La Colección Feuerle, ver, sentir y digerir el arte
Vista de la exposición de la Colección Feuerle
The Feuerle Collection, un nuevo museo en Berlín, abre sus puertas con la colección privada de Désiré Feuerle que yuxtapone obras milenarias chinas con piezas de arte contemporáneo. Un antiguo búnker de telecomunicaciones de la Segunda Guerra Mundial, reformado por el arquitecto británico John Pawson posibilita un museo pensado para vivir una experiencia.
La primera sala de exposición, la sala del sonido, cuenta con obras de piedra, bronce y esculturas de madera del Imperio jemer. Esas piezas de los siglos VII al XII conviven con las fotografías del japonés Nobuyoshi Araki que retrata escenas de bondage que sugieren cómo se mueve la industria del sexo en su país natal. "Tras cuatro años trabajando se abre mi colección privada y quiero compartir con el mundo mi visión personal", señala Feuerle. "Quiero que la gente se adentre en otro mundo y se involucre en el mío". Sin cartelas que expliquen de dónde y cuándo proceden las obras, Feuerle considera que hay que digerir lo que se ve y que "las piezas hablan mejor cuando no se lee nada sobre ellas". En la misma sala diversas esculturas de Vishnu del siglo XI y bancos de piedra de la Dinastía Ming se yuxtaponen durante todo el recorrido. Estos diálogos entre artistas separados en el tiempo es algo que Feuerle ya implantó en los años 90 en su galería de Colonia cuando comisarió la exposición de Eduardo Chillida y los reposacabezas de las dinastías chinas Ming y Song o la de Anish Kappor y las terracotas Ban Chiang. "Me gustan las yuxtaposiciones porque el punto de unión entre piezas clásicas y modernas fortalecen las obras", considera el coleccionista.
Vista de la sala del sonido en el museo de la Colección Feuerle
La iluminación del lugar también es uno de los grandes protagonistas de las dos plantas del búnker que acoge The Feuerle Collection. Es una manera de realzar las piezas y, según el coleccionista, "es esencial en el arte la buena iluminación porque destaca partes de las esculturas que de otra manera quizá no se aprecien". Todo está preparado para que se siga desde abajo hacia arriba como un recorrido de experiencias. En la misma planta se ha creado un espacio al que han llamado Lake Room. Siguiendo las líneas de trabajo de John Pawson, a quien le gusta trabajar respetando la arquitectura existente, este lago es el encargado del suministro de calefacción del antiguo búnker. Además, el agua que se acumula allí, sin datos de su profundidad, da la sensación de estar viendo el fondo cuando lo que realmente se observa es el reflejo del techo en la superficie.El edificio, considera el coleccionista, es perfecto para sus piezas porque la carga emotiva que transmite el lugar forma parte de la narrativa de la colección. "Las obras son diferentes y cambian el espíritu del espacio", de igual manera que colocarlas en otro lugar tendría un significado diferente. Con un juego de espejos que hacen simular la amplitud del espacio, TORUS de Anish Kappor se coloca cerca de un Naga Buddha del siglo XIII y obras anteriores al Imperio de Angkor fechadas en los siglos VII y VIII.
TORUS (2002) de Anish Kapoor y Untitled (2009) de Zeng Fanzhi
Así, la sala del sonido, la sala del lago y la sala del incienso han sido creadas para que el espectador pueda vivir "una experiencia sensitiva" a su medida.
La primera vez que el coleccionista pensó en su propio museo fue hace 25 años. Entonces, quiso establecer su colección en un monasterio y, aunque finalmente haya sido un antiguo búnker de la Segunda Guerra Mundial, el coleccionista considera que ha conseguido todos sus propósitos. El espacio que ofrecen las dos salas expositivas posibilita también las futuras exposiciones temporales que tendrán lugar en el museo. Pero, de momento, abrirá tan solo los viernes, sábados y domingos bajo cita previa.
@scamarzana