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Un paquete llegado de… Latinoamérica

Una veintena de artistas nos recordarán el vínculo activo de ARCO con Latinoamérica en 'Remitente', una sección con obras, pero sin galeristas, que muestra cómo son hoy las relaciones internacionales

5 julio, 2021 09:30

Esta edición de ARCO se presenta como un reto: hay que mantenerse pero, también, reinventarse. Uno de los puntos clave será cómo conservar activo el vínculo con Latinoamérica, que siempre ha sido una de las apuestas fuertes de la feria, y demostrar que todos los apoyos y relaciones que se han establecido durante años siguen ahí.

La cita madrileña siempre ha defendido su lugar como espacio principal para la presentación internacional del mercado de esta región, sobre todo desde la aparición de la competencia directa de Art Basel Miami en 2002, contando siempre con una amplia participación de galerías de Brasil, México y Argentina, principalmente, y con ediciones en las que, siendo estos países los invitados, han inundado la programación de Madrid. Además, siempre se ha realizado un esfuerzo importante por traer a sus coleccionistas –de los más activos y potentes del panorama– y, concibiendo la feria como un lugar de encuentro y no sólo de venta, en los foros se han convocado a los comisarios y a otros agentes que actúan a ese lado del Atlántico. ¿Cómo continuar esta línea de trabajo en un momento en el que aún no se puede viajar a España desde muchos de estos países? Ante esta situación, ARCO ha tenido que redefinir cómo se puede participar en la feria, replanteando qué es lo que identifica la presencia de una escena artística… y es en este punto donde encontramos un cierto intento de experimentación.

‘Mail art’ en 2021

Montada como una exposición –tiene su precedente en la muestra de los destaques de Opening en Casa América– y no como una sucesión de stands, Remitente es el título que el comisario Mariano Mayer ha dado a una selección de obras de artistas enviadas por las galerías latinoamericanas, aunque sus galeristas no estén presentes. Lo estarán únicamente en la alusión al nombre de la persona que envía una carta.

La inmaterialidad de algunas obras –de archivos digitales de vídeo a instrucciones de montaje– no entiende de distancias sanitarias

El concepto de envío postal es una estrategia clásica del arte conceptual, y justo el mail art o arte correo de las décadas de 1960 y 1970 está plagado de ejemplos y nombres de artistas de estas latitudes. Era una de las formas de luchar contra la objetualización y materialidad de la obra de arte, evitar censuras de estados dictatoriales, y comenzar una labor de colaboración y creación de red entre pensadores de todo el globo. Claro que, en este caso, el paquete no tiene esta dimensión subversiva. La inmaterialidad inherente de algunas prácticas no entiende de distancias sanitarias: los archivos digitales de vídeo solo necesitan de una buena conexión para descargártelos de un servidor, y las instrucciones de instalación de otras, únicamente precisan de un buen delegado para montarlas.

Lo que sí creo que esta pequeña muestra trae a primer plano es cómo se componen las relaciones internacionales actuales: hay obras que los propios artistas montarán o incluso han realizado aquí, porque se encuentran en residencias o programas de estudios europeos o decidieron migrar al viejo continente; por tanto, la movilidad no atañe a la pieza sino a su creador. Por otro lado, otros trabajos ya se encontraban aquí porque ha participado de exposiciones o están comisionadas en galerías europeas, y también las hay que tienen sedes en ambos continentes, contando con acervo y almacén accesible incluso ahora.

Juan Sebastián Bruno: 'Sin título', 2019 (Galería Pasto)

De esta manera se ha conseguido unir las obras de casi una veintena de artistas representados por 14 galerías de Buenos Aires, São Paulo, Santiago de Chile, Cuzco, Bogotá y Ciudad de México. Lo que encontraremos en el espacio será más fruto de las condiciones de lo posible. Lo bueno es que entre las posibilidades del arte latinoamericano encontramos propuestas de gran calidad. Algunos nombres que no podremos dejar pasar son ya conocidos, otros, refrescan este panorama. De esta manera, se puede hacer una breve aproximación de modos de estéticas y poéticas de los últimos cincuenta años. Un paisaje que podría empezar con los desiertos metafísicos como lugar de huida ante la violencia política de la obra de Raúl Zurita (1950), en la galería Aninat, poeta chileno y parte del colectivo CADA.

Nuevamente, podremos ver a parte de una generación que ha actualizado las prácticas abstractas y neo conceptuales de recontextualización generando una reflexión sobre memoria, violencia e identidad imprescindibles: Moris y José Luis Landet, con la galería Arróniz, Felipe Mujica, con Die Ecke, Juan Sebastián Bruno, con Pasto, o Héctor Zamora, con Luciana Britto. Fernanda Laguna (1972), con Nora Fisch, es una de las artistas imprescindibles para entender la práctica artística bonarense de este siglo, trabajando desde lo naif y subjetivo ha conseguido condensar, en un universo donde siempre ha estado presente la carta, todos los malestares y emociones de lo cotidiano.

Cuerpo y alucinaciones

También con sobres y direcciones, pero llevándolas a una materialidad lisérgica, Jimena Croceri (1981), en Piedras, pone en las relaciones fluidas de tiempo, coincidencia y colaboración a la naturaleza y los cuerpos en todas las formalizaciones, ejemplo de los nuevos caminos de una artista con formación internacional. Las nuevas reivindicaciones del cuerpo están también presentes, en el maternal femenino Natalia Iguiñiz (1973), artista y activista peruana que envían Vigil Gonzales, o en las piezas joyas-armas de Lyz Parayzo (1994) en la recodificación de códigos que presenta la paulistana Casa Triângulo. Este es un resumen telegráfico, pero con esperanza de que las noticias sean muy buenas.