistoso complemento a la muestra de El Bosco, el Prado confía en la posibilidad de que sea acogida en otras instituciones artísticas alrededor del mundo. Una buena forma de dar a conocer más detalles formales de la clásica obra