Ego, 'selfies' y transhumanismo: el neobarroco de Filip Custic se cuela en el Museo Cerralbo
El artista, creador de la estética visual de 'El mal querer' de Rosalía, fusiona tradición y experimentación, explorando la identidad y el cuerpo humano.
29 julio, 2024 01:16Colarse en la cabeza de Filip Custic (Santa Cruz de Tenerife, España, 1993) es como viajar al futuro y regresar al pasado. El artista multidisciplinar hispano-croata tiene el don de materializar sus pensamientos y comunicarse a través de los objetos. También el de conseguir que una obra tan experimental como la suya consiga mimetizarse dentro del decimonónico Museo Cerralbo de Madrid.
Custic asegura que contextualizar su primera exposición individual en la capital, pq hacemos lo q hacemos?, en esta residencia aristocrática del siglo XIX no le ha supuesto ningún esfuerzo, ya que su objetivo es fusionar la tradición y la experimentación. "Siento que mi trabajo bebe mucho del pasado, siempre tiene pinceladas que pueden integrarse en un espacio clásico. Mi obra es muy continuista, quiero que establezca una conversación de: antes se hacía esto y respetándolo, ahora se puede hacer esto", cuenta el artista a El Cultural.
La relación de Custic con los maestros del pasado es palpable desde el primer momento en el que uno se adentra en su universo creativo. Antes de que existiese la fotografía e Internet, la difusión de las galerías de arte se llevaba a cabo a través del propio arte. Coleccionistas y artistas buscaban legitimar sus habilidades, sus colecciones y su status socioeconómico, lo que dio lugar a un género pictórico muy popular en los siglos XVII y XVIII: las pinturas de galerías de cuadros.
Este género, que prácticamente desapareció en el siglo XIX, permitía a los artistas jugar con la interacción entre las obras de arte dentro de la pintura y a veces lo utilizaban como homenaje a sus inspiraciones e influencias.
Por eso, al observar uno de los grandes cuadros virtuales de Custic, from φ L ∐ to π (2019), —donde se puede localizar rostros conocidos como el de las cantantes Rosalía o Aitana—, es inevitable pensar en flamencos como David Teniers el Joven con el El Archiduque Leopoldo Guillermo en su Galería de Bruselas (1647 - 1651) o Rubens y La Vista (1617), ambas obras conservadas en el Museo del Prado.
Custic, visitante habitual de la pinacoteca, regresó recientemente y no pudo evitar observar cómo la temática religiosa monopolizaba la pintura antigua. "Me fijé en cómo antes prácticamente el tema religioso católico era el monotema, era lo más viral. A día de hoy todo es mucho más egocéntrico, siempre es adulación y adoración, el autorretrato, el selfie. Ahora, el monotema es hablar del yo", explica.
La identidad y el cuerpo, el propio Custic ha basado en ello todo su trabajo. Investiga cómo ambas van mutando debido a nuestra relación con la tecnología y cómo los objetos tecnológicos pueden ayudarnos a celebrar la diversidad de identidades de las personas —con obras como pi(x)el (2022), realizada junto con una de sus musas artísticas: Virgen María (María Forqué), que recuerdan al transhumanismo de David Cronenberg—.
Lejos de alimentar el estereotipo de generación ombliguista, el artista considera que "no hay nada superficial en que ahora mismo estemos tan pendientes de nosotros mismos", sino todo lo contrario. "Creo que realmente es muy introspectivo. Antes se encontraban las grandes respuestas a través de la religión y ahora vemos que la respuesta está dentro de nosotros, a través de la introspección descubrimos más sobre el ser humano en sí mismo", señala Custic.
Toda su obra parece un autorretrato fragmentado. El artista tinerfeño utiliza su cuerpo y su rostro como un objeto, y la disociación como herramienta artística. Para ello, utiliza las máscaras como una forma de distorsionar la propia imagen y de acercarse a un avatar virtual.
En la exposición se encuentra la escultura casco 1, hecha con resina, pintura acrílica y pelo humano, que reproduce el rostro del artista. Él mismo la utiliza en casi todas las performances, —como la de la Bienal de Venecia (2022)—donde busca crear un diálogo entre lo vivo y lo inanimado. "Me gusta observar el limbo entre lo animado, lo inanimado, lo humano, lo robótico, lo real y lo virtual, colocarme en medio para que el observador se cuestione y esa cuestión genere intriga", explica.
El universo creativo de Custic es inquietante, surrealista, tecnológico, psicológico y profundamente humanista. Se nutre de los comportamientos sociales. Desde los memes hasta los distintos periodos de la historia. De ahí que muchas de sus obras planteen críticas a la maquinaria del sistema. ¿Es también el ser humano un producto de consumo? ¿El sistema nos convierte en títeres?
Su obra, a pesar de la aparente pulcritud estética y formal, también lanza dardos a la sociedad capitalista. Aunque no ofrece resistencia, su disidencia se basa en jugar con la realidad y llevarla a su terreno. Al respecto, expuso Human Product en el Museo PARCO de Tokio en 2023, con obras como la escultura futurista facemapping (2022) o las fotografías neobarrocas mujer pájaro (2021) y filip significa amante de los caballos (2020).
Detallista, exuberante, compleja, Custic desarrolla artísticamente esa era neobarroca en la que estamos sumergidos —acuñada por el semiólogo italiano Omar Calabrese en 1987 y recuperada recientemente por autores como Norbert Bilbeny en Moral barroca (2022)— a través de la fotografía, la performance, el vídeo.
Como buen hijo de su tiempo, Custic utiliza cualquier formato que le inspire para hacer funcionar la idea, no se limita. Utiliza la inteligencia artificial como herramienta complementaria para agilizar algunos procesos o para darle un toque distintivo a la obra. Como a su última creación perfect blue, 2024, fotografía impresa en un formato callejero y protagonizada por la cantante venezolana, Arca.
"En la última foto de Arca sentía que le faltaba más información en el cuerpo, le añadí unos cables, un mechón de pelo, alargué el tamaño de un cojín, puse unos auriculares, no uso la IA en el 100% del resultado sino como herramienta", aclara.
Al observar su propia retrospectiva, el artista ve cómo ha evolucionado su trabajo no solo desde el formato, sino también por el contenido. "Cuando solo observaba el pasado, me sentía limitado a no poder utilizar objetos tecnológicos o determinados códigos, porque sentía que no pegaban. Recuerdo ese punto de liberación, de desbloqueo".
Custic, artista residente de la Colección SOLO, lleva años exponiendo por todo el mundo: Miami, Alemania, Tokio, Turquía. Acuñó su propia corriente artística, el objetismo, y se declaró seguidor de la patafísica, esa filosofía que busca ejercitar la mirada en busca de la rareza que reside en lo cotidiano, de aquello que se sale de la norma.
El fotógrafo y director creativo saltó a la fama tras trabajar en la dirección de arte y la estética visual de su álbum El mal querer (2018) de Rosalía, —cuyas portadas se encuentran en la exposición en lienzos de pequeño formato—. Su obra parece estar hecha con el material del que están hechos los sueños, las pesadillas, o las matemáticas. Es proporcionada, casi científica, un campo en el que Custic, que comenzó estudiando ciencias, se siente muy cómodo.
Sin embargo, dentro de su mente racional hay espacio para la intuición, para dejarse llevar por aquello que le rodea. Si hace un par de años estaba inspirado por los jeroglíficos egipcios, ahora le obsesiona la Edad Media: "Nunca me había interesado porque es muy sucia y la tecnología no me atraía demasiado. Pero hace poco, pensé: la tecnología de aquella época en realidad era como el iPhone que tenemos ahora. Así que estoy intentando observar esta época para empatizar más y entender las estéticas. Me gusta encontrar esas relaciones para empatizar con diferentes momentos históricos".
La muestra, que forma parte de la Sección Oficial de PHotoEspaña y se podrá ver hasta el 29 de septiembre, recuerda a otras iniciativas del museo, como la del diseñador Guillermo Santomà en 2019, con las que el Cerralbo puede presumir no solo de estar conectado con el presente, sino también con el futuro.