Teresa Lanceta, artista: “Tejer es un lenguaje más para contar historias”
Último Premio Nacional de Artes Plásticas y nombre fundamental en el arte textil, la creadora inaugura la exposición 'El sueño de la cólcedra' en el Museo Patio Herreriano.
20 enero, 2024 02:00Teresa Lanceta (Barcelona, 1951) descuelga el teléfono en su casa-taller de Mutxamel, cerca de Alicante. Lleva tres años de intensa actividad, con individuales en el MACBA y el IVAM y colectivas como Woven Histories: Textiles and Modern Abstraction en el LACMA de Los Ángeles, a lo que se suma su recientísimo Premio Nacional de Artes Plásticas. "El dinero siempre se agradece –recuerda– pero sería mejor una buena Ley de Mecenazgo".
Le gusta mucho mudarse. Ha vivido en Madrid, Barcelona, La Palma, Sevilla, Marrakech... Y cada uno de estos lugares ha dejado su impronta en un trabajo que ha permanecido ajeno a modas, fiel a la sencillez, la calma y lo popular.
En El sueño de la cólcedra, comisariado ahora por Ángel Calvo Ulloa en el Museo Patio Herreriano, da un paso más y profundiza en la guerra partiendo de los ritos funerarios, en un montaje en el que se cruzan las piezas textiles –tapices, bordados–, con dibujos, objetos y trabajos de otros artistas amigos.
Pregunta. ¿Le ha dado la vida para tanta actividad?
Respuesta. Sí, aunque en algunos momentos me sentido desbordada. Tejer es lento y hace falta tiempo. Curiosamente cuando hice Tejidos marroquíes en el Museo Reina Sofía en el año 2000, una muestra muy importante, fue muy criticada. Se consideraba entonces que tenía que estar en un museo etnológico.
P. ¿Ha sido difícil convivir con las tendencias de cada momento?
R. Recuerdo que la galerista Marisa Ciento me compró una vez dos obras para su casa y me dijo que, para exponerme en su galería, tenía que pintar, y yo con los pinceles soy nefasta. Ese mismo año Maria Lluïsa Borràs publicó una crítica muy dura en La Vanguardia sobre la primera exposición que hice de tejidos del Medio Atlas. Al final del texto reconocía que los tapices eran bellísimos.
P. ¿Encaja bien las críticas?
R. Siempre me ha parecido que tienen una buena razón detrás. En otra ocasión, en los años setenta, me invitaron a exponer en la Fundación Miró junto Aurèlia Muñoz haciendo algo al tapiz para que no fuera "tan clásico". Me negué. Y no me arrepiento. Siempre me ha consolado pensar que si lo que hago no encaja, al menos puede servir para tapar a un mendigo en la calle o como alfombra en una casa. La creación va mucho más allá del arte.
P. ¿Cree entonces que el arte tiene que ser útil?
R. Deberíamos revisar el sentido de la palabra útil. Entre otras cosas el arte es universal. Judith Scott tenía síndrome de Down y una sordera profunda y es la autora del mejor arte textil que se ha hecho.
"Siempre me ha consolado pensar que si lo que hago no encaja, al menos puede servir para tapar a un mendigo en la calle"
P. ¿De dónde viene El sueño de la cólcedra, el título de su exposición en el Museo Patio Herreriano?
R. La idea surge al visitar la Capilla de los Condes de Fuensaldaña en el museo. Es una capilla funeraria que me hizo pensar en que los sepulcros son el único lugar donde se conservan los textiles de esa época. Pensé en las tres culturas que convivían en la península en el siglo XIII.
P. ¿Qué se conserva de ese momento?
R. Los tejidos hechos por los musulmanes son magníficos. También encontré tres bordados cristianos maravillosos en un convento de las Clarisas. De los judíos no se conserva nada, pero se sabe que eran excelentes tintoreros. Esto me llevó al tema de las guerras, que son siempre muy territoriales, y a investigar sobre las batallas de la época. En el proyecto final hay también mucha fantasía y me acompañan otros artistas amigos.
[Maria Lai, la artista que cose mientras la montaña baila]
P. Esto no es nuevo. ¿Qué le atrae del trabajo colectivo?
R. Para mí es el pilar del arte. Los demás siempre pueden señalarnos matices en los que no habíamos reparado. En esta exposición los arquitectos Ester Gisbert y Alfonso Cuadro han hecho un mapa con los lugares que mencionamos. Y Ángeles San José, Leonor Serrano y Nader Koochaki presentan obra en la capilla.
P. ¿Se siente cómoda con su adscripción al arte textil?
R. Ya no quiero reivindicar el arte textil en sí mismo, lo he hecho durante toda mi vida y ya no es necesario porque ha entrado en todos los museos. Es un medio, igual que lo son la pintura y la escultura. Siempre me ha interesado lo que tiene de popular, de código abierto, pero el textil no tiene por qué estar más ensimismado que otros medios, es un lenguaje que sé usar para contar historias. Me da alas para tener futuro.
P. Estudió Historia, ¿qué le llevó a tejer?
R. Fue algo casual. Cuando estudiaba hacía prendas para vender, jerséis, ponchos... Un día encontré un algodón de un color muy natural y quise hacer algo especial. Tejer me atrapó. Va con mi carácter. Es muy hipnótico, es lento, no es necesario estar inspiradísima, se repite siempre el mismo gesto. El tiempo de tejer es el tiempo de la vida. Forma parte de la respiración. Al cabo de 20 años quería algo más rápido, no tan lento, más directo, y empecé a hacer los zurcidos.
P. ¿Cómo hace los diseños?
R. Nunca trabajo con bocetos. Me aclaro tejiendo. Los dibujos vienen después.
P. ¿Y qué importancia tiene el color en su obra?
R. El color es el medio soberano, la parte más etérea y profunda del arte. No hay más que pensar en todos los artistas que han trabajado sobre el concepto del anticolor en monocromos. En mi obra siempre tiene un sentido. En esta exposición he seguido los de los textiles originales en los que me he inspirado.
P. Ha introducido también su voz para hablar del olvido y de la noción de triunfo. ¿Qué busca con estos audios?
R. La cólcedra es donde el rey soñaba que vencía a los otros. Eso significa matar a muchos, herir a otros. Los audios son un homenaje a todas esas personas. Son breves. Los hago sobre la marcha sin guion.
P. Muestra también dos obras anteriores, ¿por qué estas dos series?
R. En todas ellas subyace el tema de la guerra, que nunca cesa. Me hubiera gustado hablar de Israel, de Palestina, de Ucrania... pero no me han salido las palabras.