Instrucciones para descolonizar un museo
Analizamos la polémica iniciativa del Ministerio de Cultura para revisar el Museo Antropológico y el de América, que afectaría a miles de piezas.
En marzo de 1992, en el 500 aniversario de la Conquista de América, los artistas Coco Fusco y Guillermo Gómez-Peña realizaron una performance histórica en la plaza de Colón de Madrid. Se tituló The couple in the cage: Two undiscovered amerindians visit the west [Una pareja en la jaula: Dos amerindios sin descubrir visitan el oeste].
En ella se encerraron en una jaula de escala humana mientras hacían sus tareas cotidianas vestidos con ropajes supuestamente primitivos, y se presentaban como aborígenes de una isla ficticia llamada Guatinau, aún virgen, al no haber sido colonizada por Cristóbal Colón.
Los espectadores, que pensaban que los artistas eran aborígenes reales, les daban comida y se hacían fotos. Unos adolescentes, cuentan en una entrevista para la revista Bomb, trataron de quemarlos con cigarros encendidos y un grupo de hombres vestidos de traje hacían sonidos de gorilas y les abucheaban.
Mientras, ellos realizaban una deliciosa sátira de los estereotipos culturales y las condiciones en las que la historia y la gramática antropológica presentaban a los seres humanos, creando una de las piezas más importantes que se enseña hoy en los planes de estudios decoloniales y poscoloniales.
En abril de 2024, durante la Bienal de Venecia titulada Extranjeros en todas partes, en la entrada del pabellón estadounidense y dentro de la exposición de Jeffrey Gibson –el primer artista nativo en representar a Estados Unidos en solitario y cuya práctica refleja las realidades de las comunidades indígenas–, un grupo tradicional cheroqui representó cantos y danzas típicos de su cultura e iban vestidos con sus ropas tradicionales reales.
La audiencia asistía pasmada a esta exhibición folclórica mientras era instada a aplaudir al compás de la música. Una vez entramos en el Arsenale veneciano encontramos piezas tradicionales guatemaltecas, cestos y búcaros, también artesanía yanomami.
La pregunta afloraba entre el público: ¿en esto consiste realmente la descolonización de nuestros museos y eventos artísticos?, ¿en poner al mismo nivel arte y artesanía y evitar los grandes nombres sobre los que se ha construido nuestra eurocéntrica historia del arte?
La cuestión es compleja y el proceso descolonizador lento y rodeado de incógnitas. ¿Sería suficiente para restaurar su memoria con repatriar los objetos expoliados y que ellos los expusieran siguiendo el modelo museográfico europeo? ¿Bastaría con reescribir las cartelas contextualizando nuestro pasado colonial o insertando las narrativas de tortura y expolio? ¿Cómo se descoloniza un museo?
El tema arde desde que el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, declarara en su primera intervención en el Congreso de los Diputados que "está en marcha un proceso de revisión de las colecciones de museos estatales que permita superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas. Se trata de establecer espacios de diálogo e intercambio que nos permitan superar este marco colonial".
En una entrevista reciente afirmó: "Las miradas museográficas no son permanentes en el tiempo, se van adaptando. Yo simplemente me he limitado a hablar de ello y, sobre todo, a expresar mi apoyo a los profesionales". Y añadió: "En ningún caso le corresponde al ministro de turno pilotar o decidir cómo debe ser la museografía".
Desde entonces se han creado dos comités asesores. Uno para el Museo Nacional de Antropología, cuyo 150º aniversario se cumplirá el año que viene y en el que se espera que se anuncie la renovación conceptual y formal de sus señas de identidad y su exposición permanente. Otro para el Museo de América –su última renovación fue en 1994–, cuyo cometido será la elaboración de un informe técnico con propuestas sobre las líneas conceptuales, el guion museográfico y la selección de piezas que se expondrán. Este informe servirá de base para la posterior redacción, por parte de cada museo, del anteproyecto de la nueva exposición permanente.
Estos comités están constituidos por diez personas cada uno, parte del equipo interno de los museos junto a asesores externos expertos en la materia con los que, a pesar de que El Cultural ha contactado con varios de ellos, el Ministerio de Cultura no nos ha dado carta blanca para entrevistarlos, remitiéndonos a una nota de prensa emitida el 8 de julio. Se desconoce el punto en el que se encuentran ambos procesos y de qué forma se están desarrollando.
Actualmente podemos visitar varias exposiciones que reflejan el interés que suscita el tema: el Museo Thyssen presenta La memoria colonial en las colecciones Thyssen-Bornemisza que, a través de una selección de pinturas, muestra historias "invisibilizadas" de dominación racial, cimarronaje y lucha por los derechos civiles, así como la instauración del orden mercantil moderno, basado en el control militar europeo, el empleo de mano de obra esclavizada africana, y la apropiación de tierras y materias primas.
La recién inaugurada Manifesta 15 de Barcelona, en su sede central, situada en la editorial Gustavo Gili, exhibe un proyecto de investigación comisariado por Tania Adam titulado España Negra. Un viaje a la negritud en el espacio-tiempo, que ofrece una investigación sobre la diáspora negra en España.
La misma comisaria también presentó en La Casa Encendida Deshumanizaciones, poder y futurismos negros. La Fundación Mapfre ha mostrado el archivo fotográfico de Konsuelo Kanaga, en el que plasma el acoso racial y la desigualdad, sobre todo en relación con los derechos civiles de la población afroamericana estadounidense.
No podemos obviar la participación española en la Bienal de Venecia de este año, cuyo pabellón, titulado Pinacoteca migrante, es uno de los más exitosos y bien conjugados de los Giardini. Sandra Gamarra, la primera artista no nacida en nuestro país que nos representa allí, trabaja desde hace más de veinte años con cuestiones decoloniales y migrantes, poniendo el acento en la apropiación y las dinámicas de violencia cultural y colonial y es, por cierto, asesora externa del comité ministerial para del Museo de América. Todas estas propuestas expositivas suponen un termómetro sobre cómo nuestras instituciones tratan de encajar las piezas del puzle para restablecer la memoria de una parte vergonzante de nuestra historia.
Curar las heridas
Los museos, según los estatutos del ICOM de 2007 (Consejo Internacional de Museos), han de ser instituciones "al servicio de la sociedad y su desarrollo, abiertas al público que adquieren, conservan, investigan, comunican y exponen el patrimonio material e inmaterial de la humanidad" y, se podría añadir, deben evolucionar reenunciando sus narrativas e insertando en sus discursos y en su museografía ejercicios de imaginación radical que redibujen nuevos modos de sociedad.
Para ello es importante el diálogo activo con la diversidad de la ciudadanía. Los museos deben escuchar y actuar con rapidez. No es posible borrar la historia, pero sí darle espacios de enunciación a los olvidados, como advirtió la intelectual india Gayatri Chakravorty Spivak en el texto, hoy clásico, ¿Pueden los subalternos hablar? En él, decía que "el sujeto subalterno no puede hablar porque no tiene un lugar de enunciación que lo permita". Y ese espacio, apuntaba, ha de ser, entre otros, el museo.
La cuestión antropológica
"Si bien es cierto que la antropología estuvo en su momento vinculada a los procesos coloniales como una tecnología de Estado, la antropología como modo de conocimiento y práctica también ha pasado por múltiples momentos de intenso cuestionamiento", nos dice EJ González-Polledo, jefa del departamento de Antropología de la Universidad de Goldsmiths (Londres). "El proyecto de descolonización que la antropología trata de abordar ahora se centra en reformular problemas fundacionales de la historia y la experiencia humana más allá de la visión individualista de los marcos legales eurocéntricos".
Respecto a la devolución de las piezas nos expone un ejemplo: "Dada la colaboración entre nuestro departamento de antropología en Goldsmiths y el Horniman Museum & Gardens, hemos seguido de cerca el caso de los bronces de Benín capturados por el ejército británico en 1897. En este caso, Horniman se puso en contacto con el Ministerio de Cultura de Nigeria y devolvió tres bronces que ahora forman parte de una colección privada. Sin embargo, la devolución vino acompañada de fricciones entre organizaciones estatales, elites y comunidades en el país de origen sobre el estatus y futuro del objeto repatriado".
Efectivamente la repatriación de objetos genera controversias entre diversos agentes. "No todas las comunidades quieren ver restituido su patrimonio. La suerte que corrieron ciertos objetos quizá hace imposible su devolución por la pérdida de valor simbólico que sufrieron. La restitución llega con la asunción de un privilegio adquirido a través de una gestión de los valores del otro, a través del censo, el mapa y los museos, que ahora debe humildemente entablar un diálogo científico para restituir el conocimiento, pero sobre todo para crear una plataforma que reconozca a esos saberes como iguales o igualmente fundamentales para lo que significa ser humano", afirma la directora del MACBA Elvira Dyangani Ose.
El Museo de América es una de las instituciones españolas a las que más afectaría este proceso. Sus catálogos contienen unas 25.000 piezas procedentes de América, no solo expoliadas sino compradas o regaladas desde una relación de desigualdad. Entre ellos el polémico tesoro precolombino Quimbaya: 122 objetos de oro que Colombia reclama desde 2017. La repatriación también plantea importantes cuestiones de conservación de los objetos y de preservación en sus países de procedencia.
Sentir internacional
Esta cuestión lleva años planteándose en los foros museográficos internacionales. Bélgica, Holanda, Francia y Reino Unido están valorando el origen de sus colecciones.
El presidente francés Emmanuele Macron encargó en 2017 el famoso informe Savoy-Sarr que desveló que los museos franceses poseen 98.000 objetos africanos, y que, según los expertos, entre el 85% y el 90% del patrimonio de la África Negra se encontraría fuera del continente. El estudio proponía una restitución progresiva de las piezas según la Primera Convención de la Haya, que prohíbe la confiscación de bienes privados en contextos de guerra.
El Senado francés no aprobó esta iniciativa remitiéndose a su legislación nacional, según la cual sus colecciones tienen la categoría de "inalienables", poniendo sobre la mesa la necesidad de un nuevo marco jurídico para el patrimonio.