Delcy Morelos, que brote el maíz de las tumbas en el Monasterio de la Cartuja
Acompañamos a la artista colombiana durante el montaje de 'Profundis', su primera exposición individual en España, que inaugura este martes en el CAAC de Sevilla.
28 mayo, 2024 01:43Descalza, con un mono blanco y las manos manchadas de tierra. Así sale a nuestro encuentro Delcy Morelos (Tierralta, Colombia, 1967) a quien acompañamos durante más de una hora mientras trabaja en el montaje de la exposición que este martes inaugura en el CAAC de Sevilla.
El viejo monasterio de 1399 huele a canela, a clavo, a sándalo, a mirra de Iglesia, a santidad e historias. Paseamos entre las rugientes hormigoneras que mezclan la tierra con agua, semillas y especias. 122 kg de canela, 5.200 de arcilla refractaria, 1.700 de albero, 20 de clavo molido, además de mantillo, maíz, trigo, chía, tomate, pimiento, maíz, patatas…
El espacio evoca un caos controlado y suciedad limpia. Morelos nos cuenta cómo orquesta las enormes piezas de varios metros de alto que diseña junto a un arquitecto y cómo se ha labrado su meteórica trayectoria, que despegó en la penúltima Bienal de Venecia, la comisariada por Cecilia Alemany.
Entonces fascinó al mundo con sus fértiles laberintos de tierra creados para ser recorridos, como las esculturas de acero de Richard Serra, pero en versión femenina, orgánica y ritual.
Nada más entrar nos recibe el intenso olor a canela. Morelos habla pausadamente, con voz firme. Lo primero que hace es dirigirnos a la parte de la capilla donde estuvo enterrado el mismo Cristóbal Colón.
“Me gusta trabajar desde el lugar y la carga histórica del sitio”, nos cuenta. Este lugar es especialmente relevante por su vínculo con la conquista, “desde aquí salían las expediciones para el Nuevo Mundo, entonces lo que hice fue trabajar con plantas que vinieron de América: maíz, pimentón, tomate… Todo eso se tritura y con la mezcla sello la superficie. También lleva pimiento y canela que son fungicidas, para controlar que no crezcan bacterias. En la parte de Colón hemos puesto unos nichos, que estructuralmente son iguales que los que se hacen para enterrar personas, y los hemos llenado de semillas de maíz, para que brote maíz de las tumbas”.
Al plantear el tema de la colonización, Morelos sonríe. “Yo lo enfoco de una manera distinta. De América vinieron todas estas plantas que colonizaron las mesas, las cocinas, los platos de vuestras madres y abuelas, y esto es otra manera de colonizar”, afirma rotunda.
Profundis es una instalación articulada en varias zonas de la iglesia, cuyo título deriva del área donde los monjes se retiraban a rezar antes de velar un cadáver. “Santa María de las Cuevas era un monasterio cartujo, donde no había mujeres. El nombre fue el que me dio la idea de la pieza, crear una cueva, que es también una analogía del útero materno. La idea es atravesar este templo y renacer”.
Al entrar, el espectador debe atravesar lo que se asemeja a una gran mastaba o pirámide truncada, una construcción funeraria egipcia que, a su vez, también estaba elaborada con adobe.
"De América vinieron las plantas que colonizaron las cocinas de vuestras abuelas. Esto es otra manera de colonizar"
Al llegar al altar nos encontraremos con una gran tela pintada con albero, que es una arena seca de un intenso color dorado. “La madre tierra es sagrada y el albero también, es como el oro que habitaba el sagrario antiguamente. Para mí son similares” afirma la artista.
El trabajo de Delcy nos habla de los alimentos y sus orígenes, de la tierra que nos nutre y a la que maltratamos, de respeto, de liturgia, de cuidados, de ciclos de la vida, de nacimiento y muerte, de un feminismo amoroso, de política y economía.
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Además, gracias a las semillas, que con el paso del tiempo (la instalación permanecerá once meses, nos cuenta la comisaria del proyecto Jimena Blázquez) las formas irán germinando, mutando, adecuándose a la luz del sol, a la humedad.
En definitiva, es una instalación viva: “Es como un jardín que está creciendo, pero llegará un momento en que debemos dejar de regarla porque, de lo contrario, las mismas raíces destruirán la escultura. La vida está alimentada por su opuesto”.
La muerte es otra de las ideas que subyace en el proyecto. Penetrar en la tierra –tierras traídas de la Sierra de Aracena, los Alcores y Guadalcanal, “la más fértil con la que jamás he trabajado”, nos cuenta– es algo a lo que únicamente nos enfrentamos al morir y ser enterrados pero en su trabajo lo podemos hacer en vida como un memento mori contemporáneo y efímero.
“Más que hacer obras, diseño experiencias. Quiero que el espectador se enfrente a la tierra de otra manera”. A la tierra, nos dice, no se la respeta. En la Bienal de Venecia atentaron contra una de mis obras, le dieron patadas para ver si era estable. La curiosidad lleva a muchos a dañar, también a gran escala como la minería o la contaminación. No la piensan como un ser vivo, como nuestra madre”.
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Morelos ha nacido en una casa de adobe, muy cercana a la naturaleza y a la epistemología ancestral indígena. “Tengo un maestro indígena de una tribu de la Amazonía, Isaías Román, quien me ha enseñado, entre otras cosas, que su modelo cosmológico, el de los uitotos, dice que en el universo está tejido como un canasto; es fascinante que ellos hayan llegado a las mismas conclusiones que la física cuántica por medio del pensamiento mágico”.
Cuando le preguntamos qué pasará con todo ese sustrato cuando termine la exposición, afirma: “Cada día yo barro los excedentes y se reciclan porque cuidar es reciclar. Esta tierra alimentará un campo de cultivo. Que la tierra vuelva a la tierra”.
Morelos chamana
Desde los años 90 entona un canto sagrado a la tierra. Colecciona nidos de animales hechos por insectos, abejas, avispas, aves...Le fascina el arte povera, Giovanni Anselmo, Ana Mendieta o Giuseppe Penone. Morelos antes pintaba cuadros de color rojo, como la sangre, y ahora expone en las mejores citas del mundo: Bienal de Venecia, Dia Chelsea de Nueva York, Trienal de Aichi (Japón) o la Pulitzer Art Foundation.