Descampados, ruinas y resistencia vecinal: así nacieron los barrios obreros de Madrid
La exposición 'Barrios' recoge fotografías inéditas de Javier Campano, que reflejan la transformación de la ciudad en la década de los 70.
11 julio, 2024 02:42"Aquí, en este descampado solía jugar de pequeña. Y esto de aquí, es la antigua casa de la abuela", explica una madre a sus hijas al recorrer la exposición Barrios. Madrid 1976-1980, ubicada en la antigua fábrica de cerveza El Águila.
En ella, como si de un gran álbum familiar se tratase, las fotografías de Javier Campano (Madrid, 1950) muestran el pasado olvidado y a veces desconocido de una ciudad que parece no tener memoria.
Hubo un tiempo en Madrid en el que (casi) todo era campo: Orcasitas, Orcasur, Tetuán, Vallecas, Entrevías, El Pilar, Pitis, La Ventilla. Los barrios eran calles llenas de barro, sin asfaltar, por donde los niños y las cabras correteaban, las mujeres tendían y donde todos plantaban sus sillas a la fresca en verano.
Aunque ya desde finales del siglo XIX, Madrid acarreaba un problema de vivienda, el éxodo rural provocado por la Guerra Civil y el posterior desarrollismo hicieron que la población, que no dejaba de llegar, tuviese que asentarse en la periferia de la ciudad.
"Hagamos un país de propietarios, no de proletarios", dijo el ministro de vivienda y exsecretario general del Movimiento, José Luis Arrese, al asumir el cargo en 1957. La realidad es que, al comenzar la década de los 60, muy pocos podían adquirir una vivienda digna. Madrid tenía 58.530 chabolas, una cifra récord. En total, 30.000 familias compartían vivienda y 40.000 vivían en condiciones infrahumanas, según el Informe sobre el estado de la vivienda en España (1961).
Para erradicar el problema del chabolismo en la capital, se pusieron en marcha planes de urgencia, tales como el III Plan Nacional de la Vivienda (1961-75) que proponía, entre otras medidas, la construcción de 3.723.900 casas. Sin embargo, las casi 100.000 viviendas de promoción pública construidas entre 1955 y 1966 presentaban deficiencias y gran deterioro, lo que fomentó el conocido como chabolismo vertical, latente hoy en día.
Lejos de solucionarse el problema, en 1975 todavía había censadas en Madrid 30.000 chabolas, donde habitaban más de 100.000 personas en míseras condiciones, lo que alimentó la conciencia social y vecinal ante la situación. En el Madrid en blanco y negro de Campano hay tierra, suciedad, precariedad. El fotógrafo recuerda esa época tal y como la capturó hace cuarenta años, asegura a El Cultural por teléfono."Era algo tremendo".
Madrileño de toda la vida, Campano nació cerca de Avenida de América, creció en la calle Alcalá, "cerca del cine Benlliure", y ahora reside en Tirso de Molina. Recuerda cómo solía patearse la ciudad, cámara en mano y normalmente en solitario.
Desde Cascorro a Legazpi, pasando por Ciudad Lineal, donde estaba la sede de Ojo Móvil, el colectivo que creó en 1974 junto a los arquitectos Rafael y Daniel Zarza y Rafael Roca, que se dedicaba a fotografiar de forma altruista la vida de barrio de la periferia de Madrid para reivindicar la mejora de sus condiciones.
Autodidacta y callejero, Campano fotografió por primera vez la ciudad para la exposición de arquitectura El Racionalismo madrileño (COAM, 1976), algo que marcó profundamente su mirada fotográfica hacia la capital. A pesar de su meticulosidad en las formas geométricas y la composición, las fotografías tienen un gran tinte sociológico que bebe desde Los americanos de Robert Frank hasta el neorrealismo de Antonioni.
En sus instantáneas, los lugares solitarios, derruidos y melancólicos se mezclan con niños que miran osados y curiosos a la cámara, abuelos jugando a las cartas en la tasca y familias a la salida de una sesión continua de cine. Aunque Campano era un outsider que llegaba allí casi de casualidad, sin contactos de ningún tipo, consiguió capturar la vida cotidiana de barrio desde dentro.
¿Confiaban en ti? "Y yo en ellos", matiza Campano, quien relata cómo unos vecinos de la UVA (Unidad Vecinal de Absorción) de Hortaleza le abrieron la puerta de su casa para dejarse fotografiar y sobre todo, para que alguien les escuchase. Aunque no era un temerario, "procuraba tener cuidado y raramente acudía allí de noche", rememora.
Los movimientos vecinales tomaron mucha fuerza en la década de finales de los 60 y los 70. En esos años, se crean hasta veinte asociaciones vecinales, que no se legalizaron hasta 1977 por la dictadura, en los barrios de Moratalaz, Orcasitas, San Blas, Puente de Vallecas y El Pozo del Tío Raimundo.
Los problemas de los vecinos de todos los barrios periféricos eran similares. Denunciaban la baja calidad de la vivienda, la especulación, el chabolismo vertical, el abandono de los servicios de transporte, limpieza y sanidad, así como la deplorable situación de la enseñanza —en 1975 había casi 3.000 niños sin escolarizar—. Entre sus reivindicaciones: poder permanecer de forma digna en el barrio que habían construido con sus propias manos.
En 1976, tuvo lugar la Semana Ciudadana, en la que miles de vecinos salieron a la calle bajo el lema "La ciudad es nuestra" —que dio nombre al documental de Tino Calabuig que recoge los testimonios de los movimientos vecinales— y protagonizaron una de las mayores manifestaciones después de cuarenta años de dictadura: la manifestación en Moratalaz por el abaratamiento del precio del pan.
"Las asociaciones hicieron algo muy positivo en los barrios. Enseñaron a la gente la posibilidad de hacer cosas, de organizarse. Antes la gente no tenía ni idea de a dónde ir, quién podía hacerle caso", considera Campano, quien retrató de forma fidedigna el ambiente de rabia, pero también de esperanza en las protestas.
En las pancartas, que podrían pertenecer perfectamente a la manifestación del pasado mes de mayo en el barrio de Lavapiés, se lee: "Salvemos el barrio de la especulación", "Por una vivienda digna", "No pedimos la luna, exigimos vivir en el barrio". Las imágenes de Campano, en total 90 inéditas, son reflejo del orgullo de barrio y de la nostalgia de una historia compartida.
Aparecieron cuando el fotógrafo y Pilar, su mujer, desempolvaron y digitalizaron una pequeña parte del extenso archivo del fotógrafo. De ahí surgió la muestra, comisariada por Ana Berruguete y organizada por la Comunidad de Madrid y PhotoEspaña, que no solo reflexiona sobre cómo han cambiado nuestros barrios, sino que también nos hace preguntarnos cómo están cambiando en el presente y qué quedará de ellos en el futuro.